Mientras
la tendencia mundial es hacia la disminución de la pobreza y al desarrollo de
la creatividad, en Cubazuela la tendencia es hacia el empobrecimiento y el
atraso. Cuando las instituciones de un Estado niegan a la persona y pretenden
obligarla a financiar su propia destrucción, es un deber indeclinable y un
derecho resistirse a renunciar a ser persona
Este
nuevo sacrificio que se pretende imponer, aumentar el precio de la gasolina, es
otra inmoralidad, el beneficio para la gente será ninguno, los perjuicios
múltiples y considerables –pérdida de libertad, de autonomía, empobrecimiento,
etc.-. Quien lo propone no lo hace para el bienestar ni el desarrollo sino para
satisfacer su necesidad de mantenimiento del poder por siempre y de control
total sobre la gente y sus bienes.
Prueba
de que al régimen le importa nada el sufrimiento de la gente es su rechazo a
cambiar su destructiva y empobrecedora política de control y negación a los
nacionales, malversación, despilfarro y entrega de los recursos de la nación a
sus jefes cubanos y demás camaradas aquí y en el mundo.
No
hay arrepentimiento por la destrucción y el atraso inconmensurable en el que
está sumergido el país, por el contrario, su eficiente plan de igualación hacia
abajo, de extinción de la clase media y fuga de talento va viento en popa. Cada
medida que asoma el régimen es para exprimir más y más el deprimido bolsillo de
sus víctimas y mientras más tiene más gasta y más quiere, nunca se sacia.
Mientras
este régimen exista no hay esperanza de que las cosas mejoren, todo dinero que
obtengan tendrá el mismo destino que ha tenido la extraordinaria riqueza que
han malversado, con las terribles consecuencias que hoy sufre la nación
venezolana y que cada vez se agravan más porque lo que los mueve es la
perversidad, desaparecer los vestigios de humanidad en la gente.
El
reto es no perder de vista, ni en esta ni en las futuras generaciones, cuales
son las obligaciones de las instituciones de un Estado: Garantizar la vida, la
dignidad, la libertad, la justicia, la igualdad, la paz, la formación en
valores y ciencia mediante una educación que posibilite el desarrollo de la
personalidad y la capacidad para juzgar, creer y crear. Establecer las
condiciones que viabilizan la generación de empleos rentables y estables, la
constitución de familias, la planificación del futuro para una vejez tranquila,
el acceso a los avances tecnológicos que se traduzcan en una mejor calidad de
vida, en especial en la salud, en fin, procurar el bien común.
Para afrontar dicho reto es necesario asumir que somos personas, definidas por Boecio y San Agustín como seres corpóreos, creados por Dios a su imagen y semejanza, dignos, autónomos, con libre voluntad, individuales, vivientes, sensibles, racionales, con imaginación, memoria y mente, capaces de ascenderse hacia las verdades mediante pensamientos, que aspiran a cosas divinas, capaces de conocerse a si mismos y superiores a los animales.
Ahora
bien, cuando las instituciones de un Estado niegan a la persona y pretenden
obligarla a financiar su propia destrucción es un deber indeclinable y un
derecho de las familias, los maestros y los pastores de cualquier religión
orientada a la preservación de la dignidad resistirse a renunciar a ser persona
y formar para la resistencia a las futuras generaciones porque como dice
Constanza Espinel: “No hay mayor esclavitud que la ignorancia con el agravante
de que el ignorante no percibe que es esclavo”.
Elinor
Montes
elmon35@gmail.com
@elinormontes
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