Se
les fue de las manos el problema de los colectivos al gobierno. No lo digo yo.
Lo dice la opinión pública venezolana. Es una conclusión a la que se llega,
sobre todo, cuando se ha visto que el gobierno les ha entregado a éstos la
cabeza de los funcionarios del CICPC; que, supuestamente, participaron en el
asesinato de Julio Montoya y del resto de los pranes, que han venido cayendo en
serie en los últimos meses; en lugar de proceder a desarmarlos, que es lo
primero que tiene que hacer.
Porque
decir colectivo es decir “fuma”, ron, moto y pistola; pues gente bien “dañada”
ésta, y lo que le gusta es aquella droga; mientras que el blanco lo dejan para
las rumbas o a la hora de la fechoría; habida cuenta de que la marihuana te
achanta, y la coca te acelera. “La marihuana –decía Octavio Paz- es la droga
del místico; la droga del silencio. El alcohol (yo agregaría la coca) es la
droga del filósofo, la droga del grito”. In vino veritas, decía muy regocijado
Platón en su famoso “Banquete”, esto es, en el vino es donde está la verdad,
desde el punto de vista del discurso; no sin razón se dice en nuestro medio,
que borracho no se vale. Yo no sé por qué todavía no le ha salido la iniciativa
a esta gente de pedir la legalización de la marihuana, como ha sido en Uruguay,
pues ahí en ese mundo todos son “fumones”. He allí la parte paradisíaca, que le
ofrece “la revolución” a esta gente, y por donde se iguala en dicha y fortuna a
la clase empresarial, que también lleva una vida parecida a la suya, pero que
se la ha ganado con el sudor de su frente; mientras que aquél es el típico
arribista venezolano; que se permite estos lujos a partir del rebusque.
Estos
sujetos hacen pensar en el famoso cuento de La Casa Tomada de Julio Cortázar;
que del lado de allá del solar de la casa se viene sintiendo la invasión; la
que va dejando a unos seres, que antes vivían en un caserón, a un reducido
espacio de aquélla. Que si “el Hernancito” controla el entorno del Centro
Comercial Chacaito; donde el atraco es cosa diaria; esto significa, además, que
hay cobro de vacuna para algunos establecimientos comerciales de la zona, y si
al caso se llega también se hace dueño del burdel de la esquina, en esta época
de invasiones; pues no se olvide que malandrería y prostitución van de la mano;
que es la parte también paradisíaca que le ofrece “la revolución” a esta gente;
así que no se asombre nadie del hecho de que más de un malandro de éstos está
emparejado con una prostituta que “trabaja” en estos lupanares. Cotizando, a su
vez, “el Hernancito” o el que no es “Hernancito” con el policía de la zona; que
sería el impuesto que pagaría por su empresa, esto es, la empresa del atraco;
porque, al mismo tiempo, que degeneramos en una sociedad de buscones, también
caímos en una de cómplices, y así el policía, sino es malandro por vía directa,
en este caso, lo es por vía indirecta.
La
verdad es que pran que se respete, pran que porta un carnet de comisario
policial; cuando no ha tenido su pasantía por algún cuerpo de seguridad de
Estado; incluso, se ha dado el caso de que determinado tipejo de éstos, sobre
todo, del grupo de los “Tupamaros”, a propósito de su condición de paramilitar,
fue llamado, para que fungiera de escolta de determinado alto funcionario de
este gobierno, que lo conoció en otra época y así que son amigos de lides y
farras; de modo que aquí se pudiera decir que malandrería y policía también van
de la mano.
Porque
si un negocio es lucrativo es este del hampa, y el que se reviste de toda una
ingeniería; para su sistema operativo; dígame, si pagara impuestos, que es por
cierto la otra parte que están alegando los defensores en el mundo de la idea
de que se legalice la marihuana, es decir, que su consumo está tan extendido,
que ya es una realidad en tanto que fenómeno moderno, partiendo de la idea de
que toda sociedad tiene su parte consagrada a la preparación de sustancias
destinadas a provocar trances de ebriedad del individuo: una máscara, como
diría Octavio Paz, que uno se pone para dejar de ser su yo por unos instantes,
y que como tal, si pagara impuestos, le reportaría pingües ganancias al Estado;
como sería, y perdóneseme la parte de ironía, el caso también del hampa
nuestra.
Me
contaba un amigo, a quien le robaron la camioneta, que los malandros lo
llamaron para pedirle cincuenta mil bolívares por el rescate de la misma;
ofreciéndole que se la devolvían impecable; al contrario, le alegaban, como
cosa de cínicos, de lo que sucedería si por equis circunstancia la policía la
rescataba que, entonces, “téngalo por seguro”, se la devuelven si es posible en
dos burros, es decir, sin rines y cauchos; sin batería, sin el equipo de sonido,
etcétera. He allí la fama que tienen nuestras policías. Porque esa es otra
cosa, si usted tiene un accidente automovilístico, y así le asista la razón en
el caso, si el fiscal del tránsito lo martilla, bajo la amenaza de que, si no
lo hace se lleva el carro para la comandancia, hágalo, porque sufre lo mismo:
recibe un carro desvalijado.
Enrique
Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
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