En estos mismos días centenares de cristianos
son masacrados en Irak, Siria y Nigeria. Como ha sido señalado por diversos
comentaristas y agencias de noticias, no son judíos quienes perpetran esos
crímenes, sino musulmanes. Ahora bien, en Gran Bretaña, Francia, Holanda,
Bélgica, Italia, Alemania, España, Dinamarca, Australia, Estados Unidos, y
otros países del mundo occidental, se han realizado manifestaciones callejeras para
protestar contra la acción militar de Israel en Gaza, acción basada en un
inequívoco derecho de defensa legítima por parte de Israel, y acción que por
desgracia produce muertes inocentes.
Por ningún lado, sin embargo, se observan
iguales protestas contra la persecución y asesinato de cristianos y otros
grupos religiosos y étnicos a manos de musulmanes en Irán, Afganistán,
Pakistán, Libia, Costa de Marfil Indonesia, Sudán, Kenia, Nigeria, Somalia,
Tailandia, India, Malasia y Filipinas, para mencionar sitios adicionales.
Las manifestaciones de protesta en Europa y
otras partes se llevan a cabo casi exclusivamente contra Israel y los judíos, a
pesar de que en términos relativos lo que ocurre en Gaza, por encima de todos
los bien documentados esfuerzos de Israel para minimizar en lo posible las
víctimas civiles, no puede compararse en intenciones y propósitos a los empeños
genocidas de paramilitares musulmanes que estamos viendo en Irak, por ejemplo,
en contra de grupos cristianos y de otros credos. Y al decir esto en modo
alguno pretendo menoscabar o desdeñar las penurias y el sufrimiento de la
población de Gaza, sometida como está a los impulsos suicidas de Hamas y a la
retaliación de Israel.
La indignación de Occidente se centra y
focaliza en Israel y los judíos. ¿Por qué? No me cabe duda que estamos
presenciando otra prueba de la persistencia de los viejos odios antijudíos, que
han envenenado por siglos el alma europea en particular, y que están
extendiéndose en EE UU y América Latina. El pueblo judío conoce muy bien estos
odios ancestrales, de los cuales ha sido muchas veces víctima, y que hallaron
su expresión más terrible, imperdonable y demencial en el Holocausto nazi. La
creación de Israel está íntimamente vinculada al imperativo existencial del
pueblo judío de proveerse de un hogar propio y defenderlo a toda costa, frente
a odios que, no importa lo que los judíos hagan o dejen de hacer, parecieran no
tener curación.
Lo que en estos tiempos se hace patente con
relación a Gaza, Hamas, y la reacción de buena parte de los medios de
comunicación occidentales hacia los eventos que allí tienen lugar, amerita un
análisis que vaya más allá de las explicaciones basadas en el antijudaísmo
silvestre, alimentado de ignorancia y esquizofrenia, del Occidente de raigambre
cristiana. La tesis que acá deseo plantear es que la hipocresía y distorsión en
la reacción hacia los eventos en Gaza, pone de manifiesto que Israel representa
para Europa y Occidente en general un desafío ético y político que los europeos
de hoy no desean aceptar, y ni siquiera quieren mirar de frente, prefiriendo
evadirlo u ocultarlo mediante el rechazo al chivo expiatorio judío.
Israel, con su indoblegable decisión de
defenderse frente a quienes han jurado su liquidación y repetidamente
ratificado su voluntad de exterminar a los judíos, reta a Europa y a todo
Occidente a entender la verdad: el islamismo radical constituye una amenaza
existencial, no meramente episódica y pasajera, a todos los fundamentos de
nuestra civilización.
¿Pero qué es lo que resta de esa civilización
occidental de origen cristiano? Pues básicamente unos desechos de relativismo
moral, de hedonismo, carencia de valores distintos al goce material, y la
voluntad de no tomar la vida en serio y dejarse llevar por una incesante cadena
de sensaciones efímeras, estimuladas por un consumismo frenético. A esto se
suma la decadencia de las élites políticas y económicas entregadas a la más
deleznable demagogia. Todo ello choca frontalmente contra el ejemplo de un
pueblo, los judíos, y de su patria, Israel, que experimentan en carne propia y
día a día el significado del radicalismo islámico, y responden con contundencia
y eficacia en defensa de sus tradiciones, valores y sobrevivencia.
Europa, EE UU, y el Occidente en general no
desean saber nada de valores, compromisos, sacrificios, o decisiones firmes.
