Se enrarece cada día
la vida venezolana. Calamidades afligen a la población que no encuentra adónde
acudir para paliar sus padecimientos. Se vive un cuadro asistencial inerme ante
las enfermedades que constituyen un rosario de iniquidades frecuentes que
tienen el aditivo de estar fuera del rango de enfermedades conocidas que
violentamente dejan víctimas, lo que patentiza una realidad que arrincona en la
indolencia la salud en el país.
Impensable en la
nación de ingresos petroleros envidiables que exista una situación de tal
naturaleza. Surgen de momento cuadros endémicos agresivos, y la competencia
médica hace milagros frente a situaciones de extrema gravedad.
De manera inmediata se activan las amenazas de la barbarie contra quienes hacen honor sublime al juramento hipocrático. Estas amenazas no se hacen esperar porque la realidad los condena de hecho. Ese es el cuadro en gran formato que profundiza la crisis nacional tanto de la salud como en otras áreas donde las carencias son notables.
Varias son las
personas fallecidas en Aragua y, como recetario para solventar la situación,
surgen al instante las actitudes desaforadas contra organizaciones gremiales
que con responsabilidad y firmeza asumen la defensa de la salud del venezolano.
No son los médicos que producen las epidemias y, menos, las muertes que se suceden. Ellos luchan para evitarlas. Toda esta situación de la salud en Venezuela no es para tratarla con amenazas y alimentar odio en acciones de culpa donde realmente no las hay. La culpa está en lo que jamás ha debido suceder en un país como Venezuela, amante de la paz y solícito en el trabajo y la constancia en el saber de sus hijos para el bien y el desarrollo de la nación.
El país vive graves
carencias que dejan perplejos a quienes tenían una visión en otras latitudes de
los importantes avances de la medicina venezolana y vías firmes en el
crecimiento económico y social. Ahora son frecuentes los ventarrones de hechos
inocultables, los que impacientan a los usufructuarios del poder. El país está
en dificultades que avizoran graves conflictos sociales ante la agudeza de la
escasez de productos alimenticios. Los conflictos se generalizan ante una
economía en cuadro agónico que mantiene a la población en constante deambular
en busca de los productos indispensables para la subsistencia.
La escasez somete a
la sociedad al sobresalto de vivir entre rejas. Así anda el venezolano cada día
en la celeridad de la miseria. Ese estado ruinoso muestra la ausencia de medios
indispensables para atender las necesidades de quienes padecen enfermedades que
requieren atención pronta y especializada. La escasez de medicinas y otros medios
para la atención de la salud se junta en el cuadro manifiesto del deterioro de
las instalaciones hospitalarias donde la desolación merodea por los espacios
donde se arruman equipos en agónica espera de los medios que los coloque
nuevamente al servicio de la salud.
Para que Venezuela
vuelva al camino de la prosperidad y el venezolano encuentre en los centros
asistenciales más distantes de nuestra geografía la atención con los medios de
curación a sus dolencias, así como la satisfacción del personal médico y
asistencial en general, se precisa de la unión. De esa unión que no cesa en la
afirmación de la libertad y la democracia.
La calidad de la vida
del venezolano en todas las regiones del país se desvanece entre carencias y
embates de enfermedades que dejan entre la población preocupación ante el
cuadro lamentable y triste del sector salud. La irracionalidad desbordada por
los problemas que afectan la salud no cierra las compuertas de la movilización
popular en el fortalecimiento de la unidad nacional. De esa unidad que es un
sentimiento que se refleja en el semblante del hombre y la mujer dignos de una
patria libre y soberana.
Rafael Bello
bello.rafael@yahoo.es
@unidadylagente
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