“El gobierno es como un bebé. Un canal alimenticio con gran apetito en un extremo y ningún sentido de la responsabilidad en el otro”. Ronald Reagan
Realmente,
doña Cristina merece un fuerte aplauso. Amén de conservar el centro del
escenario, y mediante una módica suma en subsidios a los colectivos, desactivó
el paro de la UTA y, con esa pequeñez, consiguió quitar mucha visibilidad a la
protesta que, el jueves, realizaron las CGT Azopardo y Azul y Blanca, la CTA
opositora y un variopinto abanico de organizaciones y partidos de izquierda.
Por la noche, esa reducción en el impacto visual que generó la presencia de
transporte público, permitió que la discusión acerca de las trascendentes
razones que motivaron la medida se transformara en una televisiva guerra por
porcentajes de éxito o fracaso.
La
verdad es que quedó confirmado que la primera preocupación de los argentinos
hoy es la pérdida del empleo, en medio de una recesión imparable, especialmente
porque el Gobierno no tiene un plan para combatir la inflación (es más, no hace
más que incentivarla) y, aunque consiguiera pergeñarlo, carece de lo esencial:
la confianza pública; sin ella, no hay plan que pueda tener éxito.
Además,
la Presidente consiguió que el plenario de comisiones del Senado firmase un
dictamen, que será llevado al plenario en los próximos días y seguramente
aprobado con la mayoría automática de la que dispone, y que, en la práctica, hará
caer a nuestro país en desacato a las sentencias de la Justicia de Estados
Unidos, que tanto don Néstor (q.e.p.d.) como la propia Presidente escogieron
para reestructurar la deuda; lo más curioso –e irritante- es que el Gobierno se
había comprometido hace pocos meses, cuando intentó que la Corte Suprema
norteamericana reviera los fallos de primera y segunda instancia, a cumplirlos
a rajatabla si la resolución le resultaba desfavorable.
La
declaración del desacato –un delito en todas las legislaciones- producirá
algunas consecuencias graves pero, por ahora, desconocidas. Creo muy difícil
que la Argentina, como nación soberana, pueda ser sancionada de algún modo, más
allá de los innegables problemas que traerá aparejada la imposibilidad de acceder
a los mercados de capitales de la principal plaza financiera mundial. Pero me
pregunto (y sugiero que, antes de convertirla en ley, los legisladores
reflexionen sobre el tema) qué puede suceder con los funcionarios argentinos.
Si
entendemos que las personas jurídicas –el Estado argentino es una de ellas- no
cometen delitos (lo hacen las personas físicas que los administran), los
responsables del desacato –la Presidente excluida, por su inmunidad- podrían
ser pasibles de condenas que, eventualmente, llevarían a su pedido de captura
internacional. ¿Se imagina usted a Bambino Kiciloff, a Coqui Capitanich y a
tantos otros condenados a no traspasar nuestras fronteras?
El
proyecto contiene, como siempre en la etapa kirchnerista de la Argentina, gato
encerrado. Su artículo 1° convalida todo lo actuado en los canjes de deuda de
2005 y 2010; esta última está siendo investigada por la Justicia por el negocio
que se habría generado entre Guita-rrita Boudou y una consultora –Arcadia- que,
desde ambos lados del mostrador, dictó las condiciones de la reestructuración,
haciendo un enorme negocio por la disposición de información privilegiada. En
buen romance, se trata de una ley de auto-amnistía para el primer escalón del
Estado, pues todos sabemos que aquí nadie hace nada sin el visto bueno de la
familia imperial.
Sin
embargo, la noticia de la semana, que pasó casi desapercibida, fue la
declaración pública de la Juez Servini
de Cubría, que investiga los nexos entre el tráfico de efedrina y el Gobierno;
recordemos que los laboratorios implicados financiaron la campaña de doña
Cristina. La Juez dijo que, si no le respondían brindando la identidad de los
funcionarios que hicieron o recibieron llamadas de los contrabandistas, estaba
dispuesta a allanar la Casa de Gobierno. Ya las sospechas que involucran al ex
Jefe de Gabinete y actual Senador por el FpV, Anímal Fernández, son vox populi
hace mucho tiempo. De concretarse la escandalosa medida anunciada, repercutirá
fuertemente sobre la actual campaña electoral, trastocando tal vez el orden de
prelación de los candidatos, además de complicar más la imagen de la Argentina
en el mundo.