Los pueblos del Occidente democrático y capitalista decaen demográfica y
espiritualmente, y escapan en lo posible de una realidad que les acosa. ¿Para
qué sacrificarse y prolongar la vida hacia el futuro? El objetivo es divertirse
aquí y ahora y llegar al fin sin demasiadas preguntas, sin complicarse la
existencia.
De paso el odio a Israel, particularmente en
Europa, es una forma de atenuar el sentido de culpa por el Holocausto. Decir,
como lo he leído, visto y escuchado en diversos periódicos y noticieros de TV y
radio de Europa, EE UU y América Latina, que la actual acción militar de Israel
en Gaza se asemeja al Holocausto hitleriano de los judíos, no solo es una
absurda distorsión y una claudicación de todo sentido de las proporciones, sino
una prueba de que la saña contra Israel esconde una vena secreta, por la que
circula la ambición de restar importancia a la mortal pesadilla que en su carne
y en su alma experimentó el pueblo judío a manos de los Nazis.
Me atrevo a aseverarlo: el odio a Israel
también revela envidia; sí, envidia de los inmensos logros del pueblo judío en
todos los órdenes del avance y el progreso en nuestro tiempo. Esos logros son
primeramente espirituales y tienen que ver con el compromiso con unos valores,
con el repudio a la frivolidad política y al relativismo moral que corroen las
almas de los occidentales de hoy. Y a esos logros espirituales se añaden las extraordinarias
conquistas de Israel y los judíos en todos los planos del conocimiento
científico, del desarrollo tecnológico, del arte y la literatura. Impresiona en
tal sentido leer la lista de Premios Nobel judíos y su relación con el número
total de ese pueblo en Israel y otras partes del mundo.
La civilización islámica, de su lado, padece
de una crisis profunda. Yo lo lamento; no se trata de algo que me agrade o que
celebre. Es una simple verdad que puede con facilidad constatarse, y es un
problema que va más allá de la ausencia de democracia y de la abortada
“primavera árabe”, y que se vincula con la libertad interior del ser humano,
con lo que Kant llamaría nuestra “autonomía moral”. Para alcanzar ese punto
culminante de la dignidad del ser humano Occidente necesitó, entre otros
procesos de cambio, la Reforma Protestante. No se observa nada similar en el
mundo musulmán, un ámbito donde la separación entre el gobierno politico de las
personas y el gobierno espiritual de las conciencias todavía no tiene lugar. El
mundo islámico no pareciera tener la fuerza interior necesaria para acceder a
una modernidad sustentada en la libertad de conciencia.
De su lado, Europa está descubriendo que las
inmensas comunidades musulmanas que viven en su seno, en Inglaterra, Francia,
Holanda, Alemania, etc., no son necesariamente susceptibles de asumir los
valores de tolerancia y convivencia que proclama la noción occidental de
derechos humanos. Los europeos se resisten a admitir esa realidad, continúan
refugiándose en la evasión, la “corrección política” y la negación de todo
aquello que no complace al prevaleciente hedonismo facilista. De allí que los
politicos democráticos en Europa se rehúsen en general a condenar
inequívocamente las metas genocidas de Hamas, y continúen con la pantomima de
establecer una equivalencia moral entre Israel y sus implacables enemigos. Se
trata de politicos de plastilina, de pacotilla, de meros lectores de encuestas
incapaces de tomar posiciones claras y valientes, ocupados solamente de ganar elecciones
con base en la demagogia y en lo posible enriquecerse personalmente y a sus
familias. Un espectáculo deplorable.
Hamas lo establece inequívocamente en sus
documentos fundacionales: su meta es liquidar a Israel y exterminar a los
judíos. Las decenas de misiles que a diario están disparando contra Israel, los
túneles de la muerte por los que transportan sus armas y pretenden penetrar el
territorio de Israel para masacrar judíos, todo ello es lo que con sobradas
razones los gobernantes y el pueblo de Israel están procurando destruir. Los
medios de comunicación occidentales saben muy bien que Hamas esconde armamentos
en escuelas, mezquitas y hospitales, que incita a la población civil de Gaza a
actuar como “escudos humanos”, que busca activamente la multiplicación de
víctimas civiles inocentes para ganar en el plano de la propaganda una guerra
que no es capaz de ganar en el plano militar. Todo esto es muy bien conocido
por el que se ocupe de estudiar el tema con objetividad y no sobre la base de
prejuicios y odios irracionales. Pero ya que el odio hacia Israel prosigue sin
tregua, al pueblo judío no le queda más remedio que defenderse.
Anibal
Romero
aromeroarticulos@yahoo.com
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