“El postulado inicial de la colectividad, y
es aquí precisamente, donde se evidencia su carácter ficticio- ha de ser
llevado a la realidad mediante la plena igualación de todos los individuos. Su
camino es el terror y su método la ideología”
Reinhart
Koselleck, Crítica y Crisis.
1- VENEZUELA UN POLÍTICA ATOMIZADA.
El
conflicto expresa un malestar, un desequilibrio, cuya dinámica social e
individual es difícil de aprehender dentro de un cuadro lógico dado el
debilitamiento del sentido. Despojado de su negatividad, el conflicto es una
fuerza dialéctica que mueve a una sociedad en la que se aspira a un cambio y a
un orden. Para Niklas Luhmann, es un mecanismo regulador de las posibilidades y
los límites de la cooperación.
El
conflicto es una fuerza que muestra la existencia de un problema. En este
sentido, si los actores que discrepan en torno a ciertas situaciones
identifican y definen qué es lo que quieren discutir, las puertas a la
dimensión dialógica están abiertas. Si lo que se quiere debatir es la situación
de un país, hay que definir el tipo de crisis que lo sacude, ésta apertura y
reconocimiento no se puede reducir a un solo factor. Más allá de los roles de
poder y de los intereses que asumen los actores que expresan su malestar, está
todo un sistema social que muestra un creciente aumento de su complejidad.
Dadas estas condiciones, el cálculo para un consenso en la Venezuela actual es
tal vez el obstáculo más difícil de vencer.
Distintas
fuerzas políticas se despliegan dentro de
un campo en crisis como es el que muestra la historia reciente en
Venezuela. Este pluralismo de grupos políticos se agrupa para hacer
comprensible el problema en dos campos: por un lado, el de los afectos al
gobierno y por otro, el de los afectos a la oposición. En tal sentido, dos
grandes estructuras como lo son la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que
funciona en cierto modo como grupo de presión, y el Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV), grupo que monopoliza el control de las Instituciones
deliberativas y burocráticas del Estado, dominan el espacio comunicativo.
Al
margen o debajo de ellos, en resistencia o subalternizados, incluso
indiferentes, coexisten otros grupos cuyo rol aún no toma la claridad debida,
pero que muestran que el esquema bipolar no es absoluto y que podría dada la
agudización de la crisis, ser irritados por las diversas formas de protesta que
pueden emerger en los próximos meses, sobre todo, si las medidas de emergencia
del gobierno causante de la crisis, son impopulares como ha sucedido en Grecia
o en España producto de las medidas neoliberales cuyo peso y sacrificio recae
en la población motivando las protestas.
Recordemos
entonces las palabras del discípulo de Bobbio, José Fernández Santillán quién
advierte que frente a los poderes oligárquicos (una categoría que para el caso
venezolano incluye tanto al gobierno –pese a su vacía retórica antioligárquica-
como a algunos sectores de la oposición que frenan toda acción ciudadana), “la
sociedad civil es la base de sustentación de cualquier proyecto alternativo al
juego de poder de los grupos”.
Aún
cuando los distintos sectores de la sociedad sufren la acción de fuerzas que
pueden escapar a su control y a su voluntad, la tensión y la dialéctica nos
hablan de un esfuerzo y un trabajo que deberá definir su plan de acciones: o
realiza sus potencialidades, o se detiene a contemplar como el entorno de su
hábitat social y cultural se reduce y el poder extraño, invisible, se disemina
acorralando a sus ciudadanos, a su habitantes; situación de creciente temor
cuya atmósfera asfixiante relató con todo detalle julio Cortázar en “Casa Tomada”.
2-
LAS OPOSICIONES.
Dentro
del campo heterogéneo de las oposiciones, un sector en Venezuela ha planteado
la idea de la “salida” del gobierno,
ésta ha sido liderada por Voluntad popular, Alianza un Bravo Pueblo (ABP) y
Vente Venezuela, su cabeza más visible es Leopoldo López, quién como sabemos,
se encuentra preso junto a un grupo de estudiantes acusados de fomentar entre
otros delitos un golpe de Estado. Otra de sus caras es María Corina Machado que
lideró una acción de propaganda en el extranjero que le valió su expulsión como
diputada dentro de un proceso de dudosa fidelidad a los reglamentos
parlamentarios y totalmente controlado por el presidente de la Asamblea
Nacional.
La
acción de estos grupos políticos se explica por el momento, dentro del espectro de acciones políticas posibles
en respuesta a la crisis nacional.
También es en cierto modo, un cálculo político que intentó aprovechar las
violentas manifestaciones estudiantiles y civiles que fueron el único mecanismo
que encontró la ciudadanía en el mes de febrero para mostrar el descontento
ante el desabastecimiento y el deterioro de la vida pública y privada de
millones de venezolanos.
Este
movimiento civil y espontáneo de estudiantes
enmarcado dentro de una tradición de rebeldía contra los gobiernos y el Estado
–una idea que sostengo frente a otros historiadores que sin mayor evidencia
hablan de complot foráneo y de peregrinas teorías conspirativas del imperio-,
sin una rectoría política tradicional, arrancó muy bien, ganándose el apoyo de
la sociedad civil y mostrando sobre
todo, las debilidades del poder al obligarlo a ejercer la represión.
