jueves, 25 de septiembre de 2014

JUAN PÁEZ ÁVILA, CORRUPCIÓN Y DISIDENCIA

Aunque son muchas las investigaciones y su correlativa denuncia que han realizado numerosos periodistas y medios de comunicación, sobre casos de corrupción que han cometido altos funcionarios públicos amparados en la indiferencia o complicidad de los Poderes Públicos, lo que han denunciado ex –altos funcionarios y otros disidentes del chavomadurismo, como el saqueo a la nación a través de Cadivi, por empresarios de maletín, sin responsable alguno, colma los extremos de la corrupción

Cada año, cada mes, cada semana y cada día que transcurre en nuestra accidentada historia contemporánea, los herederos del  Presidente Chávez se empantana en un sistema de corrupción sin precedente alguno, y como en un tremedal de inmoralidades se hunden irremediablemente, del que sólo se salvarán los ingenuos votantes y los disidentes que  creyeron en un cambio pregonado por el discurso altisonante del comandante ¨supremo¨, y que han comenzado a abandonar a los cómplices del engaño ante el increíble desnudo en que los dejan las corruptelas que salen a la luz  pública.

El recurso más valioso con que  contó el extinto Presidente Chávez para vincularse con los sectores populares y con la sociedad nacional e internacional en general, sin duda alguna fue  su discurso de contenido populista y aparentemente revolucionario, que le permitió por cerca de 13 años de gobierno atraer la atención de la mayoría de sus interlocutores, el respaldo de un importante porcentaje de la población y el asombro hasta el temor de muchos de sus adversarios, que no podían determinar su intención de cambio pacífico o de guerra sin cuartel. Transcurrido ya  15 años de un ejercicio de gobierno entre promesas para unos y amenazas para otros, entre pasos atrás y luego adelante según los indicadores de los asesores  políticos del gobierno cubano y la ratificación de las  convicciones ideológicas del dogmatismo estalinista, el país ha comenzado a evaluar a Nicolás Maduro, más por los resultados de su gestión administrativa, que por su verbo violento y mentiroso, cada vez menos convincente.

         La mayoría de los pobres, a quienes el difunto  logró sacar del clóset para enrostrarles su miseria a los gobernantes que le precedieron, acusándolos de  corruptos en el manejo de los dineros públicos, y de haberlos abandonado a su suerte para atender exclusivamente sus intereses personales, los de la oligarquía económica que había contribuido a elevarlos al poder y al imperio americano, siguen siendo pobres, con la excepción de los que Dietrich, el creador del siglo XXI y antiguo asesor ideológico, ha señalado como la boliburguesía  que surgió al amparo de la corrupción, y que constituye una burla a ese pueblo que creyó en las promesas de cambio.

            Y el otro sector de los venezolanos que temió la llegada del comunismo y por lo tanto la confiscación  de sus propiedades, ha sufrido los embates de la arbitrariedad y del militarismo, que desde el poder  que hoy ejerce Nicolás Maduro, para obligarlos a vender sus bienes personales, para fortalecer un Estado capitalista y la nueva oligarquía del dinero formada por amigos y partidarios del Presidente, que se ríen del socialismo del siglo XXI que les permite enriquecerse rápida e ilegalmente.

         Entre los pobres de siempre y los nuevos ricos, el discurso de Maduro se desvanece por fantasioso y demagógico. Los primeros lo abandonan  cuando perciben que no les alcanzan las ayudas cuando les llegan, o los sueldos y salarios que se los traga la inflación. Los segundos, los boliburgueses,  alistan sus maletas para ir a disfrutar sus habilidades inescrupulosas para enriquecerse.    

Juan Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila

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