Llamó
mucho la atención que uno de los fiscales federales más prestigiosos, hasta
ahora, no instara la acción penal –lo cual llevó al sobreseimiento de la causa-
contra Bóvedas Báez, aduciendo la falta de pruebas en la denuncia de haber
transformado la caja fuerte de su sótano en bodega; lo extraño, es que existen
declaraciones de obreros que hicieron ese trabajo, y fotos y filmaciones que
daban cuenta clara de los hechos. Por eso, cabe preguntarse si Marijuán no
habrá sido objeto de amenazas tan irresistibles (¿sobre su familia, quizás?)
que lo hayan obligado a dictaminar como lo hizo; en este país de mafias en que
nos hemos convertido, todo es posible.
En
otro orden de cosas, también me pregunto si la desaparición de las computadoras
de un automóvil de Guita-rrita, utilizado en la oportunidad por su novia, fue
en realidad un auto-robo. Si así hubiera sido, el Vicepresidente tendría la
excusa ideal para extorsionar a doña Cristina, en una tentativa de garantizar
su impunidad ante el siniestro panorama que ofrece su situación judicial,
aduciendo que los grandes secretos que posee estaban en los artefactos
“desaparecidos”. El propio vehículo involucrado puso a Boudou bajo una nueva
sospecha, que está siendo investigada en los tribunales de Comodoro Py, ya que
podría ser parte de la coima que se le habría pagado por la compra de 19 autos
de alta gama, sin licitación, cuando era Ministro de Economía.
Volviendo
a los temas económicos, sigue llamando mi atención la inacción y el silencio de
los “presidenciables” frente a la monumental crisis que está golpeando a la
Argentina, exclusivamente debida a la mala praxis gubernamental, a cargo de
Bambino y su equipo de niñatos inexpertos. Parecen, todos, no percibir que los
problemas se profundizarán, y mucho, durante los dieciséis meses que restan
hasta diciembre de 2015, complicando al sucesor: aumentará el déficit fiscal,
se disparará la emisión de dinero, las reservas caerán, se profundizará la
recesión, crecerán los problemas energéticos, se incrementarán la pobreza y la
indigencia, caerá el empleo, se depreciará más el peso, y nos aislaremos, aún
más si cabe, del mundo civilizado.
Todos
esos factores, que el Gobierno se empeña en ignorar no llevarán a una crisis de
iguales características que la del 2001, ya que el endeudamiento externo –si se
arregla de algún modo la crisis de los holdouts- es sensiblemente menor que
entonces y los bancos, por ahora, no tendrán problemas con los escasos
depósitos en dólares y, ante una eventual corrida bancaria de pesos, siempre
existirá la máquina de imprimir. Pero será, a mi entender, mucho más grave.
Basta,
para coincidir, recordar que, cuando Fernando de la Rúa abandonó la
Presidencia, disponíamos de una importante capacidad industrial y energética
ociosa y de uno de los sistemas de comunicaciones más adelantados, mientras que
hoy todo eso es cosa del pasado: hemos perdido el auto-abastecimiento
energético y dependemos cada vez más de las importaciones de combustibles; la
infraestructura caminera, portuaria y ferroviaria, que ya eran pobres, han
colapsado; somos el país más atrasado en tecnología telefónica y electrónica de
la región; el equipamiento de las fuerzas armadas ha dejado de existir; la
salud y la educación pública se han deteriorado enormemente; el narcotráfico ha
proliferado, patrocinado desde los más altos niveles del Estado, y nos ha
convertido en el mayor consumidor de cocaína y de drogas sintéticas de la
región y en el segundo exportador; los índices de pobreza e indigencia, después
de la década más favorable de nuestra historia en términos económicos, son
similares a los de 2000; tenemos un fenomenal problema con la deuda, y, para
colmo de males, el precio de la soja continúa cayendo en los mercados
internacionales, complicando todavía más el panorama financiero de los próximos
meses y años.
De
todas maneras, la principal herencia maligna que dejará el kircherismo será, sin
dudas, la peor división social que recuerde nuestro pasado reciente; para
compararla, deberíamos retroceder hasta los 50’s o 70’s. Será difícil, como lo
demuestra que aún no se hayan sanado las heridas del último período mencionado,
cerrar la brecha de odio que don Néstor y su viuda nos legarán.
Resta
saber si ese odio que emana desde la Casa Rosada hacia una ciudadanía que no ha
entendido los relatados logros de la pareja permitirá que la inevitable
transición sea pacífica o violenta. Esa es la cuestión, de cara a los próximos
años.
Enrique
Guillermo Avogadro
ega1avogadro@gmail.com
@egavogadro
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