El pasado 30 de julio
recibí un mensaje del diario El Universal, en el cual de manera correcta y
escueta se me informaba que debido a la reestructuración editorial que adelanta
el diario, no podían continuar publicando mis artículos… temporalmente.
Esperaba el mensaje
desde el momento que vi, como uno a uno le decían adiós a otros articulistas de
gran renombre. Había tomado la decisión de aguantar hasta que la nueva
dirección del diario tuviera que consumar el atentado contra la libertad de
expresión.
Es oportuno el
momento para agradecer al excelente profesional Miguel Maita, jefe de las
páginas de opinión, la confianza que me brindó al ofrecerme un espacio en
ellas. Me siento honrado y agradecido por su apoyo profesional.
Tengo que reconocer
que al momento de leerlo sentí como un escalofrió, vino a mi mente la imagen de
los presos judíos en los campos de concentración, a quienes los nazis obligaban
a cavar las tumbas donde caerían ellos mismos al dispararles por la espalda.
Espero de todo
corazón, por respeto a su profesionalidad y por el bien de la prensa libre, que
una vez que terminen de enviar todos esos mensajes, no reciban por la espalda
uno similar.
Un diario como El
Universal marcó pauta para el lector venezolano, presentando información
valiosa, objetiva, respetando la libertad de opinión pero apoyándose en fuentes
seguras.
Sus páginas publicaron
noticias, entrevistas, reportajes, caricaturas, crónicas, documentos, análisis
y opiniones. Cumpliendo siempre con la ética periodística, manteniendo su
independencia frente al poder político, el económico y dándole cabida a las
opiniones confrontadas.
Sus periodistas
investigaban, explicaban, narraban, describían, analizaban. Dialogaban con el
lector, quien percibía, este país, su realidad, su cultura, su gente, dibujado
con palabras.
Son muchas “las
voces” que han atravesado la historia de este diario, las que pareciésemos
escuchar a través de los caracteres. Narraciones escritas a través de todos los
sentidos del profesional de la prensa, permitiéndonos profundizar en las
circunstancias, en la voz de un personaje, en los detalles, en la descripción
de las situaciones, en las implicaciones y las consecuencias de la noticia.
Todo lo que hacía de
El Universal la referencia. Además de ser un medio de información, este
periódico prestaba un servicio cívico positivo, ¡se arriesgaba a decir la
verdad!
Convencido que el
pueblo tiene derecho a estar informado con objetividad, no se limitó a observar
pasivamente y a comunicar la realidad. Fue más allá, ayudó a comprender y a
alertar sobre la realidad que se avecina.
El cambio de su línea
editorial es quizás el comienzo del fin de su historia, que esperamos sea
“temporal”. No es necesario ser adivino para pronosticar que su “audiencia” en
el futuro será la misma que la del adefesio en que transformaron la antigua
Radio Caracas Televisión o la de Globovisión. En un país donde la mayoría de
los habitantes piensa que el presidente miente, los órganos de prensa afines a
su régimen sufren del mismo mal. Los millones pagados para comprarlo, son una
inversión sumamente costosa con el único objetivo de silenciarlo.
Son pocos los medios
libres que quedan, el régimen no se detendrá hasta obtener la hegemonía
comunicacional. Una apuesta desesperada por acallar la voz del venezolano
libre, el que no se pliega, que sigue gritando “abajo cadenas” dentro su propio
yo.
Lo que no ha
entendido este Gobierno, es que él se cae por su propio peso, por su
incapacidad, por su indiferencia ante los problemas que sufre su pueblo. No es
un periódico el que inventa la noticia, es la realidad que todos vivimos lo que
crea las condiciones.
No ver, no escuchar y
no hablar como los tres monos aquellos, no detendrá la rabia, el descontento y
la indignación que crece en el corazón de cada venezolano.
No es preciso que un
diario describa las colas para encontrar que comer. No se necesita que se enumere
la cantidad de muertos de cada semana, ni la situación de las morgues o la
escasez de urnas, para ocultarle la verdad a cada familia que entierra sus
muertos.
Que no hay medicinas,
repuestos ni insumos para la producción. Que el país está quebrado, que
regalaron nuestros recursos, que van a subir el precio de la gasolina, pero
seguirán regalando el petróleo a Cuba, no necesita ser publicado.
Nadie ignora que las
empresas de maletín se robaron los dólares, ni que este gobierno es corrupto,
que no castiga a los culpables y defiende a sus narco generales. La mayoría
militantes del partido de gobierno o enchufados con el régimen.
Todos los venezolanos
saben que las fuerzas armadas reprimen ferozmente a los estudiantes y que los
presos políticos nos son culpables, que aquí se violan los derechos humanos. La
verdad es que querer silenciar a la población y a los dirigentes de la
oposición es la prueba más simple de su debilidad, en el fondo les temen.
Sin libertad de
expresión no hay democracia ni libertad, lo que la palabra civilizada puede
contener, canalizar, explicar, solicitar, presionar o proponer. Queda a la
buena de Dios, huérfana de tribuna, reprimida dentro del pecho del venezolano
justo.
Con prensa libre o
no, algo se está gestando en el alma del venezolano, harto del abuso, del
descaro y de la corrupción. Un sentimiento irresistible pronto a convertirse en
una marea humana.
Se acerca el día en
que el ultimo que pronuncie la frase de que “tenemos patria”, para seguir
burlándose de los sentimientos de una sociedad, probablemente le falte tiempo
para salir corriendo antes que le restrieguen su propia medicina.
Hace unos cuentos
años, una Reina allá en Francia, en su inconsciencia recomendó que le dieran
pasteles a una población que no tenía ni pan para comer.
Allá se dio una
verdadera revolución, no un quítate tú para ponerme a robar yo, mucha sangre
corrió, muchas injusticias se consumaron de manos de las turbas, rodaron
cabezas.
En el pasado el mundo
presenció la imagen de Benito Mussolini colgando cabeza abajo al lado de su
mujer. Hace menos tiempo fueron grabados Ceaușescu y su mujer en Rumania, dando
alaridos antes de ser ejecutados.
Recordamos también al
“hermano” Saddam Hussein último dictador implacable que gobernó Irak, siendo
extraído de una ratonera para ser colgado poco después y a Muhammad Gadafi
implorando clemencia y despedazado a quemarropa.
Todos ellos, tiempo
antes de los hechos descritos se sentían todopoderosos, tenían la hegemonía
comunicacional y controlaban toda la prensa en sus países respectivos.
Ex Cónsul de Venezuela en París
Presidente de Venezuela-Futura, Francia
nelsoncastellano@hotmail.com
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