En la década de los 80´s y 90´s los adolescentes en
Venezuela debíamos enfrentarnos, 3 veces al año, con uniformados que reclutaban
para el servicio militar obligatorio (SMO). Durante 15 días miembros de las
Fuerzas Armadas, a veces sin uniforme, pedían documentos en la calle. Y quien
no poseía la llamada “libreta militar” era literalmente secuestrado y
arrastrado contra su voluntad a un cuartel. Por eso, 45 días por año andábamos
con cuidado por los lugares donde suponíamos que reclutaban. Y más de una vez
escapamos de la requisa.
A quienes nos encontrábamos en esta situación de
ilegalidad jurídicamente se nos denominaba “renuentes”. En ese tiempo si
participabas en organizaciones políticas juveniles de izquierda, especialmente
las de naturaleza antiautoritaria, ser “renuente” era la norma, no la
excepción. Demostraba que poseías un nivel de conciencia tal que te estimulaba
a rechazar la obediencia y los valores conservadores propios del mundo militar.
Que era como “civil” que deseabas cambiar el mundo.
En 1992 los que rechazábamos el servicio militar
obligatorio hicimos de las campañas informativas sobre el reclutamiento forzoso
un primer paso para difundir en el país el derecho a la objeción de conciencia,
que es negarse a participar en los ejércitos por razones éticas y morales. En
1994 organizaciones de derechos humanos crearon un movimiento específico para
promoverlo, que con el tiempo se llamó “Movimiento de objeción de conciencia
elige la paz”, donde confluían religiosos, activistas de derechos humanos,
marxistas y anarquistas. Se realizaron muchas actividades, como la presentación
pública ante notarías de objetores y objetoras de conciencia. Además, se realizaban
intercambios con grupos similares de otros países latinoamericanos.
En 1999, a
raíz de la redacción de una nueva Carta Magna, algunos de los constituyentistas
habían sido sensibilizados por este trabajo. Y fueron quienes en aquellos
debates defendieron y lograron introducir el concepto en el artículo 61,
eliminaron la obligatoriedad del SMO y plasmaron la prohibición de la recluta.
Además, y no sin tensiones, lograron que el artículo 134 de la Carta Magna le
diera la misma jerarquía a un servicio militar que a uno civil.
Cuando parecía que los tiempos de la renuencia
quedarían atrás, el presidente Chávez inició una progresiva militarización del
país, inundando la administración pública de militares, otorgando grandes
partidas presupuestarias a las Fuerzas Armadas, organizando a la propia
sociedad según razonamientos propios del ejército y transformando los
conflictos inherentes a una sociedad democrática en una guerra. Maduro, un
civil, ha llevado la militarización a nuevas fronteras.
En días pasados se
aprobó una normativa, la “Ley de Registro y Alistamiento para la Defensa
Integral de la Nación”, que obliga a todas las personas (naturales y jurídicas)
a inscribirse en la jurisdicción militar, negando además que por razones de
conciencia se rechace ingresar a las filas. Hay viejas rebeldías que vuelven,
cuando hay razones. Renuencia al registro militar obligatorio.
Rafael Uzcategui
uzcategui.rafael@gmail.com
@fanzinero
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