El discurso de Juan
Manuel Santos, en el acto de juramentación ante el congreso colombiano, fue, a
mi criterio, exageradamente optimista. Llamar a la unidad de los
colombianos “con el fin de trazarse una
meta en la que todos nos podamos comprometer: ser en el 2025 un país en paz
total, un país con equidad y el más educado de América Latina”, pareciera ser
posible, ya que Colombia muestra unas cifras macroeconómicas realmente
positivas; pero, lo que me pareció totalmente fuera de la realidad fue plantear, que ”llegó la hora no sólo de avanzar en las metas inmediatas
sino de que pensemos y nos repensemos como nación, de repensar el contrato
social que hemos heredado y las instituciones y políticas que nos han regido”,
sin considerar la complejas
circunstancias políticas que debe enfrentar su gobierno.
La grave situación
política que vive Colombia se pudo percibir claramente durante el acto de
juramentación. Un número importante de senadores y de representantes no
aplaudieron las palabras del presidente Santos en muestra de rechazo a su
gestión. El asunto tomó mayor importancia al conocerse que el ex presidente
Álvaro Uribe y la bancada de su partido Centro Democrático se había retirado
del acto “como una muestra simbólica, en consecuencia con la posición crítica
del uribismo al gobierno de Santos, y no en desprecio a la democracia ni a la
constitucionalidad”, ratificó el senador Alfredo Rangel. Por su parte el
santismo planteó, a través del senador Roy Barreras, lo siguiente: “desprecio
ofrecieron, desprecio tendrán en las plenarias de aquí en adelante”.
Definitivamente, un enfrentamiento de graves consecuencias.
Además, durante la
intervención del presidente Santos, resaltó las delicadas complicaciones que
enfrentan las negociaciones de paz: “aquí quiero hacer una advertencia: los
hechos de violencia de las últimas
semanas son una contradicción inaceptable, y ponen en riesgo el mismo proceso…
Y mucho menos se entiende que sigan causando víctimas civiles, incluyendo
niños, como ocurrió en Miranda. La paciencia de los colombianos y de la
comunidad internacional no es infinita. Señores de la FARC: ¡están advertidos¡”
Hay otro elemento a considerar: las recientes declaraciones de Rodrigo Londoño
Echeverri, alias Timochenko, quien afirmó: “tras un acuerdo de paz, Colombia no
seguirá siendo la misma” en medio de fuertes críticas al gobierno
estadounidense, a los militares, a los medios de comunicación y a la clase
política.
El presidente Santos
tiene ante sí un complejo reto que le exigirá una importante habilidad
política: primero, deberá fortalecer la contradictoria alianza que le permitió
el triunfo electoral; segundo, tendrá que construir, de alguna manera, un real acercamiento con el urubismo;
tercero, deberá entender que el enemigo ideológico a vencer son los sectores de
izquierda radical que, de manera natural, se fortalecerán con el éxito de las
negociaciones de paz. Me angustia
observar el creciente incremento de las tensiones entre los presidentes Uribe Y
Santos. De continuar por ese camino, Colombia pondrá en riesgo la estabilidad
de su sistema político. Recuerden, lo que ocurrió en Venezuela. El
enfrentamiento surgido entre los presidentes Pérez y Lusinchi debilitó las
bases de nuestro sistema democrático, facilitando el triunfo electoral de Hugo
Chávez…
Fernando Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
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