Aunque
son muchas las investigaciones y su correlativa denuncia que han realizado
numerosos periodistas y medios de comunicación, sobre casos de corrupción que
han cometido altos funcionarios públicos amparados en la indiferencia o
complicidad de los Poderes Públicos, lo que han denunciado ex –altos
funcionarios y otros disidentes del chavomadurismo, como el saqueo a la nación
a través de Cadivi, por empresarios de maletín, sin responsable alguno, colma
los extremos de la corrupción
El
recurso más valioso con que contó el
extinto Presidente Chávez para vincularse con los sectores populares y con la
sociedad nacional e internacional en general, sin duda alguna fue su discurso de contenido populista y
aparentemente revolucionario, que le permitió por cerca de 13 años de gobierno
atraer la atención de la mayoría de sus interlocutores, el respaldo de un
importante porcentaje de la población y el asombro hasta el temor de muchos de
sus adversarios, que no podían determinar su intención de cambio pacífico o de
guerra sin cuartel. Transcurrido ya 15
años de un ejercicio de gobierno entre promesas para unos y amenazas para
otros, entre pasos atrás y luego adelante según los indicadores de los asesores políticos del gobierno cubano y la
ratificación de las convicciones
ideológicas del dogmatismo estalinista, el país ha comenzado a evaluar a
Nicolás Maduro, más por los resultados de su gestión administrativa, que por su
verbo violento y mentiroso, cada vez menos convincente.
La mayoría de los pobres, a quienes el
difunto logró sacar del clóset para
enrostrarles su miseria a los gobernantes que le precedieron, acusándolos
de corruptos en el manejo de los dineros
públicos, y de haberlos abandonado a su suerte para atender exclusivamente sus
intereses personales, los de la oligarquía económica que había contribuido a
elevarlos al poder y al imperio americano, siguen siendo pobres, con la
excepción de los que Dietrich, el creador del siglo XXI y antiguo asesor
ideológico, ha señalado como la boliburguesía
que surgió al amparo de la corrupción, y que constituye una burla a ese
pueblo que creyó en las promesas de cambio.
Y el otro sector de los venezolanos que temió la llegada del comunismo y
por lo tanto la confiscación de sus
propiedades, ha sufrido los embates de la arbitrariedad y del militarismo, que
desde el poder que hoy ejerce Nicolás
Maduro, para obligarlos a vender sus bienes personales, para fortalecer un
Estado capitalista y la nueva oligarquía del dinero formada por amigos y
partidarios del Presidente, que se ríen del socialismo del siglo XXI que les
permite enriquecerse rápida e ilegalmente.
Entre los pobres de siempre y los
nuevos ricos, el discurso de Maduro se desvanece por fantasioso y demagógico.
Los primeros lo abandonan cuando
perciben que no les alcanzan las ayudas cuando les llegan, o los sueldos y
salarios que se los traga la inflación. Los segundos, los boliburgueses, alistan sus maletas para ir a disfrutar sus
habilidades inescrupulosas para enriquecerse.
Juan
Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila
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