sábado, 6 de septiembre de 2014

DOUGLAS JÁTEM VILLA, LA DESTRUCCIÓN TRILLADA

Es algo muy sabido que la calidad de vida de cualquier ser humano en cualquier parte del mundo depende, en medida muy importante, de su capacidad para consumir lo necesario para preservarla, y esto significa muy concretamente que depende de la calidad de la economía de su colectividad, porque ésta determina si la persona puede disponer del dinero necesario para adquirir los bienes y servicios requeridos, y también si éstos están disponibles.

Se puede ver fácilmente que depende de que las personas perciban remuneración por los servicios de todo tipo que les prestan a las empresas, incluyendo el trabajo y el aporte de fondos para el financiamiento de sus operaciones, y por otro lado, de que éstas produzcan lo que se requiere.
Más precisamente, depende de que se desarrollen normalmente las relaciones económicas, demanda y oferta básicamente, entre las personas, o familias, y las empresas; y todavía más precisamente, depende de que las empresas realicen las inversiones que generan los puestos de trabajo y la producción de bienes y servicios.
Es fácil deducir que una clave del bienestar humano es posibilitar y estimular esta inversión, la cual tiene que ser naturalmente rentable y permanente en el tiempo de vida de la gente, y en consecuencia es fácil deducir que el sistema económico debe ser el capitalismo, algo sembrado con la Revolución Industrial.
Es algo tan natural como que el sistema político tiene que ser la democracia, algo sembrado con las grandes revoluciones, especialmente la francesa y la estadounidense.
La identificación de la familia y la empresa hace que lógicamente surja la pregunta relativa al papel del estado, del gobierno, cuya respuesta es, fundamentalmente, establecer las leyes y/o normas, las reglas de juego, que posibilitan y garantizan que las relaciones económicas entre las personas y las empresas se desarrollen normalmente y en condiciones de competitividad tales que nadie pueda aprovecharse indebidamente de otro, y asistiendo a los más necesitados para asegurarles su oportunidad igualitaria al bienestar.
Al gobierno le corresponde, a través del instrumental legal, prevenir y evitar las desviaciones del capitalismo salvaje, las ganancias exorbitantes, inmorales e ilícitas; la destrucción del ambiente. Por otro lado, además de esta especie de infraestructura jurídica o legal, el gobierno debe construir también la infraestructura física que sirve de asiento a las actividades del país, de las familias y las empresas. Lamentablemente, hace ya cerca de 200 años, Carlos Marx convirtió un buen diagnóstico en un pésimo tratamiento, y desconoció la capacidad del capitalismo, demostrada a lo largo de esta historia, para superar y corregir sus desviaciones, al igual que la democracia ha demostrado que también puede corregir las suyas.
La historia enseña que los problemas y males del capitalismo y la democracia no se enfrentan y superan eliminado estos sistemas, sino reformándolos y ajustándolos en la medida y dirección necesarias. Marx completó su equivocación pronosticando la desaparición del capitalismo y el surgimiento del comunismo, algo que ya si desapareció.
Muy dolorosamente, unos pseudo marxistas amarrados ideológicamente a la historia tomaron el poder en Venezuela, con unos cuantos “vivos” pescando la riqueza inmoral y exorbitante como nunca, y se han dedicado durante casi 16 años a destruir las relaciones económicas normales entre las personas y las empresas, a destruir la capacidad de los venezolanos para consumir lo necesario para preservar la vida.
Estos “gobernantes marxistas” han querido destruir el capitalismo empezando por las empresas, y de esa manera, con expropiaciones e intervenciones, con precios inferiores a costos y sin divisas para importar lo necesario para producir localmente y lo que no se produce aquí, atentan contra el empleo y el ingreso de las familias, y contra la producción y disponibilidad de los bienes y servicios.
Para colmo de males, pretendieron que el gobierno podía sustituir las empresas, y los venezolanos hemos sufrido impotentes su destrucción., como en los caos emblemáticos de PDVSA y SIDOR. Si se tiene presente también la manera irresponsable, clientelar y corrupta como se ha dilapidado y robado el ingreso fiscal del pueblo de Venezuela, del cual se apropió indebidamente el presidente, y el cual solo por exportación de petróleo ha sido de un billón de dólares, se puede ver fácilmente que el mismo gobierno que elimina la oferta de bienes y servicios, le posibilita a los venezolanos comprar lo que no está disponible, lo que escasea, lo que registra una fuerte y natural elevación de precios, acompañada por otro lado,  por otra fuerte y natural elevación de los niveles de escasez y desabastecimiento.
Entonces se ve claramente que una obcecación pseudo idelógica de una persona, y el interesado acompañamiento de otros, ha producido desempleo, empobrecimiento, escasez e inflación, entre tantos males, al pueblo de Venezuela.
La conclusión es que Venezuela debe ser un país en el cual las familia y las empresas se relacionen en forma normal y competitiva en el ámbito económico, el cual debe ser capitalista con responsabilidad social y moral; se estimule la inversión, y el gobierno asegure la vigencia de las leyes que significan la normalidad en las relaciones económicas, las cuales deben significar igualdad de oportunidad al bienestar para todos; contribuya con esta normalidad, por ejemplo, no incurriendo en deficit fiscal que genera inflación; construya la infraestructura general que requiere el país y otras.
Douglas Jatem Villa
djatem@gmail.com
@djatemv

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