Pareciera
que el régimen se nutriera de la perversidad que sus humillaciones y agravios
causan en el sentimiento de una nación que viene dando la pelea por sus
libertades desde comienzos del siglo XIX. Antonio José Monagas
DEL
DISCURSO DEL “GALLO PELÓN”
Cuando
en Venezuela te dicen: ¿quieres que te cuente el cuento del “gallo pelón”?, es
porque detrás de lo que pudiera parecer una gracia, hay una morisqueta. Al
extremo, que todo ello se convierte en un mecanismo discursivo cuya explicación
psicológico-social es causar enojo, exasperación o mortificación. Por eso, la
pregunta la repiten una y otra vez hasta que el reventón de impaciencia agota
la serenidad y la confianza del otro.
Es
un tanto lo que hace el régimen buscando no sólo la distracción del venezolano
mediante cualquier jerga que sostenga tan vejatorio propósito. Con el cuento
del “gallo pelón”, pretende el arreglo lapidario de cuanto problema tiene
asediado al país.
Lo
que más irrita de todo ello, es que pretende siempre utilizar las excusas más
pueriles para así evitar quedar mal ante la población sedienta de razones
convincentes y serias que demuestren alguna preocupación por parte del régimen.
Sin embargo, sucede lo contrario. Cada vez que sus funcionarios más
representativos del desastre vivido deben dar una respuesta de cara a los
problemas en cuestión, todo empeora.
La
crisis política y económica que tiene paralizado al país, responde
indiscutiblemente a ese problema. Si no es la parquedad de algunos, como cosa
muy rara, es la excesiva verbosidad de otros cuyos discursos no dicen realmente
nada pues giran alrededor de ambigüedades. En ambos bandos, socialistas de
chaqueta o camisa pero capitalistas en cuentas bancarias y exquisitos gustos,
la intención nunca apunta a debatir inútilmente las necesidades de una
población agobiada por la charlatanería encubridora de mentiras y engaños. Por
supuesto, es el signo que caracteriza todo populismo demagógico. También, toda
dictadura disfrazada de amplitud solamente por consentir elecciones
supuestamente “democráticas”.
Lo
ocurrido en Cadivi, uno entre otros ejemplos igualmente emblemáticos que
atestiguan la gravedad del problema administrativo nacional, si bien es
demostrativo del fraude cometido contra el Estado venezolano a favor de la
corrupción, es además expresión del manejo instrumental de un discurso que
sigue sin convencer a nadie de las razones que lo envuelven. O sea, es el
cuento del “gallo pelón” comentado con las variaciones propias del arreglo que
le imprime cada día el funcionario en quien recae la socarrona responsabilidad
de explicar lo que no puede declarar. De lo contrario, sería defenestrado y
perdería así sus prerrogativas y privilegios por lo cual son capaces de
traicionar la “patria”, tantas veces como pueda multiplicar sus recursos
financieros.
Y
lo peor de todo ello, es que en medio de lo que estas prácticas de craso
populismo acarrean, no hay funcionario que pueda eximirse de tan perversa
costumbre. Más aún, sin reconocer que por esa causa el país viene perdiéndose
entre los despojos de hechos que va dejando el devenir de la cacareada
revolución bolivariana. Tanto, que hasta las promesas por mejorar el acervo
sobre el cual pudiera reconstruirse la república, caen en el charco de abusos,
ignominia y mezquindades en que se insume la gestión gubernamental. Pareciera
que el régimen se nutriera a partir de la perversidad que sus humillaciones y
agravios causan en el sentimiento de una nación que viene dando la pelea por
sus libertades desde comienzos del siglo XIX. No obstante, a más de doscientos
años desde entonces, Venezuela sigue arrastrándose entre oclusiones de
naturaleza política a consecuencia de la cháchara dispersa de gobernantes
empeñados en servirse de la inmoralidad y así valerse del discurso del “gallo
pelón”.
