lunes, 13 de octubre de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ESTADO DE HORROR, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Y todavía el régimen se empeña en decir que todo marcha a “paso de vencedores”. Suele ser tan insolente, que se atreve a decir que hay “patria”. ¿Cuál? Será la del recuerdo.
Las realidades suelen ser cruelmente engañosas. Sobre todo, cuando existen intereses políticos dispuestos a querer modificarlas con visión de demagogia y trazos de hipocresía. Saben que su remozada imagen depende de cuánto puede calar la mentira administrada con disfrazada bajo un discurso de supuesta veracidad. Ante lo que se depara de tan solapada situación, se hace imperativo escudriñar su naturaleza para hallar la verdadera identidad que se ha pretendido esconder. Se tiene, por ejemplo, que los últimos hechos de violencia acontecidos en Venezuela, evidencian el infortunio que ha devenido de una gestión de gobierno que ni siquiera ha sabido responder por sus decisiones y acciones. Casi todas, improvisadas. O cuando mucho, apremiadas entre “gatos y medianoche”. Incluso, inspiradas de los anales de un socialismo que la historia política desechó por improductivo.

Las heridas de las presentes realidades nacionales, son casi mortales. Tanto que, a pesar de dominar un populismo cuya única cualidad es la de fomentar un imaginario “de victoria” que a todas luces es chocarrero y artificioso, no le ha sido posible liquidar la verdad. Por más poder comunicacional que tenga el régimen, se las ha visto negra para disimular que todo lo que toca lo empastela. Tampoco, ha podido evitar la inseguridad puesto que la misma es parte de la agenda que diariamente el régimen mediante el trabajo sucio de sus brigadas de choque, su policía “política”  y sus contingentes de esbirros uniformados de verde.

El país perdió el brillo que le infundían las emociones de venezolanos convencidos de estar ganando calidad de vida y creyendo asegurarse un futuro provisor. Ahora, los días los copó el miedo. El temor de toparse con asesinos investidos de la impunidad que le otorga la ceguera gubernamental. O cuando menos, de verse con militantes de alguna facción del oficialismo que por vestir de rojo, creen sentirse con el poder suficiente para vejar y oprimir a quien está en otra acera, identificado con la oposición, o simplemente renegando de los abusos que comete un gobierno tiránico.

No hay duda de que la inseguridad está carcomiéndose al país. Pero la inflación también lo devora. Y todavía el régimen se empeña en decir que todo marcha a “paso de vencedores”. Suele ser tan insolente, que se atreve a decir que hay “patria”. ¿Cuál? Será la del recuerdo. Así que entre tanto chanchullo causado por la revolución , el país está demolido. Todo pasó a verse como aquella situación en la que los falsos y espurios son los héroes privilegiándose así la vida política, económica y social del país en la cual se vive un estado de horror.

VENTANA DE PAPEL

SE LE ENREDÓ EL PAPAGAYO

El régimen parece haber arrugado. O fue que la situación se le puso “color de hormiga”. Y no hay de otra pues según la verborrea popular, “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.  Al principio de los tiempos revolucionarios, toda relación entre gobierno y factores oficialistas se dio bajo un ambiente de perfecta armonía. Los agitadores de oficio, entraron en cintura pues la benevolencia del Jefe de Gobierno alcanzaba cualquier derroche de prepotencia que pudiera estropear la solapada y delicada relación que se había establecido a instancia de objetivos ideológicos que describían la “construcción de la nueva República”.

Pero con el discurrir de sucesivas y graves confusiones, estimuladas por el desorden que el propio régimen vino azuzando por la codicia que incita la sed de poder, el país comenzó a desmoronarse en lo económico, lo político y lo social.
El país se vio en medio del peor caos toda vez que el pueblo entendió las posibilidades de ver se atorado entre las fauces de un populismo que sólo buscaba aprovecharse de los extraordinarios ingresos petroleros que jamás había recibido la nación. Pero esta vez, el provecho fue para beneficio exclusivo de los más altos y sumisos funcionarios.

