Los
ciudadanos de los Países Escandinavos carecen de incertidumbre.
El
Estado vela por ellos desde su nacimiento hasta su muerte, protegiendo derechos
y exigiendo deberes.
Los
escandinavos son personas felices que a ratos se aburren, viajan al
subdesarrollo para empaparse de idem y luego regresan a su nido.
Nosotros,
los venezolanos clase media, somos la antítesis. Vivimos en medio de una
incertidumbre abrumadora e intentamos viajar de vez en cuando al desarrollo
para empaparnos de idem y luego soportar el desastre del retorno. Ahora ya ni
esa vía de escape tenemos.
Pero
lo más dramático de nuestra circunstancia es que no sólo No Contamos con un
Estado que vele por nosotros sino que éste se ha transformado en El Gran
Enemigo. Abandonados a nuestra suerte en un medio totalmente hostil intentamos
sobrevivir cada día en el Sálvese Quien Pueda. Como dice una amiga poetisa:
sólo nos queda la casa. Como dice mi mujer: en este país no te puedes resbalar.
Hace
4 años, a punta de pistola, robaron el carrito Corsa de mi hija mayor. Hecha la
denuncia, al día siguiente un policía la llamó al celular para informarle que
el vehículo estaba abandonado en la zona de Las Mayas. Cauteloso la acompañé al
sitio y efectivamente allí estaba el carro custodiado por dos motorizados. Sólo
le faltaba un asiento, la batería y las llaves. Para no perderlo mientras
realizaba los trámites de levantar la denuncia pregunté si podía llevármelo y
ante la afirmativa contraté una grúa, lo trajimos a la casa y lo estacionamos
al frente.
Felices
partimos a efectuar los trámites pero, ya en Caracas, nos llama aterrada la
hija diciendo que una grúa y unos tipos en moto se están llevando otra vez el
carrito. Mientras manejo como un poseso hacia la casa mi mujer llama a los
vecinos para que detengan a los choros.
Ellos
atraviesan sus vehículos en la única vía y logran su cometido. Para su sorpresa
los tipos sacan sus carnets del CICPC y aducen que el carro está requerido. Se
lo llevan, los cruzo en el camino, les hago señas, me esquivan, los sigo hasta
la central de la “Policía Científica”.
Para
hacerlo corto: justifican el hecho como trámite normal, se interesan mucho en
saber si tengo seguro y al saber que sí, con rodeos y eufemismos me proponen
desmantelar el vehículo, el seguro clasificará como pérdida total, me pagará,
tendré prioridad para comprarlo luego en subasta, ellos me venderán las piezas
sustraídas y todo el mundo contento. Me niego, el vehículo queda para revisión,
cuando voy a retirarlo está totalmente desmantelado, pérdida total. Ganaron.
Hace
un año robaron mi Toyota Hilux 2003, un carro excepcional que pensé me
acompañaría por el resto de mi vida. Le llamaba Mis Alas y con él recorrimos
250.000 Km a lo largo y ancho de Venezuela. Lo amaba como a un perro fiel.
Cobré
el exiguo seguro, imposible comprar un vehículo igual.
Hace
una semana nos llaman del CICPC. La camioneta apareció. Cuando vemos el
expediente constatamos con estupor que había sido recuperada en una calle, dos
días después del hurto, con las puertas abiertas y la llave en la suichera. Un
año demoró el engorroso trámite de llamarnos por teléfono para avisarnos del
hallazgo.
Está
paraíta, comenta el funcionario. Esperanza.
Se
encuentra en un estacionamiento en las afueras de Caracas.
Vamos
para allá, un lugar horrible, no nos dejan entrar, nos piden los papeles y
después de media hora entreabren el portón. Estamos intervenidos por El Gobierno, nos comentan a media voz.
En
medio de un gamelotal está mi querida camioneta, mi perro fiel.
No
queda sino el carapacho y las ruedas. Pongo mi mano sobre el capot.
Me
esfuerzo por no llorar, no sólo por ella, también por nosotros.
German Cabrera
german_cabrera_t@yahoo.es
@germancabrerat
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