domingo, 28 de septiembre de 2014

FELIPE GUERRERO, CANTO DE GRATITUD

Plutarco el gran ensayista griego, cuyas obras están repletas de frases cargadas de enseñanzas, aseguró con gran acierto que «La ofrenda más aceptable por Dios mismo, proviene de un corazón agradecido y lleno de alegría».

La Sociedad Venezolana de Endocrinología y Metabolismo, en el marco de sus actividades Intercapitulares, seleccionó a esta aldea lindero de la patria grande, para en un ritual cargado de componentes religiosos, ofrecer a Dios su corazón agradecido y lleno de alegría de acuerdo a la expresión de Plutarco.

Desde diferentes escenarios de Venezuela viene  este calificado grupo de especialistas para simultáneamente mostrarnos los resultados de sus densas investigaciones científicas pero también  para hacer la mejor ofrenda que cualquier ser humano pueda entregar: La Dádiva de la Gratitud.
Un encuentro para agradecer el extraordinario aporte que ha hecho al desarrollo de la ciencia y la tecnología el Ingeniero Dumar Ramírez y con este reconocimiento la Sociedad Venezolana de Endocrinología y Metabolismo, vuelve su mirada a esta tierra tantas veces excluida y tantas veces marginada.
Gratitud significa abrir los ojos ante el abanico multicolor de las posibilidades vitales que a todos se nos ofrecen. La gratitud es confianza en el presente y esperanza en el futuro: una actitud briosa y festiva, en espera de dones de amor siempre nuevos e inesperados. Hermoso gesto mediante el cual la Sociedad Venezolana de Endocrinología y Metabolismo agradece a Dumar Ramírez, razón por la cual los Tachirenses abrimos la ruana de la gratitud para cobijar con nuestra cordialidad a  esta prestigiosa institución científica.
El Filósofo y autor Dramático Gabriel Marcel, afirma que se puede agradecer sólo en primera persona del plural, por eso en nombre de todos los hijos de la montaña elevo un salmo de gratitud a  la Sociedad Venezolana de Endocrinología y Metabolismo.
Este singular acto,  de alguna manera abraza a toda la comunidad venezolana, esto es, a todos los que comparten la hermosa y arriesgada aventura existencial.
A esta tierra se le identifica como la aldea de la cordialidad y esta hora es buena para volver los pasos y recorrer  los espacios de nuestros antepasados para reencontrarnos con los anclajes del ser tachirense. Lo telúrico condiciona nuestro carácter, nuestra manera de ser y de actuar. Me atrevo a decir que somos geológicamente Tachirenses. Cuánta razón tenía Briceño Iragorry cuando afirmaba que a uno «La Patria se le mete por los ojos».
Las alpargatas de nuestra infancia guardan en su memoria el incansable correteo, cuando en cualquiera de nuestros pueblos bajamos en desenfrenada correría, acompañando a las furiosas ventiscas que descienden como grises sinfonías, apenas arropadas con frágiles ruanas de neblina, corriendo en borbollones espumosos de frío, para levantar el sueño esperanzado de los labriegos de esta tierra.
La gratitud es sol que nos recuerda que somos limitados, niños menesterosos a quienes se nos entrega el mundo como puro regalo.
Un gran pensador de nuestros días asegura que «Sin pecar de exageración se puede afirmar que no hay ninguna otra cualidad humana que manifieste mejor la salud interior, espiritual y moral del que la posee, que su capacidad de agradecer».
Por eso, con la sencillez de nuestros habitantes de la montaña  agradecemos  a todos cuantos han colocado su desinteresado aporte que ha permitido hacer del Táchira, la casa de todos. Desde esta villa que es patio y corazón abrimos los brazos para el abrazo fraterno, a fin de  que siempre habite entre nosotros el alma venezolana y para que sigamos siendo un hogar vivo inmensamente cálido,  puerta íntima y comunitaria a la eternidad.
Gracias a Dumar Ramírez y gracias a la Sociedad Venezolana de Endocrinología y Metabolismo.
Cuánto se esconde detrás de esta palabra, tan corta y significativa: ¡GRACIAS!.
Quien se atreve a convertirla en actitud de vida, ha encontrado un camino seguro, no sólo para su propia felicidad, sino para irradiarla a su alrededor. Bien decía Séneca que es tan grande el placer que se experimenta al encontrar una persona agradecida que vale la pena arriesgarse a no ser un ingrato.
Debo concluir dando GRACIAS a Dios, el supremo creador de la vida, por haberme utilizado como instrumento para darle las GRACIAS a Dumar Ramírez y a la Sociedad Venezolana de Endocrinología y Metabolismo. Elevamos nuestro Canto de Gratitud a los organizadores del homenaje y al homenajeado.
Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com

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