viernes, 22 de agosto de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ. MAIMÓNIDES Y LA POLÍTICA,

Uno de los autores que más disfruto, cuando leo de política, es el profesor Leo Strauss, un erudito y gran lector y comentarista de clásicos, que hizo carrera académica en la Universidad de Chicago; gracias a él llegué a interesarme por Maimónides, uno de los personajes más interesantes de toda la Edad Media.

Moisés Maimónides
Luego de descubrir a este insigne medico cordobés e investigarlo, me encontré que compartía conmigo dos intereses muy especializados, las hemorroides y los venenos, y pude conseguir sendas copias de los tratados que son fundamentales para cualquiera que escribe novelas negras y sobre la condición humana.
Al pobre Strauss le han endilgado una fama de Gran Sacerdote del Imperialismo Norteamericano, especialmente para los que gustan de teorías conspirativas, y al magnífico Moisés Maimónides la de Gran Gurú del sionismo internacional; ambos personajes son personas non gratas del imperialismo comunista, que hoy se practica con ciego fervor en mi país, aunque estoy seguro de que ninguno de los líderes de la revolución ha escuchado siquiera sus nombres, ni saben de lo que estoy escribiendo.
Pero demos luz a esas pobres criaturas de la oscuridad.
Strauss, descendiente de una familia judío alemana, estudió a fondo los clásicos griegos y los principales autores medioevales sobre política, principalmente a Platón y Maquiavelo (Strauss fue , ni más ni menos, un aventajado alumno de esa lumbrera del derecho constitucional que fue el super nazi, Carl Schmit), conoció de las traducciones árabes de las doctrinas que nos vienen de la Grecia antigua, diferentes a las que estamos acostumbrados, los árabes salpimentaron esos textos con una hermenéutica propia y sus conclusiones son, quedando un poco corto en la descripción… mas esotéricas.
Maimónides fue un gran comentarista de esos textos; de hecho, aparte de sus tratados sobre medicina, astronomía y lo que hoy podría ser calificado como antropología, escribió una obra fundamental, una Guía para perplejos, donde elaboraba una filosofía política, considerada como imprescindible para quienes les hayan hincado el diente, y aunque en apariencia es un trabajo para convencer a los judíos del Yemen para que no se conviertan a las predicas de los falsos profetas, es un verdadero tratado sobre gobierno, ciudadanía y ética, como pocos se han escrito, y cuya influencia arropó hasta el mismo Benedicto Espinoza.
Maimónides aborda la relación vital que hay entre lo público y lo privado, más especifico aun, entre el gobierno del individuo, del esfuerzo en dar un orden a su cotidianidad como hombre, sobre el cómo gobierna su propia conducta dominando sus impulsos, conquistando al animal que lleva adentro y realizándose como ser humano, es decir, con la moral como guía, de manera que, sólo entones, el individuo puede embarcarse en ordenar el mundo común con sus congéneres.
Para este autor, la política tiende a la perfección del hombre, esa es su razón teleológica, no es la consecución del poder, ni la conquista de un espacio vital, ni la supremacía de una nación sobre otra… para ponerlo en palabras simples, para ser exitoso en la política, conquistar a la bestia que mora en nosotros es el primer y definitivo paso.
Los hombres no pueden vivir juntos si no hay ese dominio por las apetencias (opiniones correctas y bienestar del cuerpo, dice la Torá); es por ello fundamental que pensamiento y acción estén lo más cercanos posibles. Maimónides, que era un practicante del mesianismo, asociaba a Dios con la virtud moral y el conocimiento de Dios a la contemplación.
Pero en igual medida reconoce las grandes diferencias que existen entre los hombres, sobre todo en su pensamiento y proceder moral; es aquí donde aparece la figura del legislador, la figura política que, en aras de la convivencia, perfeccionará lo que es deficiente y eliminará lo que hay de exceso, buscando siempre el justo equilibrio. Eso quiere decir que el legislador debe hacer posible una sociedad que haga viable que el hombre pueda gobernar su conducta.
Aquí vemos claramente la idea de un gran sistema retroalimentándose, donde el hombre, como individuo, es responsable de que continuamente exista ese mundo posible, el mundo común entre los hombres, donde la política tenga sentido.
Y aquí aparece uno de los postulados fundamentales de Maimónides: la función primordial de un gobierno es proporcionarle al individuo las condiciones mínimas para que este pueda gobernar sus emociones; un pueblo hambriento, sin salud, acosado por la violencia y la desesperanza, no puede hacerse cargo de dominar sus impulsos animales, para ello necesita de sosiego.
