lunes, 6 de octubre de 2014

ENRIQUE GUILLERMO AVOGADRO, "¡NO PASARÁN!", ... ¿O SÍ?, DESDE ARGENTINA,

"Como aquel estúpido individuo que apagó la vela para que las pulgas que lo torturaban no pudiesen hallarlo". Robert Burton
Ayer, cuando regresaba a casa, como siempre encontré a varios porteros sentados en la verja que rodea a uno de los árboles de la cuadra; al saludarlos, repetí mi broma cotidiana: "Qué suerte que están ustedes para evitar que se caiga". Ya en el ascensor de mi edificio, pensé en el rol que desempeñan hoy todos los presuntos líderes de la oposición y de las organizaciones de empresarios y productores, y me pregunté cuánto estaban haciendo, o dejando de hacer, para mantener en pie a la República ante los permanentes hachazos que ésta recibe desde el Gobierno.

Ni siquiera se han puesto de acuerdo para firmar un compromiso irrevocable para perseguir a todos quienes se han robado el país durante esta década y declarar la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, o para derogar e investigar los blanqueos de capitales, o para luchar contra el narcotráfico, o para devolver la seguridad a nuestras calles, o despedir a todos los nombrados por La Cámpora, o para enumerar las inicuas leyes, dictadas con la complicidad de este vergonzoso Congreso, que serán anuladas. Me parece que, si rápidamente no corrigen ese vergonzoso derrotero, la ciudadanía dejará de tenerles alguna confianza para encomendarles la dificilísima tarea de reconstruir al país que dejará, Dios sabe cuándo, la viuda de Kirchner.

Los discursos presidenciales de esta semana, tan llenos de denuncias increíbles acerca de planes de magnicidios provenientes del norte (la semana anterior, venían de oriente), de variados complots destituyentes, teóricamente integrados por actores tan disímiles que sólo los boy-scouts y los bomberos quedaron excluidos, y ya de una clara confirmación de la vocación "nerónica" que anida en la psiquis de doña Cristina, marcaron un nuevo hito en el camino de destrucción de la sociedad tal como la concibió Alberdi. Como avisó la viuda de Kirchner en Rosario, vienen por todo.

El abanico de leyes que el oficialismo, en soledad o acompañado por ocasionales idiotas útiles que nunca consiguieron ver el escenario completo, ha aprobado estos días hubieran debido ser claras señales de alertas para quienes, se supone, ocupan jefaturas de hecho sobre los que no queremos convertirnos en algo tan reñido con nuestra cultura y nuestra civilización; sin embargo, no hubo ninguna resistencia, y la ciudadanía está demasiado ocupada en sobrevivir como para dedicar siquiera un pensamiento a la catástrofe que se avecina.

Por lo demás, la ignorancia en que el populismo ha sumido a la sociedad argentina no permite a ésta entender qué significará, para las generaciones futuras, el adefesio del nuevo Código Civil y Comercial que comenzará a regir en 2016. Ese mismo desinterés por la cosa pública es el que permitió que se sancionaran, sin reacción popular alguna, las leyes de medios audiovisuales o de abastecimiento, la modificación a la ley orgánica del Banco Central, de impunidad del Estado y sus funcionarios por hechos dolosos, la permanente emergencia económica o la interminable serie de presupuestos nacionales dibujados.

Si como muestra basta un botón, el rastrero y cobarde silencio de las asociaciones de bancos y grandes empresarios ante el cierre de una subsidiaria del Mariva por haber sido acusada por la Presidente de realizar ¡operaciones lícitas!, prueba más allá de cualquier duda de qué material está hecha nuestra dirigencia, la misma que permitió que Alberto Coto, por hacer un comentario acerca del nefasto "modelo", fuera denostado públicamente por el fallecido antecesor, dejándolo en absoluta soledad. Realmente, no han aprendido siquiera el famoso poema de Martin Niemöller, que terminaba cuando los nazis, al final, fueron por él, pero ya no había quién lo defendiera.

