Y todavía el régimen se empeña en decir que todo marcha a “paso de vencedores”. Suele ser tan insolente, que se atreve a decir que hay “patria”. ¿Cuál? Será la del recuerdo.
Las realidades suelen ser cruelmente engañosas.
Sobre todo, cuando existen intereses políticos dispuestos a querer modificarlas
con visión de demagogia y trazos de hipocresía. Saben que su remozada imagen
depende de cuánto puede calar la mentira administrada con disfrazada bajo un
discurso de supuesta veracidad. Ante lo que se depara de tan solapada
situación, se hace imperativo escudriñar su naturaleza para hallar la verdadera
identidad que se ha pretendido esconder. Se tiene, por ejemplo, que los últimos
hechos de violencia acontecidos en Venezuela, evidencian el infortunio que ha
devenido de una gestión de gobierno que ni siquiera ha sabido responder por sus
decisiones y acciones. Casi todas, improvisadas. O cuando mucho, apremiadas
entre “gatos y medianoche”. Incluso, inspiradas de los anales de un socialismo
que la historia política desechó por improductivo.
Las heridas de las presentes realidades
nacionales, son casi mortales. Tanto que, a pesar de dominar un populismo cuya
única cualidad es la de fomentar un imaginario “de victoria” que a todas luces
es chocarrero y artificioso, no le ha sido posible liquidar la verdad. Por más
poder comunicacional que tenga el régimen, se las ha visto negra para disimular
que todo lo que toca lo empastela. Tampoco, ha podido evitar la inseguridad
puesto que la misma es parte de la agenda que diariamente el régimen mediante
el trabajo sucio de sus brigadas de choque, su policía “política” y sus contingentes de esbirros uniformados de
verde.
El país perdió el brillo que le infundían las
emociones de venezolanos convencidos de estar ganando calidad de vida y
creyendo asegurarse un futuro provisor. Ahora, los días los copó el miedo. El
temor de toparse con asesinos investidos de la impunidad que le otorga la
ceguera gubernamental. O cuando menos, de verse con militantes de alguna
facción del oficialismo que por vestir de rojo, creen sentirse con el poder
suficiente para vejar y oprimir a quien está en otra acera, identificado con la
oposición, o simplemente renegando de los abusos que comete un gobierno tiránico.
No hay duda de que la inseguridad está
carcomiéndose al país. Pero la inflación también lo devora. Y todavía el
régimen se empeña en decir que todo marcha a “paso de vencedores”. Suele ser
tan insolente, que se atreve a decir que hay “patria”. ¿Cuál? Será la del
recuerdo. Así que entre tanto chanchullo causado por la revolución , el país
está demolido. Todo pasó a verse como aquella situación en la que los falsos y
espurios son los héroes privilegiándose así la vida política, económica y
social del país en la cual se vive un estado de horror.
VENTANA DE PAPEL
SE LE ENREDÓ EL PAPAGAYO
El régimen parece haber arrugado. O fue que
la situación se le puso “color de hormiga”. Y no hay de otra pues según la
verborrea popular, “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo
resista”. Al principio de los tiempos
revolucionarios, toda relación entre gobierno y factores oficialistas se dio
bajo un ambiente de perfecta armonía. Los agitadores de oficio, entraron en
cintura pues la benevolencia del Jefe de Gobierno alcanzaba cualquier derroche
de prepotencia que pudiera estropear la solapada y delicada relación que se
había establecido a instancia de objetivos ideológicos que describían la
“construcción de la nueva República”.
Pero con el discurrir de sucesivas y graves
confusiones, estimuladas por el desorden que el propio régimen vino azuzando por
la codicia que incita la sed de poder, el país comenzó a desmoronarse en lo
económico, lo político y lo social.
El país se vio en medio del peor caos toda
vez que el pueblo entendió las posibilidades de ver se atorado entre las fauces
de un populismo que sólo buscaba aprovecharse de los extraordinarios ingresos
petroleros que jamás había recibido la nación. Pero esta vez, el provecho fue
para beneficio exclusivo de los más altos y sumisos funcionarios.
