Más
que ironía es franca hipocresía, el ir a Nueva York a hablar de socialismo, de
igualdad, de lucha contra la pobreza, de ecología y de revolución social –los
temas favoritos de Maduro–, y al mismo tiempo gastar fortunas en una numerosa
comitiva, en hoteles de lujo, en onerosa publicidad, y en la buena y cara vida
de la Gran Manzana.
Según
los datos proporcionados por el diputado Carlos Berrizbeitia, conocedor a fondo
de los manejos dinerarios de la hegemonía –es decir de lo que está
presupuestado y de lo que no, la comitiva de Maduro fue de 175 personas, lo que
de por sí es un derroche delirante, aún en el caso de que sus gastos fueran
ejemplo de austeridad, lo que desde luego no ocurrió, de acuerdo a la relación
detallada de hospedajes y viáticos, también presentada por el diputado
Berrizbeitia.
Y
nada de eso es de extrañar. Estos jerarcas rojos tienen un discurso que muy
poco o nada tiene que ver con su modo de proceder. Y no sólo dentro de
Venezuela, sino sobre todo cuando viajan al exterior. Y mientras se siguen
dando la gran vida, y no precisamente con los ahorros del trabajo honrado, el
país que depredan se hace cada vez más incapaz de enfrentar sus graves y
crecientes problemas.
Muchos
venezolanos, especialmente entre los jóvenes, pensarán que tales dispendios
públicos siempre han sido así. Pero no siempre… Hace 20 años, en 1994, me
correspondió formar parte de la comitiva oficial del presidente Rafael Caldera
a su viaje a Nueva York a fin de participar en la Asamblea General de la ONU.
El presidente y la señora Caldera se hospedaron en la residencia del embajador
venezolano, para entonces el Dr. Enrique Tejera París.
La
referida comitiva no pasaría de 20 ó 25 personas, incluyendo personal de
prensa, seguridad y diplomacia. Una visita breve, de intensa actividad política
y de promoción del país, y sin gastos superfluos de ningún tipo. Muy distinto
el caso a como se transmutarían las cosas en el siglo XXI. Porque los excesos
grotescos de los viajes oficialistas, dejaron de ser excepción para convertirse
en regla, durante la llamada “revolución”.
Lo
que más transgrede al conjunto de la nación, no son los millones de dólares que
se perdieron en la dispendiosa estadía neoyorquina de Maduro y los suyos. Es la
franca hipocresía que pretende encubrir el medraje y el boato con una retórica
de socialismo. Venezuela en el piso y sus destructores proclamando que quieren
salvar en planeta desde las alturas de New York, New York…
Fernando
Luis Egaña
flegana@gmail.com
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