Sólo quedan, así, dos focos de resistencia ante los avances de la tiranía: la Justicia y la prensa libre, y nadie puede asegurar cuánto podrán mantener esos últimos bastiones de libertad, y SS Francisco, con las extrañas audiencias que concede y con los no menos raros almuerzos a los que invita a la "noble viuda", no ayuda demasiado en este sentido. El kirchnerismo ha colonizado al Estado y, además de colocar multitudinaria propia tropa en cada uno de sus organismos, pretende ahora llenarlo de fiscales que le respondan y le garanticen, ante un eventual fracaso del plan general, una saludable impunidad.

El jueves, Ricardo Lorenzetti, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, dijo que la inseguridad estaba en la mente de todos los argentinos, y que el Estado, desde los otros poderes, carecía de políticas públicas para luchar contra el narcotráfico. Bastaron esas perogrulladas para que el inefable Kokísimo Capitanich, todavía Jefe de Gabinete, respondiera con argumentos tan coherentes como que los jueces no pagan impuesto a las ganancias o que, al igual que los mismos funcionarios del Ejecutivo, no publiquen sus declaraciones patrimoniales.

El mundo occidental contempla, con enorme pena y no poco asombro, lo que estamos permitiendo que ocurra en un país que, hasta escasas décadas, era considerado un modelo en muchas áreas; nuestros científicos, artistas, literatos, filósofos, etc., fueron forjados por una sociedad que privilegiaba la libertad y el conocimiento, y nadie puede creer cuánto hemos hecho, con una inédita vocación suicida, por transformarnos en algo tan intrascendente y, a la vez, tan peligroso para el equilibrio global, como muestra la autorización para instalar una base militar china en la Patagonia; ¿alguien se pregunta qué hubiera pasado si un gobierno de otro signo hubiera hecho lo mismo con una instalación bélica norteamericana?

Así como sostengo que la viuda de "Él" no adelantará, en ningún caso, las elecciones ni renunciará, también estoy convencido que no arreglará, después de enero, con los fondos "buitres"; recordemos que, además, esa negativa a ofrecer algo aceptable a quienes han ganado los juicios en Nueva York ahora es ley.

Por el contrario, Doña Cristina, imbuida de un mesianismo digno de mejor causa, pretende dejar su nefasto sello en la historia, transformando su sociedad para llevarla hacia los "paraísos" que añora, como los que comandan quienes forman la penosa banda de amigos internacionales de la Argentina, todos flagrantes violadores de los más elementales derechos humanos: Xi Jinping, Vladimir Putin, Nicolás Maduro, Raúl Castro y Hasán Rouhaní; gracias a Dios, Osama bin Laden ya murió porque, si así no fuera, ya sería miembro honorario del selecto club.

Con esta dirigencia política y empresarial, y las hordas armadas de las que dispone el "modelo" para resistir (los fabricados "ni-ni" del "paco", el Vatayón Militante y la Tupac Amaru), el futuro me parece muy negro y, por primera vez en mucho tiempo, comienzo a dudar que aquí la frase que inmortalizó La Pasionaria en el asedio de Madrid se transforme en un lema vencedor. Como están las cosas, con la Presidente como única dueña de la agenda política, y con los dirigentes opositores que callan por cobardía o por conveniencia, todo es posible, incluida la perpetuación de esta verdadera tiranía disfrazada de democracia.

Ya se está convocando, para el 13 de noviembre, a una nueva marcha ciudadana para llevar a la calle el fuerte reclamo contra la corrupción, la inseguridad y el régimen kirchnerista; debiera incluir, antes, una equivalente apelación a los líderes de toda laya, que los obligue a salir de sus cuevas y ponerse al frente de estas manifestaciones. Espero que, esta vez, se transforme en algo más que una simple escenificación testimonial, como fueron las anteriores, que no consiguieron siquiera alterar el ánimo presidencial.

Enrique Guillermo Avogadro
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
Twitter: @egavogadro

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