VENTANA
DE PAPEL
¿QUIÉNES
SON LOS PIRATAS Y VIOLADORES?
El
desconocimiento de las realidades, ha traído como consecuencia ingentes
equivocaciones que han dejado mal parados a quienes se han atrevido a
utilizarlas como emblema de lucha social, política, gremial o sindical. Sobre
todo, cuando se han valido de pretexto de leyes de ejercicio profesional sin
comprender que muchas de ellas, son remanentes. Todo ello, en el contexto de
una nación entrampada en fútiles diatribas lo cual hace que se mantenga apegada
a atrasados paradigmas desarrollistas propios de una concepción decimonónica y
además unidimensional del conocimiento universal.
Debe
tenerse claro que el mundo se moviliza conducido por paradigmas de la transdisciplinariedad,
cuya finalidad es la comprensión del mundo presente desde el imperativo de la
unidad del conocimiento, dado su carácter de universalidad. De esa forma, el
conocimiento se ve librado de imposiciones disciplinarias que pretenden
constreñir el pensamiento convertido en opinión libre y comunicacional. Esta
tendencia asociada a la teoría de la complejidad, riñe con posturas envueltas
en leyes profesionales que intentan arrogarse derechos particulares con la
excusa de defender el ejercicio profesional. Sobre todo, cuando muchas áreas
del conocimiento se ejercen solamente limitadas por criterios de ética social,
de moral pública y manejo conceptual y metodológico, más allá de nimiedades que
rayan con un profesionalismo que presume regirse por leyes particulares.
Quienes
incurren en tan graves desvaríos, caen en indudable posibilidad de verse
seriamente cuestionados y ridiculizados. Entonces, ante absurdas acusaciones de
un ejercicio ilegal de alguna profesión, hay que preguntar ¿quiénes son los
piratas y violadores?
¡CUIDADO
CON VENDER A CITGO!
El
arcaísmo de altos funcionarios, sumado al problema de una economía quebrada
como consecuencia de la ineptitud de quienes han pretendido regular y controlar
las finanzas públicas con remedos de políticas públicas, pudiera ser razón como
para forzar o “justificar” la venta de la empresa refinadora de petróleo y
comercializadora de gasolina, lubricantes y petroquímicos, Citgo, la mayor
filial de la estatal venezolana Pdvsa fuera del territorio venezolano.
En
el fondo de dicha controversia, pareciera desconocerse la Constitución de la
República toda vez que limita cualquier tipo de operación comercial que ponga
en riesgo los activos del Estado y por tanto su autodeterminación y soberanía.
Su errada venta, de procederse, representaría un tenaz golpe para la economía
por cuanto Citgo constituye el principal músculo comercializador de la
industria petrolera nacional. Más, si se
entiende que allí se procesan los 800.000 barriles diarios que se venden
directamente en EE.UU. lo cual la aporta al petróleo criollo un valor
estratégico único. Aunque también se maneja la especie de que la causa de la
susodicha venta es de orden financiero toda vez que el país se encuentra en una
posición crítica respecto de las reservas internacionales.
Sin
embargo, detrás de estas y otras conjeturas, puede estar el interés de algunos
empresarios de la camarilla “socialista” tratando de aprovechar la hora
menguada de la revolución bolivariana para apoderarse de dicho complejo
refinador y del correspondiente mercado norteamericano. En medio de esto,
pueden medrar revoltosas pasiones capitalistas apoyadas en socarronerías
socialistas para así seguir encubriendo la corrupción que ha llevado a
Venezuela al propio marasmo el cual la anegó casi por completo. De manera que,
funcionarios eventuales, ¡Cuidado con
vender a CITGO!
“Para
el populismo, la verborrea de sus dirigentes es un recurso de máxima alzada. Mientras
más hablan, menos saben explicar pues todo discurso compromete vacuidades. A lo
sumo, atorrantes mentiras”
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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