Hay vacilación al caracterizar el actual gobierno. Unos dicen que
se trata de una dictadura pura y simple. Otros que es una dictadura suigéneris,
distinta de las que tradicionalmente hemos tenido. Hay así mismo los que
prefieren definirlo como un gobierno despótico, con rasgos dictatoriales, pero
también con ciertos elementos democráticos. Me parece que son cada vez más los
que optan por calificarlo como una dictadura, aunque algo distinta de las
tradicionales.
Siempre se ha dicho que en nuestro país han predominado las
dictaduras. Ello es discutible. En el siglo XIX tuvimos gobiernos despóticos,
con definidos rasgos dictatoriales, pero sin llegar a los extremos de las
verdaderas dictaduras. El mejor ejemplo fue el despotismo ilustrado de Antonio
Guzmán Blanco.
La dictadura propiamente tuvo en Venezuela su expresión en el
siglo XX. Casi la mitad de este siglo lo vivimos bajo férreas dictaduras
unipersonales, con absoluto dominio por los dictadores de todos los poderes, en
primer término el militar, clave en el mantenimiento del régimen dictatorial, y
con total irrespeto de los derechos humanos.
El siglo XX se inicia bajo la incipiente dictadura de Cipriano
Castro, quien no solo fue un vesánico dictador, sino también un conspicuo
exponente del militarismo y el iniciador del andinismo gubernamental. La
dictadura de Castro duró algo más de ocho años (1899-1908), y fue producto de
la guerra, pues es bien conocida la fulgurante campaña del caudillo desde la
llamada Invasión de los Sesenta, por la frontera con Colombia, hasta la
triunfal entrada en Caracas.
En un hecho poco frecuente en la historia la dictadura de Castro
fue derrocada y seguida por otra
dictadura, la de su compadre Juan
Vicente Gómez, la más larga de nuestra historia, pues se prolongó por
veintisiete años (1908-1935), y ha podido durar más, si la muerte de Gómez no
le hubiese puesto fin.
La dictadura de Marcos Pérez Jménez fue desembozada y directa
entre 1952 y su derrocamiento, en enero de 1958. Pero antes, desde 1945, Pérez
Jiménez ejerció de manera subrepticia el
poder como jefe indiscutible de una logia militar, que comenzó a manifestarse
desde el derrocamiento del presidente Isaías Medina Angarita.
Estas tres son, en realidad, las que pueden calificarse de
dictaduras tradicionales en la historia venezolana. Sus rasgos comunes
fueron la concentración despótica en el dictador de todos los poderes,
en primer lugar el militar; la
corrupción administrativa que
permitió enriquecerse a unos pocos; una brutal política represiva plena de presos, exiliados y perseguidos, y
el total desconocimiento de los derechos humanos.
Gregorio Alexis Márquez Rodríguez.
sabanaguan@yahoo.com
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