Plutarco el gran
ensayista griego, cuyas obras están repletas de frases cargadas de enseñanzas,
aseguró con gran acierto que «La ofrenda más aceptable por Dios mismo, proviene
de un corazón agradecido y lleno de alegría».
La Sociedad
Venezolana de Endocrinología y Metabolismo, en el marco de sus actividades Intercapitulares,
seleccionó a esta aldea lindero de la patria grande, para en un ritual cargado
de componentes religiosos, ofrecer a Dios su corazón agradecido y lleno de
alegría de acuerdo a la expresión de Plutarco.
Desde diferentes
escenarios de Venezuela viene este
calificado grupo de especialistas para simultáneamente mostrarnos los
resultados de sus densas investigaciones científicas pero también para hacer la mejor ofrenda que cualquier ser
humano pueda entregar: La Dádiva de la Gratitud.
Un encuentro para
agradecer el extraordinario aporte que ha hecho al desarrollo de la ciencia y
la tecnología el Ingeniero Dumar Ramírez y con este reconocimiento la Sociedad
Venezolana de Endocrinología y Metabolismo, vuelve su mirada a esta tierra
tantas veces excluida y tantas veces marginada.
Gratitud significa
abrir los ojos ante el abanico multicolor de las posibilidades vitales que a
todos se nos ofrecen. La gratitud es confianza en el presente y esperanza en el
futuro: una actitud briosa y festiva, en espera de dones de amor siempre nuevos
e inesperados. Hermoso gesto mediante el cual la Sociedad Venezolana de
Endocrinología y Metabolismo agradece a Dumar Ramírez, razón por la cual los
Tachirenses abrimos la ruana de la gratitud para cobijar con nuestra cordialidad
a esta prestigiosa institución
científica.
El Filósofo y autor
Dramático Gabriel Marcel, afirma que se puede agradecer sólo en primera persona
del plural, por eso en nombre de todos los hijos de la montaña elevo un salmo
de gratitud a la Sociedad Venezolana de
Endocrinología y Metabolismo.
Este singular
acto, de alguna manera abraza a toda la
comunidad venezolana, esto es, a todos los que comparten la hermosa y
arriesgada aventura existencial.
A esta tierra se le
identifica como la aldea de la cordialidad y esta hora es buena para volver los
pasos y recorrer los espacios de
nuestros antepasados para reencontrarnos con los anclajes del ser tachirense.
Lo telúrico condiciona nuestro carácter, nuestra manera de ser y de actuar. Me
atrevo a decir que somos geológicamente Tachirenses. Cuánta razón tenía Briceño
Iragorry cuando afirmaba que a uno «La Patria se le mete por los ojos».
Las alpargatas de
nuestra infancia guardan en su memoria el incansable correteo, cuando en
cualquiera de nuestros pueblos bajamos en desenfrenada correría, acompañando a
las furiosas ventiscas que descienden como grises sinfonías, apenas arropadas
con frágiles ruanas de neblina, corriendo en borbollones espumosos de frío,
para levantar el sueño esperanzado de los labriegos de esta tierra.
La gratitud es sol
que nos recuerda que somos limitados, niños menesterosos a quienes se nos
entrega el mundo como puro regalo.
Un gran pensador de
nuestros días asegura que «Sin pecar de exageración se puede afirmar que no hay
ninguna otra cualidad humana que manifieste mejor la salud interior, espiritual
y moral del que la posee, que su capacidad de agradecer».
Por eso, con la
sencillez de nuestros habitantes de la montaña
agradecemos a todos cuantos han
colocado su desinteresado aporte que ha permitido hacer del Táchira, la casa de
todos. Desde esta villa que es patio y corazón abrimos los brazos para el
abrazo fraterno, a fin de que siempre
habite entre nosotros el alma venezolana y para que sigamos siendo un hogar
vivo inmensamente cálido, puerta íntima
y comunitaria a la eternidad.
Gracias a Dumar
Ramírez y gracias a la Sociedad Venezolana de Endocrinología y Metabolismo.
Cuánto se esconde
detrás de esta palabra, tan corta y significativa: ¡GRACIAS!.
Quien se atreve a
convertirla en actitud de vida, ha encontrado un camino seguro, no sólo para su
propia felicidad, sino para irradiarla a su alrededor. Bien decía Séneca que es
tan grande el placer que se experimenta al encontrar una persona agradecida que
vale la pena arriesgarse a no ser un ingrato.
Debo concluir dando
GRACIAS a Dios, el supremo creador de la vida, por haberme utilizado como
instrumento para darle las GRACIAS a Dumar Ramírez y a la Sociedad Venezolana
de Endocrinología y Metabolismo. Elevamos nuestro Canto de Gratitud a los
organizadores del homenaje y al homenajeado.
Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com
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