No
hablo del duelo al que todos nos debemos, en esta Venezuela sumida en los
horrores de la muerte, como lo estuviera durante los desastres de La guerra a
muerte, La guerra civil de la Independencia, el apocalipsis de La Guerra
Federal y todas esos cientos de revoluciones de pacotilla que ensangrentaron el
Siglo XIX venezolano.
Ocupados en auto mutilarnos, mientras otros se cebaban en
nuestros territorios y se lo repartían a destajo. Belicosos entre hermanos y
sin una pizca de belicismo patriótico, como lo denunciaran nuestros pensadores.
Muy valientes en auto fagocitarnos y cobardes al extremo en el arte de la
defensa de nuestra soberanía. Salvaje ante el hermano y sumiso ante el invasor.
Como ha venido a reafirmarlo de manera trágica el prefabricado tótem de la
montaña.
Tampoco
hablo del duelo que debía afligirnos por esos doscientos cincuenta mil
asesinados, caídos en esta guerra civil larvada de venezolanos contra
venezolanos, azuzada desde las alturas del Poder para impedir la toma de
conciencia patriótica y democrática de los sectores populares, empujados a un
virtual Estado de Sitio por el acoso del malandraje para oficialista que asola
los barrios. Ni de los muertos causados por la vesania oficialista, el abandono
de clínicas y hospitales, el desprecio cotidiano a la vida en todas sus
expresiones, la ruina y el empobrecimiento general como instrumentos de
dominio. Hoy puesto dramáticamente de manifiesto ante enfermedades otrora
domeñadas que vuelven a aparecer en nuestro territorio como si hubiéramos
regresado al pasado de nuestra barbarie. Y de otras nuevas que tienen aterrados
a quienes ni siquiera saben a qué virus o a qué bacteria se enfrentan sus
hijos, sus hermanos, sus padres.
Hablo
del duelo como expresión de enfrentamiento, de combate, de pelea, de hostilidad
contra los graves y profundos males que nos aquejan desde el asalto al Poder de
la barbarie chavista. Un duelo contra hombres, ideologías, mezquindades,
ambiciones recrudecidas desde aquel malhadado 4 de febrero de hace 22 años,
cuando aún no nacían algunos de nuestros presos políticos. Hablo del duelo que
debemos asumir en defensa de nuestra integridad: de vida, de sociedad, de
nación, de Patria. Hablo de un duelo contra nuestras propias flaquezas,
nuestras propias inconsecuencias, nuestras propias debilidades, nuestra propia
disposición a la alcahuetería, la connivencia, el oportunismo, las
mezquindades. Hablo de un duelo contra nuestras ambiciones, capaces de
nublarnos la visión ante nuestros hermanos y la Patria que nos dio la vida para
facilitar la posesión de nuestros puestos, nuestros cargos, nuestras parcelas
de Poder, nuestras secretarías generales, nuestros partidos.
Hablo
del duelo contra el mal. El propio y el ajeno. Ese duelo mortal contra nuestra
vanidad, causa y origen de la peor de las ambiciones: la del Poder. Esa vanidad
que le carcome las entrañas a quienes se creen insustituibles, poseedores del
alfa y el omega de la verdad, los únicos merecedores de la estima, la
admiración y la veneración de las mayorías. Sin poseer un ápice de legitimación
que surja de la inteligencia, del talento, la educación, la cultura, la
generosidad y la grandeza espiritual sin ser más que el producto del dinero,
del egoísmo, de la auto vanagloria y la descarnada ambición política.
Dejando
de lado la razón misma del combate, ya surgen las promesas por ilusorias
victorias carentes de objetivos y propósitos, sin un auténtico programa
alternativo de gobierno futuro, meras escaramuzas para levantar la polvareda
que nos impida ver nuestro único y verdadero objetivo: el desalojo de los
responsables del desastre y la conquista de la Libertad y la Prosperidad para
Venezuela. Desde ahora mismo. No desde pasado mañana. Fuegos de artificio para
encandilarnos hoy poniendo la vista en los cielos prometidos de un futuro
nebuloso, lejano y triunfante, mientras ahora mismo, en la tierra, continúa el
asalto, el robo, el crimen, el abandono, la pobreza, la enfermedad, la
iniquidad y la muerte.
Ése,
no otro es el duelo: deslastrarnos de nuestras taras y acometer el combate
final contra la barbarie.
Antonio
Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
@Sangarccs
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