El
incremento de la inseguridad, la violencia y el crimen en nuestro país no es un
problema de percepción, ni de sensación, ni mucho menos de amarillismo de los
medios, es tan tangible como el empoderamiento del miedo en los venezolanos. No
son descabelladas las opiniones que se emiten día tras día por densos sectores
de la población, al decir que la inmensa mayoría se siente en prisión sin
cometer delitos y los llamados prames tras las rejas, gozan de libertad para
seguir delinquiendo.
Es
el mundo bizarro que hemos comentado en otros artículos y no se trata en este
caso del dominio de los antivalores, ni tampoco del concepto profundo del
significado de la libertad, sino más bien de un sentimiento que se ha expandido
en la sociedad venezolana. Y es que tal como se diseminó la inseguridad, se
propagó el miedo, cuyo síntoma más común es el silencio de la gente y no por
complicidad, porque ya dijimos que llueven los comentarios sobre este tema. Es
más bien un temor hacia quien tiene la responsabilidad de proteger la vida y/o
impartir justicia, claro que también es un mecanismo natural de resguardo de su
vida y la de sus seres queridos, pero lo predominante es la desconfianza de la
gente en un Estado que promueve el delito a través de la impunidad.
Las
películas que mostraban el desarrollo del crimen por las mafias sicilianas en
EEUU, o la mafia rusa y algunas europeas, son el hazme reír de los dueños del
crimen en Venezuela. No hay un ciudadano en nuestro país que no tenga un relato
sobre algún hecho violento, ni existe un lugar donde no se esté hablando de
este tema. Y dichos relatos no son extraídos de una película de terror, sino de
la realidad. Según el Observatorio Venezolano de la Violencia, el 2014 hubo
24.763; unas 79 por cada 100 mil habitantes, a lo que se agrega que el 91% de
los crímenes quedan impunes.
El
dicho popular “muere callao” se hizo una forma de vida, somos esclavos de la
inseguridad, alimentada por la impunidad. El silencio es el resultado del
asedio propiciado desde el poder y por los dueños de la violencia diversificada
y macabra. De tal suerte que no es sencilla esta lucha, por una parte están los
enclaves autoritarios y violentos que instaló el régimen, a través de su
retórica del insulto, el irrespeto, la amenaza, el chantaje, del cerco
mediático dirigido a esconder las denuncias de sus fechorías, y por la otra, el
respaldo logístico a grupos violentos, despreciando el viejo adagio “cría
cuervos y te sacarán los ojos”.
Sin
embargo, con medidas estructurales se puede prevenir el delito, acabar con la
impunidad criminal y facilitar la rehabilitación de los reclusos. Es un
esfuerzo por construir ciudadanía, impartiendo educación de calidad, campañas
culturales dirigidas al rescate de valores, como el trabajo y el respeto. Creando una fuerza poderosa destinada a la protección de las personas y de la
familia, a través de la participación ciudadana, la cooperación entre el sector
privado, los vecinos, consejos comunales, las iglesias, empresas de seguridad y
la policía. Y un sistema de justicia eficiente, que frene la impunidad.
Golfredo
Davila
golfredodavila@yahoo.es
@golfredodavila
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