"Y apareces tú
vendiendo el último jirón de juventud,
cargándome otra vez la cruz.
¡Cruel en el cartel, te ríes, corazón!
¡Dan ganas de balearse en un rincón!"
Homero Expósito
Con la publicación de la encuesta permanente del Observatorio de
la Deuda Social, dependiente de la Universidad Católica Argentina (UCA),
encontré un nuevo justificativo para la indignación que se reflejó en mi
columna anterior -"Crímenes, canutos y aprietes"-, agravada por las
estúpidas descalificaciones que Koki Kapitanich hiciera al respecto. Señaló el
estudio que nada menos que el 40% de los argentinos menores a 18 años no
consigue satisfacer sus necesidades básicas, con especial énfasis en el Gran
Buenos Aires.
El viernes desayuné más indignado aún. Las nuevas normas
educativas de la Provincia de Buenos Aires que, en la práctica, prohíben
aplazar a los alumnos de primaria son, literalmente, una animalada. La
decadencia terminal de la educación en la Argentina se debe medidas populistas
como ésta, que los sucesivos gobiernos van acumulando una encima de otra y,
sobre todo, al imbécil ideologismo que impregna a los sindicatos docentes.
Hemos permitido, mirando para otro lado, que se condenara a las
futuras generaciones al fracaso más absoluto, porque la ignorancia les impedirá
insertarse en un mercado laboral que, cada vez más, exige conocimiento y
especialización. Por lo demás, me surge una inquietud: si, con el sistema de
notas y aplazos, Sarmiento y sus sucesores pudieron hacer que tuviéramos un
nivel de excelencia en la educación, internacionalmente reconocido, ¿por qué
suponen estos cretinos que nivelando hacia abajo revertirán la terrible
situación actual?
Pero volvamos al tema concreto de esta columna. Néstor Kirchner
(q.e.p.d.) y su viuda, la actual Presidente, resultaron esenciales a la hora de
privatizar YPF, a punto tal de trabajar intensamente en convencer a los
restantes gobernadores involucrados y llegar al extremo de enviar al avión
sanitario de la provincia a recoger a un legislador del norte para llegar al
quorum necesario para aprobarla. Claro que ese gesto fue retribuido por Menem
con el pago de la suma de quinientos millones de dólares a Santa Cruz que, por
consejo de Cavallo y con la intervención de muchos intermediarios (hoy
sospechados de lavado de dinero), fueron fugados al exterior y depositados en
cuentas ¡a nombre personal del finado!
Los avatares -y la falta de vergüenza- de la política hicieron
que, en la década "ganada", ambos cónyuges abjuraran de su declarada
admiración por el riojano y por su Ministro de Economía, y construyeran parte
de su poder parados sobre feroces críticas a los 90's, un período que, según
esta nueva óptica, generó todos nuestros males actuales, a partir de la venta
de las "joyas de la abuela", casi todas las empresas públicas.
Hoy, sumida en la desesperación por la desaparición de las
reservas internacionales (un fenómeno causante de la caída de varios
presidentes en el pasado) y cercada por los frutos de su nefasta actitud frente
al mundo, que le impide acceder a los mercados voluntarios de crédito, la viuda
se aferra al único tronco que, en su visión, le permitirá flotar, hasta el
final de su mandato, en el río que ella misma y los inexpertos y torpes niñatos
a los que puso a conducir la economía han revuelto hasta extremos impensados.
La brutal crisis que el gobierno del "socialismo del siglo
XXI" produjera en Venezuela impide que sigan llegando dólares desde
Caracas; China parece haberse convertido, así, en el único sostén al que apelar
cuando ya todo, en la Argentina frente al mundo, se ha quemado por los
desmanejos en materia de política exterior. Para verificarlo, basta recordar el
penoso proceso del memorandum firmado con Irán, la identificación oficial con
los terroristas de Hamas, o el actual desprecio argentino al boicot económico
que la Unión Europea impusiera a Rusia por la guerra que lleva adelante contra
Ucrania, que probablemente nos cueste toda relación comercial con el bloque.