En medio de esta rebatiña no sólo de divisas,
sino también de recursos de los que solamente se vale el Estado venezolano para
su defensa, protección y desarrollo integral, los límites se vieron usurpados
por salteadores de camino. Es decir, por gente, que sin ningún sentido y
comprensión del concepto de democracia y
derechos humanos, de justicia y libertad, de libre expresión y
tolerancia, de respeto y pluralismo político, abusó de algunas prerrogativas y
se dieron a la tarea de imponer sus leyes.
El país cayó presa de la anomia. Los
colectivos se armaron e impusieron sus leyes, Al punto, que ni siquiera la
Policía Nacional o las autoridades encargadas de velar la seguridad de la
nación, podían mantenerlos a raya. Es acá cuando al “cazador de le escapa la
liebre”, como dice el refranero, y el país se tornó una calamidad. Por más
malabares que ha hecho el régimen para sortear los obstáculos a la
gobernabilidad, pareciera que “el tiro le salió por la culata”. A vista de
todos, el régimen no se da abasto para contener el embrollo que tiene tomado al
país.
Políticamente hablando, el régimen con su
populacherismo creó un revoltillo cuya germinación animó el aparición de
elementos anómalos que alcanzaron un desarrollo genético tan contraproducente,
que superó la capacidad de inmovilización que el régimen ha aplicado. Sin
embargo, su resistencia es de tal magnitud, que el caos pudiera esparcirse más
allá de lo imaginable. Todo ello, porque al régimen se le enredó el papagayo.
¡NO LE IMPORTA UN CARRIZO!
Pareciera que la consigna del régimen fuera
“armas si, educación universitaria no”. Sobre todo, si esta educación la
brindan universidades autónomas pues para el discurso presidencial constituyen
una “piedra de tranca” para el avance del socialismo razón por la que decreta
creación de universidades sin medir los retorcidos efectos que ello trae al
sentido de institucionalización de la educación superior. Esta vez, fue peor
que los años anteriores.
En materia presupuestaria, estas Casa que
“vencen las sombras” salen “raspadas”. El alto gobierno les cercena de forma brusca
y “sin anestesia”, el monto que requiere su dinámica institucional. Para 2015,
el presupuesto aprobado por el Ministerio de Educación de Superior ha sido tan
recortado, que no alcanza para nivelar las correspondientes necesidades de
forma completa. Encima de esto y para descontento de las instituciones que
mejor llevan el título de Universidad, seguirán originándose conflictos cuya
razón financiera tenderá a paralizar programas de investigación y de índole
formativa.
Toda esta situación, promoverá cada día más
el debilitamiento de las universidades públicas nacionales por lo que su
funcionamiento se verá hostigado y asediado por actores políticos que nunca
entenderán que las universidades son las instancias que garantizan el ingreso
de una nación a estadios pautados por el concepto y praxis de desarrollo
económico y social.
No hay duda de que el régimen busca con esto
avivar cualquier insidia que pueda hacer mella en estas universidades por
cuanto 2015 será un año electoral que ya comenzó a presionar y doblegar
actitudes que se resistan al cambio anunciado que vivirá la Asamblea Nacional
con el voto asegurado de universitarios concientes del atraso que ha estimulado
el obsoleto chavismo.
El régimen querrá seguir abusando del manejo
“negociado” de créditos adicionales que bajo extrema presión deberá aprobar la
Asamblea Nacional. Por supuesto, dentro de una lógica perversa aguijoneada por
la controversia electoral y manipulada al mejor estilo retrechero.
Por noveno año consecutivo, el régimen
seguirá abonando toda idea que busque anonadar la autonomía universitaria
acentuando una crisis presupuestaria que se traduce en bajos salarios de
profesores y empleados, y pésimas condiciones laborales. Además de incitar la
fuga de talento, descenso de la investigación y una baja calidad educativa que
sólo contribuirá a hacer de Venezuela una nación ignorante pues sin educación,
sólo se convertirá, como expresara Simón Bolívar, en “un instrumento ciego de
su propia destrucción”. Al fin de cuentas, el régimen le va sin cuidado el
problema de la educación ya que, dicho claramente, ¡no le importa un carrizo!
“Cuando hay escasez de gobernabilidad, hay
también carencia de aptitud y falta de idoneidad en el gobernante. Es ahí
cuando el país vive el dilema: o se anima el consenso político y social para un
cambio en la conducción del país, o se adopta una actitud de resignación ante
el desastre que se viene encima” AJMonagas
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
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