miércoles, 13 de agosto de 2014

GOLFREDO DÁVILA, PAÍS NORMAL

Lograr la normalidad del país no es dar un salto adelante, ni mucho menos regresar al pasado, es alcanzar una situación con muchos problemas por resolver, pero sin la zozobra, ni la crispación y la confrontación estéril, sin las colas para cualquier trámite. Es entrar a una etapa de sosiego. Sería como restaurar algo dañado y darle vida transitoria.

Conquistar la normalidad del país después de tanto atraso, de la destrucción de la economía nacional, de tanto atropello, burla, manipulación, mentira, de una justicia bizarra, de un Estado monopólico y mafioso y de tanto antivalor andando por estas calles; es como cuando llega la luz, el agua, pasa el camión del aseo, consigues la comida que buscas sin hacer colas, o cuando te atracan y no pierdes tu vida, que la gente siente un respiro. Eso describe lo mal que estamos.

Ahora bien, ¿se trata sólo de conseguir la normalidad? o ¿dar un salto como nación y adentrarnos de verdad al siglo XXI? Es obvio que el objetivo es lograr el desarrollo pleno, pero alcanzarlo pasa por normalizar la vida institucional del país. Es decir, reconstruir la democracia y la convivencia ciudadana, cumplir la Constitución y las leyes, recuperar el aparato productivo, el sistema eléctrico nacional, PDVSA y la CVG, llevar la inflación a un dígito, servicios públicos que funcionen y mejorar la seguridad ciudadana.

Logrado esto, se pasará a un estadio superior sin los problemas estructurales de larga data en el país. Será un cambio profundo, con una economía diversificada, desarrollada, que se asiente en una vasta producción de bienes y servicios, dejar atrás la dependencia del petróleo y de las importaciones. Asimismo, democratizar el Estado y la sociedad, sin la hegemonía del primero; un Estado que extirpe las causas de la pobreza, que administre justicia, que respete los DDHH y la autonomía de los ciudadanos y sus organizaciones; que ataque la corrupción, las trampas y la impunidad; que entre todos construyamos un sistema educativo, de salud y servicios públicos de calidad; donde no se excluya por disentir; donde el trabajo sea un valor supremo y lograr empleo no sea un sorteo. 

Llegar allá no es imposible, de seguro habrán obstáculos, porque la política no es lineal, tampoco los deseos están por sobre la realidad, ni los procesos se dan por etapas ni mecánicamente. Se impone la sensatez, el sentido común y un gran acuerdo entre las bases populares, hoy polarizadas y divididas sin razón alguna, para dar inicio a una transición, que no será decretada ni impuesta artificialmente. Ella surgirá en forma natural por vías pacíficas, democráticas y constitucionales. No será por acuerdos burocráticos entre factores políticos opuestos, ni una tercera vía. La unidad superior es la única vía para el cambio. Un buen ejemplo es el de los sidoristas, los estudiantes y el pueblo guayanés, que sin mucha alharaca y al calor de las luchas iniciaron un acercamiento valioso. La crisis une a los descontentos de todos los colores.

Golfredo Davila
golfredodavila@yahoo.es
@golfredodavila

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