La repulsa general
contra Israel es por desconocimiento, el público no se informa cuidadosamente,
“no percibe matices” decía Borges. Cuando una “verdad” es tajantemente aceptada
por la mayoría, generalmente es un error, porque la mayoría carece de educación
y cultura.
Es más fácil caer en la propaganda yihadista, no vaya a ser y te
acusen de “sionista”, aunque el acusador tampoco sepa exactamente qué significa
el término, ni quién era Theodor Herzl.
La intelectualidad
también repudió, Vargas Llosa condenó omitiendo información y apelando a un
bien utópico, absoluto, uno que prescinde de un mal menor para evitar la
calamidad total. El nobel esta vez quedó del lado de los dictadores
socialistas. Al escritor, en su intento por abarcar al planeta con su
encumbrado prisma, no le vendría mal recordar el verso de Benedetti: “no creas
lo que te cuentan del mundo, el mundo es incontable”.
La izquierda abominó virulentamente. Llevan más de medio siglo con el mantra que culpa a Israel y Estados Unidos de todos los males. La “sosegada idiotez” que proviene del dogma comunista, hace que estos pensadores no señalen las brutalidades de los regímenes totalitarios, sean islámicos o socialistas. Consigue además que nunca se formulen las preguntas importantes y que no tengan la valentía de oponerse a su ortodoxia para defender la verdad.
Una sociedad
civilizada se rige por la ley no por la moral. Los niños masacrados son un acto
moralmente condenable, pero para señalar al asesino primero debemos probarle el
motivo. Un genocida nunca avisa a la población civil antes de atacar. El odio
que hoy arrasa pueblos en Siria e Irak, es el mismo que ha jurado acabar con el
pueblo israelí. Bajo esa meta “suprema”, los terroristas musulmanes sacrifican
a sus propios inocentes. Si la misión de Israel fuera exterminar palestinos –
con su poderío militar – no quedaría ninguno sobre Gaza.
Las muertes son
responsabilidad de Hamas. Israel bombardeado con 20,000 cohetes por más de una
década tiene la obligación de defenderse, aun cuando su enemigo se parapete
tras escuelas y hospitales. Su ineludible derecho a defenderse, que incluso se
les achaca a los judíos como debilidad durante el exterminio nazi, lo concluye
mejor Daniel Finkelstein: “La opinión mundial no salvó la vida de Anne Frank,
aunque hoy el mundo entero llore por ella”.
Frente a un
conflicto denso y ancestral como el de Israel y su vecindario árabe o el
bullying fascista que ejercen los intelectuales del socialismo de cualquier
siglo. Los que pensamos distinto, tenemos la obligación de no aceptar como
convicciones propias la orientación doctrinaria, de vencer el miedo a la
impopularidad, la opinión dominante o el poder establecido, para ejercer la
crítica, cotejar los hechos y denunciar a la mentira cabalgando sobre el lomo
de la verdad.
En comparación con
sus vecinos la nación hebrea es abierta, democrática, tolerante, dedicada al
arte, la ciencia y la cultura. 194 premios nobeles judíos lo prueban (contra
quizás 7 árabes). Se estima que si Gaza utilizara la ayuda para su desarrollo,
hoy fuera la Singapur de Oriente medio y Hamas no tuviera jerarcas como Khaled
Mashal, cuya fortuna en Qatar está estimada en $2,500 millones de dólares.
Aunque en la vida
lo más triste no es ser pobre sino ignorante, cada quien puede creer lo que le
plazca. Al final, el desconocimiento no nos exime, porque como bien lo indica
Milan Kundera, todos somos responsables de nuestra propia ignorancia.
Francisco
Javier Gutiérrez
fcojaviergutierrez@sbcglobal.net
La
Vanguardia.com
http://blogs-lectores.lavanguardia.com/jocotescocidos/?p=250
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