El Gatopardo es una novela
escrita por Giuseppe Tomasi de Lampedusa, narra las postrimerías de una familia
aristocrática siciliana, cuyo personaje Tameredi le dice a Fabrizio, la
conocida frase “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo
cambie”. Esta frase resume la capacidad de la sociedad siciliana de alagar los
aparentes cambios del gobernante de turno y de la aristocracia de la época de
aparentar que hay cambios, para conservar su influencia. “El cambiar todo para
que nada cambie”.
Guardando las distancias. El
gobierno revolucionario plantea un cambio profundo en la sociedad venezolana
del hombre individualista a uno colectivista, el hombre nuevo, socialista y
humanista. Sin embargo, sólo ha implementado un aparataje gubernamental con
nuevos nombres, competencias y personas, que en el fondo no cambia la
estructura corrupta, clientelar e ineficiente, que existía.
El hombre nuevo humanista y
socialista, tiene las dos caras del Dios Jano: una con un discurso de amor por
el prójimo y a la patria y la otra, con la que
impone y castiga. En medio de la confrontación y el antagonismo: malos y
buenos, ricos y pobres, estás conmigo o contra mí, patria o muerte, leal o
desleal, patriotas y apátridas, en una permanente arenga electoral, hasta
cuando no hay elecciones.
En el discurso la creación de hombre nuevo, del
hombre humanista, del hombre socialista, en la práctica la utilización del ser
“revolucionario” para obtener prebendas, igual que los “compañeritos” antes.
Igual que antes, la revolución se justifica en su ineficiencia: no es que hay
desabastecimiento, sino, guerra económica; no hay oposición democrática, sino,
enemigos pitiyanquis; no hay corruptos en el gobierno, todos los corruptos
están en la oposición, en la revolución sólo hay ángeles; no hay delincuencia,
sino, paramilitares traídos por la oposición.
La revolución crea el Estado
Comunal, a través del cual hace ver que le da poder a la gente, pero realmente
el poder lo tiene el gobierno. Se utilizan los consejos comunales como brazo de
apoyo en tiempos pre y post electorales, para que pertenezcan al partido de
gobierno, no para ser libres y para servir a su comunidad. De allí nacen las
Comuna, las cuales desplazarán a las Alcaldías, pero de nombre y de sede,
porque su ineficiencia será la misma.
La revolución ha terminado siendo
un cliché, un nombre, para identificar unos cambios que se dicen que se harán,
pero que no se hacen. Esto no es una revolución, ni un gobierno socialista, ni
una economía socialista y menos existe siquiera la intención de crear ese
hombre nuevo del que tanta alharaca se hace. No se puede hablar de cambio
revolucionario cuando frente al problema de la delincuencia, que nos afecta a
todos, se culpa a sus opositores. Lo cual ocurrió con el asesinato de la
magnitud de Robert Serra (QEPD), en lugar de asumir que el problema de la
seguridad se les ha ido de las manos, que no pueden solos, que ese es un
problema de todos los venezolanos y cambiar: unir a los venezolanos en un
objetivo colectivo, al llamar a un gobierno de unidad nacional: enloquece y sus
personeros más connotados, haciendo gala de su valentonería como muchacho de
barrio, alzado, ataca antes de que lo ataquen.
No se puede hablar de cambio cuando siempre se
quiere justificar lo injustificable. No se puede tapar el sol con un dedo. La
verdad entra en la sociedad como algo tan potente, con tanta fuerza, que es
indestructible, cuando la sociedad saca sus conclusiones y sabe que lo han
engañado: castiga. Por ejemplo, el caso de Aznar en España. Aznar venía ganando
las elecciones, pero pierde porque pocos días antes señaló como responsable del
atentado en la estación del metro de Atocha a ETA. Lo mismo ocurre en Venezuela
después de que personeros del gobierno salen diciendo que los responsables de
la muerte de Robert Serra (QEPD) es la oposición guiada por Álvaro Uribe y luego
asesinan a José Odreman (QEPD), miembro de un colectivo, quien había
responsabilizado al Ministro Rodríguez Torres si a él le pasaba algo, la gente
sacó sus conclusiones.
Este país sí necesita un cambio pero para que ocurra tenemos que cambiar nosotros, como sociedad. Una sociedad vigilante, exigente de su calidad de vida. No una sociedad que aparente que exige y un gobierno que aparente cambia.
Carlota Salazar Calderón
carlotasc@gmail.com
@carlotasalazar
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