En medio de esta rebatiña no sólo de divisas, sino también de recursos de los que solamente se vale el Estado venezolano para su defensa, protección y desarrollo integral, los límites se vieron usurpados por salteadores de camino. Es decir, por gente, que sin ningún sentido y comprensión del concepto de democracia y  derechos humanos, de justicia y libertad, de libre expresión y tolerancia, de respeto y pluralismo político, abusó de algunas prerrogativas y se dieron a la tarea de imponer sus leyes.

El país cayó presa de la anomia. Los colectivos se armaron e impusieron sus leyes, Al punto, que ni siquiera la Policía Nacional o las autoridades encargadas de velar la seguridad de la nación, podían mantenerlos a raya. Es acá cuando al “cazador de le escapa la liebre”, como dice el refranero, y el país se tornó una calamidad. Por más malabares que ha hecho el régimen para sortear los obstáculos a la gobernabilidad, pareciera que “el tiro le salió por la culata”. A vista de todos, el régimen no se da abasto para contener el embrollo que tiene tomado al país.

Políticamente hablando, el régimen con su populacherismo creó un revoltillo cuya germinación animó el aparición de elementos anómalos que alcanzaron un desarrollo genético tan contraproducente, que superó la capacidad de inmovilización que el régimen ha aplicado. Sin embargo, su resistencia es de tal magnitud, que el caos pudiera esparcirse más allá de lo imaginable. Todo ello, porque al régimen se le enredó el papagayo.

¡NO LE IMPORTA UN CARRIZO!

Pareciera que la consigna del régimen fuera “armas si, educación universitaria no”. Sobre todo, si esta educación la brindan universidades autónomas pues para el discurso presidencial constituyen una “piedra de tranca” para el avance del socialismo razón por la que decreta creación de universidades sin medir los retorcidos efectos que ello trae al sentido de institucionalización de la educación superior. Esta vez, fue peor que los años anteriores.

En materia presupuestaria, estas Casa que “vencen las sombras” salen “raspadas”. El alto gobierno les cercena de forma brusca y “sin anestesia”, el monto que requiere su dinámica institucional. Para 2015, el presupuesto aprobado por el Ministerio de Educación de Superior ha sido tan recortado, que no alcanza para nivelar las correspondientes necesidades de forma completa. Encima de esto y para descontento de las instituciones que mejor llevan el título de Universidad, seguirán originándose conflictos cuya razón financiera tenderá a paralizar programas de investigación y de índole formativa.

Toda esta situación, promoverá cada día más el debilitamiento de las universidades públicas nacionales por lo que su funcionamiento se verá hostigado y asediado por actores políticos que nunca entenderán que las universidades son las instancias que garantizan el ingreso de una nación a estadios pautados por el concepto y praxis de desarrollo económico y social.
No hay duda de que el régimen busca con esto avivar cualquier insidia que pueda hacer mella en estas universidades por cuanto 2015 será un año electoral que ya comenzó a presionar y doblegar actitudes que se resistan al cambio anunciado que vivirá la Asamblea Nacional con el voto asegurado de universitarios concientes del atraso que ha estimulado el obsoleto chavismo.
El régimen querrá seguir abusando del manejo “negociado” de créditos adicionales que bajo extrema presión deberá aprobar la Asamblea Nacional. Por supuesto, dentro de una lógica perversa aguijoneada por la controversia electoral y manipulada al mejor estilo retrechero.

Por noveno año consecutivo, el régimen seguirá abonando toda idea que busque anonadar la autonomía universitaria acentuando una crisis presupuestaria que se traduce en bajos salarios de profesores y empleados, y pésimas condiciones laborales. Además de incitar la fuga de talento, descenso de la investigación y una baja calidad educativa que sólo contribuirá a hacer de Venezuela una nación ignorante pues sin educación, sólo se convertirá, como expresara Simón Bolívar, en “un instrumento ciego de su propia destrucción”. Al fin de cuentas, el régimen le va sin cuidado el problema de la educación ya que, dicho claramente, ¡no le importa un carrizo!

“Cuando hay escasez de gobernabilidad, hay también carencia de aptitud y falta de idoneidad en el gobernante. Es ahí cuando el país vive el dilema: o se anima el consenso político y social para un cambio en la conducción del país, o se adopta una actitud de resignación ante el desastre que se viene encima” AJMonagas

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas


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