sábado, 11 de octubre de 2014

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA, LA REVOLUCIÓN DE LOS IDIOTAS

“Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, (34) diciendo: Déjanos: ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos?

Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios. (35) Y Jesús le reprendió ,
diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno. (36) Y estaban
todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y
salen? (37) Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos.” Lucas 4: 31-37

El fanatismo es inversamente proporcional a la inteligencia. Una ecuación de sociopatología matemática que alcanza su zenit cuando gobiernan los idiotas. Es decir: cuando los pueblos caen finalmente abatidos por la maldición de la idiotez, el virus más devastador que acompaña a la humanidad desde su lejana creación, y se lanzan, como los  demonios inmundos de Cafarnaúm a los abismos en busca de su salvación.

El problema se transforma en pandemia y el horror en irrefrenable cuando esos idiotas, además de idiotas, son malvados y están poseídos por el demonio de la soberbia, la ceguera y la crueldad. Vale decir, cuando abaten toda racionalidad, desplazan del Poder a la mínima decencia de la inteligencia, se apoderan de las armas, carcomen la escasa racionalidad de sus semejantes y se imponen mediante una tiranía clientelar. Caracterizada por prometer lo que aniquila y obtener lo que destruye. La locura como premio a la irracionalidad. El hambre como recompensa a impiedad.

Siempre me admiró la adjetivación del evangelista, a quien no sólo espantaba el demonio, sino uno en particular que, además de estar poseído por Satanás, era inmundo. Como si existiesen demonios sanos, limpios, inmaculados. Temo que la inmundicia a la que se refería Lucas derivaba de la función política que asumía el demonio de la Sinagoga, su naturaleza militante, sus afanes de conquista, su pretensión mesiánica. El demonio dictatorial al que se refería Jorge Luis Borges, quien al sufrir en carne propia la nauseabunda dictadura peronista, de la que derivan todas las inmundas tiranías del siglo XX y XXI latinoamericanos – de Castro a Chávez – y sus formas aparenciales y subsidiadas, como las de los nietos del coronel Perón,
Néstor Kirchner y Cristina Fernández, así como la pléyade de demopopulistas latinoamericanos sujetos a la coordinación del Foro de Sao Paulo y La Habana: de Lula a Bachelet y de Correa a Evo Morales.

Si la Venezuela de Chávez no es la perfecta expresión de lo que es capaz uno de esos demonios inmundos, no encuentro en la región un ejemplo más perfecto: un cuarto de millón de muertos detrás de la defensa verbal del derecho a la vida; el despilfarro, saqueo y expolio de tres trillones de dólares tras la promesa de moralidad pública; la ignorancia y la insalubridad tras la oferta de educación y salud a los más necesitados; la sangre derramada en vez del pan y el odio filial en vez del amor.

Si la desafiante afirmación de Plinio Apuleyo Mendoza, Álvaro Vargas Llosa y Carlos Alberto Montaner calificando a las buenas conciencias del izquierdismo latinoamericano de “perfectos idiotas” requiriese de una demostración práctica, bastaría con asomarse a las estadísticas de criminalidad, inflación, desempleo, devaluación, emigración de la inteligencia y los valores aceptados internacionalmente para diagnosticar el estado de salud de los pueblos, sus sociedades, sus economías y sus expectativas de prosperidad y progreso. Vería con horror que Venezuela ha descendido como abatida por un cataclismo a las riberas haitianas, por no hablar de Liberia y la costa occidental africana, súbitamente enaltecida por patria originaria de su afrodescendencia.

Son imágenes que me asaltan mientras transito por las atestadas avenidas del centro de Caracas, entre paseantes conmovidos por el asesinato de colectivos de la revolución de los idiotas a manos de aquellos en quienes delegaran el destino final de sus vidas.

Escucho una entrevista a uno de los “líderes” de los grupúsculos de ultraizquierda cuadrados con el gobierno, “pase lo que pase y suceda lo que suceda”, así no sepa cómo explicarse el hecho de que los máximos dirigentes de ese mismo gobierno al que le declara su plena y absoluta solidaridad “frente a los ataques del Imperio, la CIA, el paramilitarismo, la ultra derecha, Álvaro Uribe y Loren Saleh”, acaben de ordenar el brutal asesinato “de uno de los nuestros”, de los que luego no sepa cómo explicar si era o no era “uno de los suyos”, porque acababa de hablar con el suyo acribillado minutos más tarde por el cuerpo policial del gobierno heredado del “Comandante eterno, Gigante grande (sic) de las Américas, héroe de la revolución bonita, revolucionario inmortal, etc., etc., etc.” Y se le quejara amargamente por las amenazas del ministro Rodríguez Torres, “a quien le expreso toda mi solidaridad”, etc., etc., etc.

Quien espere encontrar una mínima racionalidad en los dichos y hechos de esta revolución de los idiotas, morirá esperándola.

Que lo haga leyendo en esa inútil e interminable espera La rebelión en
la granja, de George Orwell, El corazón de la tinieblas, de Joseph Conrad o, directamente y sin literarias mediaciones, el Manual del perfecto idiota latinoamericano. Que le aproveche.

Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
‏@Sangarccs

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