Si
notamos la realidad actual, donde el populismo militarista castrista ha creado
la crisis más profunda en la historia política de la Venezuela moderna, nos
preguntamos ¿Cuáles han sido las causas que generaron tanta descomposición en
un país democrático que lo tiene todo?
LA VENEZUELA QUE TENEMOS |
A
pesar de haber logrado su independencia en 1811, Venezuela nunca llegó a ser
realmente un país “constituido”. El hecho de haberse redactado hasta 26
constituciones así lo confirman. Nos liberamos del yugo de la monarquía
española pero los venezolanos nunca llegamos a ser “libres” en términos políticos.
En lugar del rey de España, se instauraban caudillos con mentes militaristas, cuya única
diferencia con esas monarquías era que
el poder no era hereditario sino conquistado en revueltas o montoneras y en
algunos casos, en intrigas palaciegas y últimamente, escogidos mediante
elecciones democráticas.
Las
relaciones, sociedad civil-estado, han permanecido históricamente
distorsionadas, con una sociedad civil anulada y políticamente ignorada frente
a un estado omnipotente centralizado, precedido por un caudillo-dictador, con
nombre de presidente.
Para colmo, en nuestro país surge el petróleo
para acentuar el estado rentista que deforma en extremo esa relación, muy
eficiente en instaurar grandes masas de
pobres excluidos del desarrollo y pocos
afortunados que logran algún progreso. La gran pregunta es: ¿Queremos seguir
eligiendo caudillos que empobrezcan a la gente y al pais, o instituciones
eficientes que permita rescatar esa masa
de pobres y conceda bienestar por igual para todos?
En
nuestro país la improvisación y el subdesarrollo en términos políticos han sido
totales. Solo Rómulo Betancourt y sus acompañantes de la generación del 28,
logran un hito importante a partir de 1946, al introducir la democracia
pluralista con el voto universal y secreto. Mientras en el mundo, durante el siglo XIX y buena parte del siglo
XX, el debate político se planteaba en términos ideológicos, a partir de la
caída del muro de Berlín (fines de 1989), se da por concluido ese debate dando
fin a esa etapa ideológica. Hoy, en todos los países desarrollados,
revolucionados por los adelantos cibernéticos, se han instaurado estados
federados modernos.
En
Venezuela, continuamos anclados en el debate ideológico del siglo XIX y
empeñados en establecer un estado todopoderoso precedido por un caudillo. Para
muestra basta ver el país actual
donde una centralización exacerbada
atropella a la población y prostituye a
las masas, siguiendo el modelo de partidos políticos de masas que brindan membresía como requisito para acceder electoralmente a
las prerrogativas del poder.
No
nos es extraño ver entonces cómo, para resolver cualquier problema, los
venezolanos acuden al compañero Presidente directamente. O la estructura
obsoleta y deformada de un sistema de provincias y municipalidades, como
es el caso del Estado Vargas, donde
coexiste un estado con un solo municipio, o el Municipio Libertador (DF) con 2
millones de personas. Tenemos municipalidades con un promedio de cerca de
90.000 habitantes por municipio, cuando el promedio en otros países es de
30.000 y cuyos recursos financieros le son otorgados al antojo del poder
central.
Ya
basta de improvisaciones, ha llegado la hora de “constituirnos” como una
sociedad moderna, dentro de una nación donde todos nos veamos bien atendidos en
nuestras necesidades básicas dentro de un estado descentralizado precedido por autoridades locales electas. Desde el Táchira un grupo de
ciudadanos, unidos bajo el nombre de Movimiento Independiente Democrático (MID)
han venido trabajando, desde hace años, en los planteamientos básicos para
formar una Asamblea Nacional Constituyente convocada por iniciativa popular
donde se logre unificar esfuerzos hacia un país reformulado y reconciliado.