En palabras de la estudiosa Helga Jorba: “La sociedad ordenada puede proveer al hombre de la integridad personal y material necesaria en su camino hacia la perfección, por eso la misión del legislador o soberano –el que tiene la facultad de guiar, orientar y obligar-, será trabajar para superar la diversidad natural y conseguir una comunidad ordenada que haga más fácil el gobierno de la conducta”.
Pero, advirtamos, el orden social no es un fin en sí mismo; no basta un gobierno que imponga orden, pues el gobierno no es algo aparte o una persona diferente a sus miembros, no es en la masa en la que reposa la verdadera soberanía, no es en lo comunal que reposa la política, ésta es, exclusiva del individuo, un estado no es un colectivo en funciones de gobierno, un estado son un conjunto de hombres haciendo política, desde lo individual hacia lo social.
Parece complicado pero es sencillo, sólo el hombre puede hacer política, todas esas entidades que hemos inventado, para fines de gobierno, como el estado, los partidos, las organizaciones no gubernamentales y todas las demás instituciones, son ficciones jurídicas, entes metafísicos para ordenar lo social, grupos que no tienen la capacidad de pensar más allá de sus miembros.
Los partidos políticos en vez de impulsar y promover la acción política de los individuos, les ha robado su protagonismo, sus espacios y su voz, todo queda en y para la organización y sus directivos, son ellos los que se convierten en vocería de los grandes grupos haciéndoles creer a sus seguidores que su responsabilidad política esta saldada una vez que voten por ellos, que no hace falta movilizarse, protestar, reclamar, promover cambios, que esa es labor de los candidatos y sus maquinarias partidstas.
Y aquí hago unas consideraciones personales: lo público, modernamente, reduce al individuo al mínimo posible, en aras de favorecer las organizaciones colectivas, con la idea de que se manejan de mejor manera los intereses grupales; el impulso de la idea de la sociedad civil organizada es una manera de imponer la organización social sobre la verdadera política, que viene exclusivamente del individuo; estas grandes organizaciones colectivas están en manos de unos pocos individuos, cuyo menor interés es conseguir sosiego para los suyos o una mayor perfección del individuo para lograr una mejor sociedad, todo lo contrario, al saltarse la necesidad de hacer menos brutal la vida y menos animal al hombre, lo que procuran son intereses personalistas, principalmente la consecución de poder, travestido este interés como metas democráticas, pero ausentes de toda humanidad.
Y lo digo por la Mesa de la Unidad, algunos de cuyos directores hacen lo imposible por diferenciar la organización social (los partidos) de la verdadera política (el ciudadano y sus problemas), ante un gobierno que lo que ha buscado y busca es sembrar violencia, muerte y hambre, implantar el desasosiego, para que el venezolano se bestialice y no exista orden social.
La política que parecieran privilegiar los miembros de la MUD es la electoral, la del juego de los números, la de un concurso de popularidad que nada tiene que ver con la realidad del país, al contrario de la opinión de algunos analistas que favorecen el juego de los grandes partidos en contra de la política del hombre común, creo que la verdadera anti política es justamente la de los partidos políticos del stablishment queriendo robarle el protagonismo a la gente de la calle para poner en agenda solo lo que concierne a los intereses de esas organizaciones, que se comportan más como agencias de colocaciones, de sus candidatos para los puestos en la administración publica.
 Por ello el desdén con el que tratan cuando la sociedad actúa por su cuenta, quizás haya sido un error  haber participado tomando una plaza con los militares rebeldes al régimen, dejando de votar en unas elecciones, saliendo a las calles a levantar barricadas, buscando salidas inmediatas a una situación desesperada, acciones estas, que al hacerse a espaldas de los partidos, hacen que  estos políticos profesionales lanzan sus acusaciones y críticas desde la comodidad de sus espacios, para demostrar que, sin ellos, no hay política posible, sin darse cuenta, que todas estas acciones públicas de la sociedad lo que hacen es tener un efecto acumulativo que, poco a poco, van empujando la situación hacia un cambio real.  Hasta los momentos, hemos entendido la democracia como un desplazamiento de la responsabilidad política de los ciudadanos, a los partidos y a otras organizaciones políticas (ONG’s, sindicatos, medios de comunicación, grupos religiosos, universidades, etc.); este desplazamiento ha tenido como consecuencia que una organización política (la organización chavista) se haya hecho dueña del poder  y que para poder preservarlo eternamente, ve y trata a la sociedad como su enemiga, pretendiendo manejarla a su antojo y, como no ha habido una evolución del animal que todos tenemos dentro, nuestra sociedad se comporta más, como una manada, que como una sociedad de individuos civilizados, plurales  y democráticos, buscando nuestros propios intereses, dominados por nuestros impulsos más bajos, esperando siempre por un conductor y que otros hagan lo que nos corresponde hacer.
Creo que Maimónides está más vigente que nunca y valdría la pena su rescate en estas horas menguadas. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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