La Asamblea debe recuperar sus funciones constitucionales, legislar y controlar
Una
nueva mayoría nacional es el objetivo del cambio en las parlamentarias de 2015,
único escenario real, práctico de lucha por el poder en este momento. Será un
instante crucial como las anteriores elecciones. Si venden Citgo podrán quemar
una incalculable fortuna en la campaña y paradójicamente el despilfarro
profundizará las variables que hunden la nave y que escapan de sus manos:
inflación, devaluación, escasez, recesión, que anuncian un 2015 caótico. Para
convertir ese gran desencanto en votos, la fuerza de cambio debe revolucionarse
internamente, transformar su discurso y su relación con las bases que han acompañado
al gobierno. Sus acciones, palabras y gestos deben martillar que el camino es
democrático, constitucional, pacífico y electoral para enfrentar la deriva
autoritaria y que por sobre todas las cosas reivindica el diálogo entre
opuestos como única vía política civilizada. El diálogo no es una táctica, sino
la esencia de lo que se predica, la democracia moderna.
En
el cuadrilátero dos contrincantes golpeados, cejas partidas y señales de
cansancio. El gobierno menoscabó sus bases por la antipolítica económica,
frustra a quienes confiaron en él. Según estudios entre 68% y 82% lo
culpabilizan. La nueva mayoría no propiciará inestabilidad, desorden,
violencia, que la sociedad se fragmente de nuevo en dos bloques
irreconciliables, ni que se derrame sangre, lo que es del interés del gobierno
para su marketing de espejitos ideológicos e ilusiones de distracción.
Algunos
creen que el miedo puede llevarlos a dar un hachazo a la Constitución y
suspender el proceso electoral, aunque sería demasiado escandaloso. Lo más
seguro es que quién sabe. Grupos opositores divididos, resentidos, llenos de
aprehensiones y rencores entre sí, tienen dificultades para cosechar el
momento.
Sembradores
de cenizas
Esperanza,
no amenaza. Independientemente del lenguaje que use la revolución para atacar,
-su naturaleza es violenta-, una nueva mayoría instalará el respeto por el
adversario para vivir en una democracia normal como Brasil, Chile, Perú,
Colombia, Panamá o México, donde no se persigue a nadie. Eso implica desterrar
cualquier significante de venganza. Hacer las cosas bien facilitará la
posibilidad del triunfo, pero no lo asegura. Erráticos, con poca experiencia y
conocimiento del hacer político, algunos convierten diferencias tácticas
normales en odio, envilecen la controversia corriente, esencia de la política
moderna ¿Cómo lograr que ciertos grupos, a veces influidos por el gobierno sin
que lo sepan, entiendan que lo normal en la lucha por el poder es debatir y
consultar, y no en distracciones del plan central: la batalla de 2015, sin más
invenciones pueriles?
Hay
ingenuos exasperados que juegan a la violencia en las redes, una especie de
playstation con risibles e impotentes amenazas al gobierno y a sectores de la
oposición, la extravagancia de partes de combate de una guerra de las galaxias
que revela mentes infantiles, extraviadas. Siembran cenizas y pesimismo,
aniquilan el espíritu de combate. Insultan a los que ven fútbol o hacen cola
para comprar alimentos. Si no fuera por la tragedia a la que inducen a otros,
serían un sketch humorístico. Cualquiera que se asome a esas cuentas en las
redes podría imaginarse cuál sería el aterrador papel de estos cheguevaritas,
la guerrilla virtual, en un improbable gobierno regido por ellos. Pero en el
cambio predominan dirigentes con capacidad, lucidez, ecuanimidad y los equipos
necesarios para superar la desgracia de las mayorías, que no utilizarán
tribunales para perseguir adversarios políticos, como hacen hoy contra Leopoldo
López, Sairam Rivas (víctima de una deplorable conspiración) y tantos otros,
porque eso es terrorismo judicial.
Al
rescate de la AN
Ponen
como sine qua non condiciones electorales óptimas al tiempo que
pa-radójicamente insisten en que "en Venezuela hay una dictadura".
Deberían vivir en Noruega, Dinamarca, Canadá, Suecia, Australia y Holanda y
regresar cuando aquí haya triunfado la institucionalidad. Desgraciadamente a
los venezolanos de este tiempo tocó desafiar una autocracia plebiscitaria, transitar
por calles inseguras, recibir atropellos del Estado, carecer de bienes
esenciales, enfrentar la amenaza del totalitarismo y eso no se vencerá con
quejidos, ni llantos, ni pegando a la familia, ni con insultos destemplados por
las redes desde el pie de un cocotero. Una nueva mayoría aprobará el conjunto
de medidas legislativas en materia social y económica de emergencia para
detener los daños de las atolondradas decisiones oficiales.
La
Asamblea debe recuperar sus funciones constitucionales, legislar y controlar y
no ser una oficina para los errores del gobierno. En ella tendrán que convivir
maduristas, chavistas, opositores y cualesquiera otros sin agavillamientos.
Desde ahora debe enfrentarse nacional e internacionalmente el ventajismo, el
uso de los recursos públicos, el amedrentamiento y la intimidación a la
disidencia con la fuerza pública e irregulares armados. Los elementos que
adulteran el proceso electoral son: voto asistido, doble o triple cedulación,
coacción por la fuerza a electores y testigos de mesa, y carencia de éstos
últimos. El Arzobispo Desmond Tutú pedía a los exaltados de la oposición
surafricana: "baja la voz y mejora los argumentos".
Carlos
Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@carlosraulher
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