La
constitución no es un marco de referencia escrita por expertos
constitucionalistas para servir ideologías determinadas o para justificar el
poder en manos de unos pocos, sino es la expresión de la visión que desea la
sociedad civil sobre el futuro de
Venezuela. En consecuencia tiene que ser integrada por una
representación proporcional de todos los venezolanos, respetando intereses de
minorías y con las opiniones de grupos sociales de emprendimiento en las
distintas actividades que hacen vida en el país. Debe ser el producto del
consenso de la sociedad civil, como poder constituido, expresado en consultas o
encuestas de opinión, donde se formulen los lineamientos del marco referencial
de las políticas que serían debatidas y votadas por la asamblea.
Las
bases comiciales para llamar a elecciones de asambleístas deben establecer
claramente su propósito, en consideración a la trascendencia generacional que
toda constitución debe poseer. En otras palabras, la sociedad civil de hoy acuerda que la democracia, basada en
principios de justicia y equidad, solo puede someter al criterio de los
electores aquellas cuestiones que afecta a los que hacen vida en esta
generación y no puede decidir, como
poder constituyente, sobre principios y materias esenciales, no negociables en
el futuro.
Estos
principios, esencia de la democracia representativa, participativa, plural y
liberal son, en mi criterio: la soberanía absoluta de los ciudadanos sobre el
estado, donde la sociedad civil sea reconocida como una institución económica y
política de emprendimiento. La democracia como concepto fundamental. La
libertad de expresión y de culto. El
pluralismo ideológico. La separación de los tres poderes básicos, Legislativo,
Ejecutivo y Judicial. La declaración de los derechos humanos de la ONU. La
alternabilidad en cargos de elección popular dentro del Ejecutivo, por respeto
a los líderes emergentes de las nuevas generaciones. La descentralización de
los poderes Ejecutivo y Judicial en al menos dos niveles adicionales (estatal y
municipal), con autonomía y autarcía impositiva y financiera. La elección proporcional de los poderes de representación ciudadana y el
respeto a las minorías, a la oposición y a la disidencia política.
Con autoridades electorales a nivel municipal, escogidas con la intervención
de la sociedad civil. Con partidos políticos
conformados con membrecía de convencidos y no de convidados al festín
del estado rentista.
El
momento propicio para convocar a la asamblea está por llegar. Hoy nos
encontramos en un país sumido en una grave crisis política de valores, dentro de
una sociedad dividida, con una economía sumergida en el descalabro a pesar de
las inmensas riquezas energéticas y con los precios del petróleo a niveles
históricos. Es el fracaso del estado rentista centralizado y del modelo
marxista. Las masas populares que antes respaldaban promesas de superación, poco a poco, se sienten más defraudadas y
engañadas.
Nuestra
prioridad debe ser formular un nuevo contrato social donde nosotros los
ciudadanos, determinamos NO PERMITIR el surgimiento de nuevos caudillos,
descentralizando el poder político de Caracas y definiendo las actividades y el
rol del estado y de los partidos políticos vs la sociedad civil para que seamos
nosotros, los verdaderos protagonistas como custodios del poder moral. Por lo
tanto la idea de una constituyente no es descabellada, sino todo lo contrario,
es imprescindible.
Es
hora de dar el primer paso para iniciar el largo y difícil proceso para erradicar definitivamente al caudillismo,
mediante la constitución de una nueva Venezuela, donde se debata sobre el
sistema presidencialista u otro sistema alterno de poder. Donde se defina la
representación ciudadana en forma uninominal en congresos o asambleas y se estructuren regiones y municipios autónomos
con claras reglas de jurisdicción.
Donde se discuta la necesidad de tener unas
Fuerzas Armadas y su rol y se cuestione la posesión de los recursos naturales
por el estado y no por la nación. Donde
los venezolanos, reconciliados, podamos crear la constitución de
nosotros los ciudadanos y no la de Chávez, o la del próximo caudillo de turno.
Eduardo
Colmenares Finol
Enviado
a nuestros correos por
Luis
Balo Farias
balofarias@gmail.com
@balofarias
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