Producto de esa desesperación y de la mala praxis de Cancillería,
y de la necesidad de continuar robando, aparecieron los swaps de intercambio de
monedas, la compra de coches ferroviarios y la propuesta de financiar las
absurdas -por caras, ineficientes y no prioritarias- represas de Santa Cruz,
proyectos rebautizados Cepernic y -¡cuándo no!- Néstor Kirchner. Pero sucedió
lo impensable: la agencia oficial china de calificación de riesgo soberano
determinó que la Argentina está en default y, con ello, todo adquirió ritmo de
cuentagotas.
Y aquí llegamos al meollo. Para aceitar la complicada relación con
el gigante asiático, a nuestra inefable Presidente no se le ocurrió nada mejor
que cerrar un acuerdo que habilita a China a instalar en el sur argentino una
base, con el declarado propósito de investigar el cosmos pero, como tiene
cláusulas secretas -lo mismo que el contrato firmado con Chevron para Vaca
Muerta-, admite la sospecha de uso militar; para agravar la situación, mientras
se grita la consigna "Patria o Buitres" o se despotrica contra la
Justicia norteamericana, la futura base -aunque ya está en avanzada
construcción- estará bajo jurisdicción de los jueces chinos.
En resumen, después de ser cómplice de Menem en la denostada venta
de "las joyas de la abuela", la viuda de Kirchner no hesita ahora en
vender a la madre tierra -un pedazo de la Patria misma- para intentar que el
nivel de reservas internacionales baje hasta la asfixia total y, con ello, se
lleve puesto a su gobierno. ¡Notable parábola! Lo más sorprendente es que no se
haya producido ya una explosión popular de rechazo a la iniciativa, como la que
acompañó, apoyándolo, el desembarco en Malvinas, cuando en ambos casos se trata
de compromisos del territorio nacional. Por lo demás, basta con mirar a Africa
Subsahariana para descubrir, rápidamente, qué sucede cuando el gigante asiático
se hace con las commodities (sean cereales, minerales, energía) de un país, ya
que las necesita como el aire para alimentar su crecimiento. Sin embargo, en la
nube de flato que puebla la mente del kirchnerismo, habremos cambiado así a los
perversos yankees por los benefactores chinos.
Para colmo de males, el miércoles la Cámara de Diputados convirtió
en ley el desacato a las sentencias de tres instancias judiciales que el mismo
Gobierno, hace escasos meses, juró respetar. Aún se desconoce qué efectos
concretos tendrá este disparate para la Argentina y para los funcionarios
responsables, pero pretende transformarse en una gigantesca auto-amnistía por
los ya denunciados delitos que se habrían cometido en los canjes de 2005 y
2010; recordemos, a mero título de ejemplo, que en este último Guita-rrita está
siendo investigado por sus negocios con Arcadia, una financiera que, asesorando
a los tenedores de bonos en default, le dictó las condiciones en que se realizó
la operación.
Dejo para el final lo único tragicómico de la semana. Un año
después de anunciar, con bombos y platillos y cientos de aplaudidores
compulsivos y rentados que la isla Demarchi se transformaría en un nuevo polo
cultural dedicado, en especial, a la industria cinematográfica, la señora
Presidente de los cuarenta millones de imbéciles en que nos hemos transformado
los argentinos nos sorprendió, con el mismo coro de palmas, al decir que allí
se construiría la torre de departamentos y oficinas de lujo, con shopping,
cines, etc., más alta de América Latina.
El faraónico proyecto que exhibió es de un delirio tal que debe
ser comparado, sin dudar, con aquél avión estratosférico que nos permitiría
viajar en cuatro horas a Japón. Hasta el marco se parece pues, mientras Menem
no tuvo reparos en anunciarlo en una escuela rural de esas que ni piso de
concreto tienen, doña Cristina lo hizo el mismo día en que la UCA diera a
conocer su lapidario informe.
Tal vez, estos parecidos se deban a la identidad
peronista de ambos, ese movimiento político que, habiendo gobernado la Argentina
casi ininterrumpidamente en los últimos veinticinco años, no consigue explicar
por qué el país (sobre todo, el Gran Buenos Aires) se encuentra en este estado
de postración, decadencia y miseria.
Enrique Guillermo Avogadro
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
Twitter: @egavogadro
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