He
sostenido que para nuestra transición hacia la democracia, es conveniente
analizar lo ocurrido durante los años 80 del siglo pasado, en los seis
satélites comunistas de la Europa Oriental que se liberaron del dominio
soviético en 1989 (La Transición, Tal
Cual 21/06/14). Abundantes son las similaridades del modelo marxista ensayado
en dichos países, con la revolución bolivariana. Es el más parecido al que se
trata de instalar aquí, con sus diferencias obvias de carácter histórico y
cultural.
Son rasgos que se repiten en ellos insistentemente y que por su grotesca crudeza resultan inconfundibles. Valiosas pueden ser las lecciones que se derivan del análisis de los procesos que condujeron a la vuelta a la democracia de dichos países. ¿A que rasgos nos referimos?
Estados
totalitarios que irrespetaban los derechos humanos y empleaban sistemáticamente todo tipo de
métodos represivos contra la sociedad civil en general. “El comunismo no solo
niega la libertad, te hiere en tu dignidad” (*). En Polonia, cuando estallaron
los conflictos sindicales en las zonas de astilleros, todas fueron ocupadas por
la milicia (milicja), nueva fuerza civil creada por el gobierno socialista,
habiendo correspondido a sus cuerpos motorizados la represión mas intensa.
En
Checoslovaquia, el cronista nos dice: “La mayor parte de la sociedad, la gente
mas despierta e inteligente, fue arrojada al puesto mas bajo. Los hombres
peores, los ignorantes y serviles son la nueva clase dirigente. La depuración
en masa en los periódicos, en la universidad, en la administración publica, en
las artes y en la profesiones, ha trastornado la pirámide social y aniquilado
las conciencias”.
El
empeño de engañar y torcer la realidad a través de la hegemonía comunicacional
y la copiosa propaganda, es otra de las facetas del régimen. “Fue el triunfo de
la mentira como estilo de vida”. Cualquier protesta popular era denunciada por
la agencia soviética Tass, como “contrarrevolución instigada por occidente”.
Solo existían medios de comunicación social
sometidos a autocensura, y el
secretismo mas extremo era un estilo que dominaba todos los asuntos públicos.
Fueron
regimenes policiales donde los servicios
de espionaje estaban masificados. La Stasi en Alemania Oriental, constituyò por
ejemplo, la organización de espionaje con mayor densidad de agentes por cien
habitantes de cualquier país del mundo.
La
política económica endeudaba pesadamente a las generaciones futuras, no
generaba crecimiento y causaba inflación
permanente. Por ende la pobreza continuó
expandiéndose.
El
mercado socialista se caracterizaba porque todos los precios estaban
controlados, supuestamente para beneficiar al proletariado, pero en las empresas estadales de escasa
productividad por su mediocre gerencia,
solo se generaban productos de baja calidad; existía racionamiento y escasez permanente de
la mayoría de rubros, quizás con la
excepción del vodka. No hay, “nie ma” en
polaco, solían ser las palabras que mas
se oían en los mercados. La escasez de alimentos fue casi total en Rumania y
Polonia y menos intensa en Alemania Oriental y Checoslovaquia que tenían las
economías mas desarrolladas. Una nota distintiva la constituían las largas colas en los almacenes para
adquirir los bienes básicos. Se estableció entonces la figura del jefe de cola,
para ordenar a los parroquianos. En estos regimenes las colas además de
instituciones permanentes, constituyen “un instrumento de poder para mantener a
los ciudadanos en un estado de sometimiento psicológico y desmoralización
constante.”
Dentro
de ese estado de cosas la corrupción afloraba indeteniblemente. No era posible establecer tal número de
controles, sin que al final prevaleciera una corrupción generalizada dentro de
la cual no hay trámite posible, sin la ayuda de la correspondiente coima. El
mercado negro de dólares era rampante en todos los países inclusive en la Unión
Soviética. Llegar a adquirir un vehiculo o una vivienda decente, después de
muchos años requería pasar por numerosos peajes.
Las
situaciones comentadas, son las que se viven cotidianamente en Venezuela en la
actualidad. No constituyen meras coincidencias, ni son obras de la casualidad.
Son el resultado comprobado del fracaso del sistema comunista que lentamente se
ha venido instrumentando en el país desde 1999. Ello no puede sorprendernos. Si
alertarnos, que de no tener la suficiente templanza como sociedad para
suspender a corto plazo ese nuevo ensayo marxista, el futuro que nos aguarda es
muy poco auspicioso.
No obstante, el poder represivo de los gobiernos de los satélites socialistas de Europa Oriental, que los hacían parecer imbatibles, cayeron sin derramamiento de sangre, ni golpes militares, solo por el coraje y visión de su liderazgo emergente y la presión incontenible de sus pueblos.
(*)
Todas las referencias corresponden a Luigi Geninazzi, La Atlántida Roja, 2014,
Ediciones Rialp, Madrid.
Arnoldo
Gabaldón
agabaldon@cantv.net
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