A veces los días transcurren apáticos, indiferentes,
displicentes, fríos, lluviosos y faltos de motivación para muchas personas. Y la gente se hunde en una suerte
de decaimiento, si no abismo, precipicio, barranco, despeñadero. Pero debemos
tratar de estar alegres, contentos y satisfechos.
Pienso yo Zenair, deslastrándome de mi
profesión de psicóloga, una persona como usted que me lee en estos momentos,
que la sociedad venezolana como la esencia del ambiente en el que nos
desenvolvemos, con sus terribles condiciones y sus abstractos, nos llama a estar
contentos a pesar de todo lo triste y doloroso que acontece en nuestra
Venezuela.
Sí. Procedentes. Aún a costa del mal carácter
que muchos deben ir puliendo, con sabiduría, con perseverancia, con paciencia y
tenacidad. Es una imposición de la razón buscar el lado positivo de las cosas
que se desplazan, que fluyen, en nuestro entorno. Contentos debemos estar a
pesar que a veces la salud nos falla en algún sitio del cuerpo.
Es bien sabido que la maquinaria que es
nuestro organismo ha de ir desgastándose con el transcurrir del tiempo. Debemos
apostar -entonces- a nuestra salud espiritual y emocional, a aquellas flores
expectantes y hermosas como las rosas y los tulipanes, que se abren en nuestra
alma para darnos luz y reposo.
Modulando mentalmente alguna estrofa pegadiza
d nuestro cantante favorito a la vuelta de la calle, trabajando en lo que
debemos trabajar, levantándonos más
temprano para ganarle la despedida al sol, es como muchos hombres y
mujeres encontramos alegría y ganas de celebrar la existencia.
Es cierto y no lo niego; que a veces hay
situaciones en las cuales no podemos estar alegres. Pero estamos conformes con
la situación del día, porque sabemos, porque estamos enterados de nuestra
capacidad para revertir un momento de crisis económica o anímica del país en
una oportuna ocasión, para saldar cuentas y apuntar a mejores faenas. Debemos
ser los grandes transformadores de nosotros mismos.
Que atrás se queden las personas
desalentadas, acobardadas, gruñonas y ásperas que fueron o son aun, y que tanto
daño hicieron y hacen a familiares, amigos y compañeros de trabajo. En último
caso, que sean menos gruñones, menos buscadores de razones, motivos y causas
para señalar con el dedo a los demás y para dar por torcidas las esperanzas.
Busquemos estar menos disconformes con el entorno. Eso sí tiene real sentido.
El trabajo es nuestra herramienta de sostén y
de triunfo. Nuestra mente está sujeta a una enramada de células. Cuántas
enfermedades psicosomáticas solemos inventar con nuestra mente. Si aprendiéramos
a tener más control sobre nuestras emociones y entendiéramos que la dicha está
a nuestro alcance cuando nuestra actitud ante la vida y ante las demás personas
mejora, otro sería nuestro cantar.
Un individuo pesimista o tóxico es en sí
mismo una mala noticia. Espantamos su nombre. Sus quejas tienen el poder de
soplar un viento malo sobre nuestras cabezas. Nuestra salud progresa
considerablemente si decimos que sí, que estamos bien. Pero usted ya sabe...
están los eternos enfermos.
Los que parecieran deleitarse quejándose de
sus juanetes, de sus callos, de aquella gripe contraída sin saber cómo, de la
úlcera gástrica, de esa reuma que está manifestándose, de la migraña, de la
colitis permanente. Y luego están los otros, los descontentos crónicos. Y también
aquellos que convierten su boca en un basural o estercolero, hablando
negativamente de los demás.
Ah... entonces amigos lectores a entrar en
razón. Entender que somos artífices de nuestro propio destino. Superarnos a
nosotros mismos. Pelear siempre la buena batalla o darnos nunca por vencidos. A
mal tiempo buena cara, porque si no dele la bienvenida a la temida depresión.
Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito
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