jueves, 24 de julio de 2014

PEDRO R GARCÍA, EL LIDERAZGO POLÍٕTICO, LA MITOLOGÍA CLÁSICA Y SU FUNCIÓN SIMBÓLICA, PUNTO DE QUIEBRE


Tal como lo ha admitido un gran exponente del pensamiento político moderno, es precisamente la psicología del saber que contiene en su interior un interés por el mito, tal como toda escritura creativa contiene en su recóndito una atracción por la psicología”. Estas afirmaciones fueron expresadas en 1936, por Thomas Mann, en una conferencia sobre “Freud y el futuro”. Le rendía tributo a los servicios aportados por el psicólogo del Inconciente o de las capas más profundas del alma, el gran escritor de hecho percibió a través de él su mirada al futuro.
ZEUS EL TODO PODEROSO
Esta narración ficticia se basará en un revelación que el autor Karl Kerényi refirió en su libro, Die antike Religión donde lo utilizó para responder a la pregunta “Que es la Mitología”. Dicho descubrimiento fue hecho por Sir George Grey. Este personaje fue enviado por el gobierno británico a Nueva Zelanda en 1845, y poco después nombrado Gobernador General. En 1855 apareció su Polynesian Mythology and traditional history of the New Zealand Race as furmisbed by their Priests and Chief, (London John Murray). Sir George Grey describe en el prólogo como yegó a escribir esa obra. Las experiencias que lo llevaron hacerlo son tan interesantes que podrían ser recogidas en el prólogo de cualquier versión de una mitología viva.
“Cuando llegué apunta Sir George, encontré a los nativos, súbditos de su Majestad envueltos en hostilidades con tropas de la Reina, contra quienes hasta ese momento habían peleado con notable éxito. Tanto descontento se había generalizado entre la población nativa, que allí donde los disturbios no habían ocurrido todavía, muchas razones hacían suponer que pronto estallarían, como sucedió poco después, en varias partes de las islas. Pronto me di cuenta que no podría gobernar exitosamente ni espera conciliar a un pueblo numeroso y turbulento, con cuyo lenguaje, maneras, costumbres, religión y modos de pensamientos estaba yo escasamente familiarizado. A fin de curar agravios y aplicar remedios que no hirieran sus sentimientos ni militar contra sus prejuicios, era necesario que yo fuera capaz de escuchar pacientemente, en todo momento y en todos lo lugares, las historias de sus sufrimientos, y de darles una réplica amable, aun si yo no pudiera ayudarlos, acogido a términos que no dejarán dudas en sus mentes de que yo comprendía con claridad y sentía con ellos, y de que realmente estaba bien dispuesto hacia ellos.
Esas razones y otras de igual fuerza me hicieron sentir que mi deber era entrar en conocimiento, con la menor dilación posible, del lenguaje de los neozelandeses, es muy difícil de comprender cabalmente para entonces no se había publicado ningún diccionario (a menos que se pudiese llamar así un vocabulario); tampoco había libros en esa lengua, que me permitieran estudiar su construcción; difería formalmente de cualquiera de las lenguas antiguas y modernas que yo conocía; y mis pensamientos y mi tiempo estaban tan ocupados en los menesteres del gobierno en un país entonces asediado por muchas dificultades y con una rebelión formidable encarnizándose en él, que apenas podía yo hallar muy pocas horas para dedicarme a la adquisición de una lengua no escrita y difícil. Hice sin embargo lo mejor que pude y dediqué entusiasmado todos mis momentos libres a una tarea de cumplimiento necesario para llevar a cabo adecuadamente cada deber hacia mi país y hacia el pueblo al que se me comisiono gobernar.
Pero pronto se presento una dificultad nueva y muy inesperada. Del lado de la facción rebelde aparecían comprometidos abierta y furtivamente, algunos de los viejos, menos civilizados y más influyentes jefes de la isla. Yo tenia que discutir con ellos, personalmente o mediante comunicaciones escritas, asuntos que implicaban paz o guerra y de lo que dependía el futuro de las islas y de la raza nativa, de modo que era esencial en el mayor grado que yo comprendiera completa, enteramente sus pensamientos e intenciones, y que no malinterpretaran en absoluto la naturaleza de los compromisos que adquiría con ellos. Para mi sorpresa, sin embargo encontré que estos jefes, en sus conferencias conmigo o en sus cartas, citaban fragmentos de antiguos proverbios, en explicación de sus puntos de vista e intenciones o bien hacían alusiones que descansaban sobre un viejo sistema mitológico. Y bien era claro que las partes más importantes de sus comunicaciones estaban encarnadas en esas formas figurativas, los intérpretes estaban  muy perplejos, a veces ni podían (a veces) traducir los poemas o explicar las alusiones y no había explicación existente que arrojara luz sobre esos asuntos o que diera significado a la gran masa de palabras a que los nativos apelaban en tales ocasiones. De modo que me ví obligado a contentarme con una declaración general, breve de lo que algún otro nativo creía que el autor de la carta pretendía transmitir por el fragmento del poema que había citado o por las alusiones que había hecho. Debo añadir que incluso la gran mayoría de los jóvenes cristianos estaban tan desorientados en estos asuntos como los intérpretes europeos.
Estaba claro que yo no podía permitir como Gobernador del país, que un velo tan tupido quedara echado entre yo mismo y los jefes influyentes a quienes tenia el deber de atraer hacia los intereses y la raza británicos, y cuya estimación y confianza, lo mismo que de sus tribus, era mi deseo asegurar, y con quienes además era necesario que sostuviera la relación más irrestricta. Solo una cosa podía hacerse bajo tales circunstancias, y esta era familiarizarse con el antiguo lenguaje, de país, recoger sus poemas y leyendas tradicionales, inducir a los sacerdotes a impartirme su mitología y a estudiar sus proverbios. Durante más de ocho años dediqué gran parte de mí tiempo disponible a esos propósitos. Ejercí realmente este deber en mis momentos libres en cada parte del país por la que pasé y durante mis muchos viajes de una región a otra de las islas. También estuve siempre acompañado por nativos, a aun en todo intervalo proseguí sobre estos temas.
