Los días en Venezuela parecen calcados. No
ocurre nada nuevo; mucho menos, bueno. Se repiten las mismas tragedias, se suceden uno tras otros los hechos de
violencia, se multiplican los asesinatos, amanece la misma escasez de los
mismos productos que faltaron ayer, aumentan los casos de dengue, crecen los
números del chikungunya –cada vez más alarmantes.
Mueren demasiados venezolanos
por culpa de la desidia de este desgobierno, que ahora propone cambiarle a los
malandros “armas por becas” creyéndose el cuento de que el hampón entregará su
pistola, su herramienta de trabajo, con la que logra en 5 minutos lo que
quiere, cuando estudiando tardará ¿cuánto? ¿Tres años, mientras saca el título?
Hoy, como ocurrió ayer y como sucedió antes de ayer, mueren los venezolanos por
la falta de medicamentos que no terminan de aparecer porque están represados en
el puerto de La Guaira…Todo sigue exactamente, igual ¿o peor? Los días en mi
país son malas copias del día anterior. Y me temo que las cosas seguirán
exactamente así. ¡Qué tristeza!
El miércoles en la tarde, Maduro se encadenó
¡otra vez! Intenté oírlo; pero, sólo aguanté unos minutos. No soporté
escucharlo hablar del tráfico caraqueño –cómo si él padeciera en carne viva lo
que nos nosotros nos calamos. En un intento por parecer cercano, Nicolás se
quejó un poco de la cola; pero, reculó: se dijo satisfecho porque eso era el
reflejo del pueblo activo, en la calle, regresando a sus hogares–palabras más,
palabras menos- después de construir patria; cuando en realidad, las trancas
son el reflejo de la falta de arterias viales óptimas. Y luego, Maduro saludó a
su gabinete que lo acompañaba en el acto de no sé qué cosa (porque debo
confesar que cada mensaje de Nicolás, cada cadena que hace, la veo o escucho
por obligación periodística. No porque sea importante lo que dice). Para colmo
del populismo, saludó al Potro Álvarez, su ministro de Deportes ¡y le pidió que
cantara el tema que acaba de estrenar! “¡Cántate el estribillo, Potro! Cómo es
que dice….”. Y, cuando el Potro –que debería estar ocupado con sus asuntos
ministeriales- se puso a cantar, apagué el radio. No tuve estómago para más.
Y de nuevo caí en la misma reflexión, la cual
en infinitas ocasiones he compartido con ustedes: necesitamos líderes
opositores que sepan conectarse con el pueblo, para sacudirnos esta miseria de
gobernantes que dan vergüenza ajena. Cómo es posible que un presidente se
encadene para hablar zoquetadas y de, paso, se encargue de promocionar el nuevo “single” de su ministro de Deportes,
que en vez de estar cantando, debería rendir cuenta, por ejemplo, de los 155
millones de dólares que se robaron del IND: ¡darnos la buena noticia de que se
recuperaron esos reales, que son de todos nosotros, y decirnos que la
delegación de pesas va a poder representarnos en los Juegos Centroamericanos y
del Caribe”… En cambio ¿qué tenemos? ¡Al Potro cantando y muy mal!
Es urgente que las oposiciones, dueños de la
MUD incluidos, se conecten con esas masas -a las que Chávez les hizo creer que
tenían el poder- y desenmascarar al régimen. La oposición necesita tener acceso
al gobierno; y para ello apremia el consenso y entendimiento. Abrirle los ojos
al pueblo que sufre y mostrarle quiénes son los verdaderos culpables del caos que vivimos. Insisto en la necesidad de
que los actores políticos se arremanguen las camisas, aparten los egos y produzcan la renovación del sistema
político; la cual se iniciará cuando se produzca primero en sí mismos.
Estamos
urgidos de acción porque hemos perdido libertades. En cualquier país
democrático, la oposición política es
parte esencial y vital de la democracia. Un gobierno que quiera considerarse
democrático tiene que convivir con la oposición política.
Debemos rescatar ese
derecho al desacuerdo que tenemos los venezolanos. El país está en crisis, en
una muy grave, provocada por 15 años de malas decisiones y despilfarro. Las
crisis no son unilaterales: las padecemos todos. Y cuando una crisis surge en
el seno del gobierno, también trae consecuencias en la oposición. Una nación
ingobernable impacta a ambos bandos: tanto a los que mandan como a los que se
le oponen. La oposición tiene la enorme tarea de rescatar la democracia,
disentir, ganar espacios, aglutinar a la mayoría y no sólo por un afán
electoral.
¿Hasta cuándo las preguntas cotidianas seguirán siendo las mismas? ¿Por qué hoy, tras 15 años de gobierno, nos seguimos cuestionando porqué esta gente está en el poder? ¿Tendrá frutos el nuevo diálogo o la segunda parte del diálogo que ya, prácticamente, está planteado entre el gobierno y la dirigencia opositora? ¿Seguirán las luchas internas dentro de la MUD, ahora con un nuevo y popular, secretario general? ¿Se agotaron todas las salidas a la crisis política que vive Venezuela? ¿Surgirán nuevas opciones políticas que rompan con el esquema que representan el chavismo y la MUD?
Necesitamos que las cosas cambien, que las
preguntas no sólo obtengan respuestas, sino que generen acción con resultados
sólidos. No podemos permitir que en Venezuela los días transcurran así, como
los de ahora: enrumbados hacia el completo deterioro.
José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
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