Además del desconocimiento del imaginario y sus mitogenias, (el mito es movilizador), no terminamos de admitir que cada mediación, tiene sentido, que hay polos de confrontación dialéctica donde el mito nos persuade,  tanto en los relatos como en los sucesos que nos rodean intensamente, es expresión de las emociones originales que están en las bases de todas las formas culturales. El Mito no puede ser respondido, ni por la fuerza, ni por la ciencia, ni por la filosofía.
Obligatorio es abrir campo al debate ciudadano es un deber patriótico, porque las ideas disputan para convencer. Las armas para desolar. Si se ha impuesto  la fuerza del régimen es porque a la oposición le ha faltado desconocimiento del imaginario popular y falta de decisión democrática. El mal nacional de la imprevisión, presente en factores gubernamentales y opositores, nos ha afectado excesivamente porque los hemos trasladado a los extremos de la desidia. La única solución de fuerza sería una insurrección popular y pensar en ella en la Venezuela del petróleo es acostarse a soñar, más si no se tiene pueblo-pueblo, sino embluyinados que solo bañan con agua caliente. Quienes dentro de la oposición calculan la idea de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, olvidan que la experiencia histórica de las reformas constitucionales indica que se sabe quienes las inician y forjan, pero que es muy difícil conocer como lo evidencia la historia quienes se beneficiarán de esos cambios que terminan al servicio de intereses, podría agotar centenares de cuartillas, enumerando casos inspirados todos en la buena fe. No hemos entendido que los sectores históricos de poder sienten especial debilidad por las reformas constitucionales. Este gobierno en su articulación que no nos gusta ni su estética, ni su eficacia, ni su ímprobo manejo, pero ha dado la sensación de un gran volumen de obras públicas nacionales, estadales y municipales cercanas al barrio, alejándose por ahora de la construcción de hormigones de concreto armado como lo hacía Pérez Jiménez; las misiones, las pensiones, además, para buscar lo que le hace falta en materia de alimentación; les ha trasladado aun con todas las insuficiencias al pueblo a la pata del cerro, es decir, al piedemonte, los mercales y pedevales con los que los tiene surtidos para que la alacena tengan algunos comestibles. Eso indica que en esos sectores al final toleran este estado de cosas. Y ahora los van a limitar a lo básico para el consumo y no para el acaparamiento domiciliario. Otra de las razones del gobierno se basa en el desconfianza popular frente a esta camada de aristados dirigentes de la oposición, en sus posturas medrosas cara al numero de triunfos electorales del gobierno y su inconsistencia de con firmeza hacer los reclamos frente los indudables abusos del CNE; También el raquitismo funcional y estratégico en el seno de la oposición, la que solo se mueve con el influjo de crecidos recursos económicos, lo que demuestra el pase a retiro de la mística política, base esencial para un desempeño sólido y fructuoso. Contados se mueven a pisar la calle a diario en la oposición si no tiene ingentes logísticas y esa es su penosa debilidad. De allí que los partidos políticos refugiados en la MUD, (antes Coordinadora Democrática), han apelado a una oposición emocional, algunos los radicales están roncos de gritar y los venezolanos aburridos de el consignismos, sin propósitos concretos ni campañas bien ideadas, sin finalidades definidas en el mediano ni largo plazo, sin organización no hay acción posible, ella es la garante, de la capacidad de movimiento; Otra razón son la interferencia manifiesta de los sectores financieros a la oposición, lo que provoca la desconfianza del pueblo. Los que hayan sido dirigentes no importa el signo ideológico sabemos del rechazo en el pueblo militante a estos grupos. No es de gratis que a los dueños de  capitales que ellos presumen detrás de estos grupos  se les perciba a nivel popular como se congraciados con el capital extranjero, quienes por su carencia de habilidad devenida en torpeza, no gozan de un apoyo más categórico.
Ya en abril de 1993 escribía Guillermo Sucre: “Ahora no se dilucida nada sino que todo se incrimina. Hay un descaro tal en el lenguaje que solo es imaginable en mentes despiadadas o viles, o demasiados estúpidas. Con palabra. Con palabra escandalosa, sin embargo, son muchos los que han ido adquiriendo notoriedad; aun se enriquecen y prosperan”. Y añadía: “También es posible decir que ya no hay verdaderos homenajes: la palabra del reconocimiento no puede ser la del rastrero y pretencioso halago. Entre la insolencia y el servilismo, ¿Dónde ha quedado en Venezuela el sitio para la palabra viril?
Citaba, Sucre entonces, a Camus en referencia a la prensa carroñera, (igual podría extenderse hoy a la actuación de la mayoría de los medios de comunicación): “Una sociedad que acepta ser entretenida por una prensa deshonrosa y por un millar de bufones cínicos, corre a la esclavitud pese a la protesta de aquellos mismos que la degradan”.
En su narración ponía Sucre frases que son aplicables hoy aciertos guasones del poder establecido. “Hacen ver que son fuertes, sabios incorruptibles. No le creemos muchos. Nunca han tenido que luchar o sacrificarse para nada, mucho menos por la verdad. Héroes de mentijirillas, un buen soplo de aire puro ¿de dónde vendrá? Los borraría a todos con solo de ser de aire puro”. (Revista los Cuadernos de la Cordura, Niro 197, abril 1993).

Pedro R. Garcia M.
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