Luego,
como en las jugadas del ajedrez político, este movimiento aupado en su segunda
fase por la “salida”, no supo plantear una tregua condicionada a tiempo para
ganar mayor fuerza ante la opinión pública. Sus barricadas (guarimbas), símbolo
de valentía y percibidas como una lucha entre David y Goliat, entre los
individuos y el Estado, fueron demonizadas por el gobierno que aprovechó el
descontento que se formó por parte de otros ciudadanos que veían alterado su ritmo de vida luego de meses de
resistencia infructuosas.
Anuladas
por la acción conjunta de la Guardia Nacional y los colectivos de paz, un
eufemismo que acuñó el gobierno para referirse a los grupos de motorizados
civiles armados que fueron dirigidos para enfrentar pueblo contra pueblo (hay
suficiente material gráfico y de videos para reunir una evidencia fuerte que
sustenta todo esto y que inexplicablemente los actores políticos de la
oposición no han usado con fuerza Y persistencia para denunciar estas acciones
violatorias de las garantías constitucionales) la espontaneidad y voluntarismo
de estos grupos se disolvió por varios factores.
El
movimiento de descontento civil iniciado en febrero cuya cabeza visible eran
los estudiantes, terminó por disolverse por la acción de tres fuerzas: la
ausencia de una rectoría intelectual con propósitos y discursos más claros; la acción de cálculo llevada a cabo tanto por
parte del gobierno y su represión, y finalmente, la ejercida por los
patrocinantes de “la salida” y su decisión de impulsar una revuelta popular
conducente a la renuncia del gobernante, cuando el movimiento originario lo que
pedía era ser escuchado en condiciones de igualdad.
Pese
a ello quedó flotando en la sociedad la idea de solicitar la salida del
gobernante, una cuestión que no es rareza en Italia por ejemplo o en Francia.
¿Es subversivo pedir la renuncia de un gobernante? No si el camino que se sigue
es el de la Constitución, pues allí está tipificada su figura legal. Pareciera
entonces que su camino contrario es la rebelión o la revolución (argumentos
fundantes de la retórica chavista contra un gobierno electo pero considerado
unilateralmente despótico y corrupto que sólo es aplicable a conveniencia).
El
corolario de esta “rebelión estudiantil y ciudadana”, fue la denuncia que
interpuso en su contra el Gobierno ante la sede de la ONU en Ginebra,
criminalizando la protesta al calificar el movimiento como terrorista. Las
puertas para ejercer una represión mayor quedan abiertas, pues ésta sería
legitimada al tratarse de un acto de defensa del Estado contra “terroristas”.
El maquillaje legal oculta entonces la realidad y la naturaleza de la protesta,
que es como se observó y se observa en las calles, un reclamo constante por el
deterioro de las condiciones de vida, una cuestión que valientemente a
denunciado el Foro Penal Venezolano.
El
camino es claro por la vía Constitucional, pero exige un mayor trabajo
político, el otro, es el que hoy se
llama ingobernabilidad, esta como sabemos pone en el límite la capacidad de
tolerar y crea las condiciones para salidas contrarias a la Constitución.
Finalmente
hay otra ruta que luce como un Calvario, el de esperar los mecanismos de
elección de los gobernantes y de los diputados en 2015 y 2019. Mientras tanto,
el proyecto pars destruens, pars construens, del Plan Patria (cuyo fundamento
encontramos en La anomalía salvaje: ensayo sobre poder y potencia en Baruch
Spinoza de Antonio Negri), sigue experimentando con el país en su aspiración
metafísica y su pasaje práctico en un campo geopolítico internacional complejo.
Afortunadamente,
frente al deseo de los políticos y la toma de decisiones acertadas o
equivocadas, está el peso de la historia con toda la fuerza de su “contingencia
e incertidumbre” que pone en suspenso toda “irreversibilidad y
predeterminación” del porvenir.
Otro
sector de la oposición ha planteado “el diálogo”, esta postura es asumida por
la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, un conglomerado de partidos y de
líderes. Ante la crisis y como una solución a él, la necesidad del diálogo ante
la violencia desatada que cobró en su momento 42 víctimas, la mayor parte jóvenes,
permitió poner por un momento de acuerdo al gobierno y a un sector de la
oposición para frenar la escalada del conflicto.
Los
primeros encuentros con el gobierno iniciados a partir del 10 de abril que
fueron televisados, mostraron la
valentía de este conglomerado al expresar claramente un memorial de
agravios y proponer ideas, muchas de ellas sueltas y fundamentadas en un deber
ser que no han sido acatadas por el gobierno.
También
en medio de la historia más recientes de la reuniones entre gobierno y
oposición y para tener una idea más clara del conjunto en una línea temporal,
hay que recordar, el movimiento estudiantil que alentó Jon Goicoechea
llevándolos a exponer ante la Asamblea mayoritariamente controlada por el
gobierno sus ideas contrarias a la reforma que el gobierno pretendía imponer.
Este
hecho de movilización social marcó una de las derrotas más significativas para
Chávez en su intento de reforma de la Constitución en diciembre de 2007,
proyecto que centraba su eje en el poco conocido proyecto de la Geometría del
Poder de la connotada geógrafa Doreen Massey.
Aplicado
de manera distorsionada, este proyecto servía de base para el reordenamiento
territorial y el “supuesto empoderamiento” de las comunas. La agenda
centralista del gobierno y su línea vertical no podían ocultarse en una reforma
plagada de contradicciones con la Constitución Bolivariana de Venezuela.
Con
las elecciones presidenciales, de gobernadores y Acaldes, los juegos de
manipulación de la geografía electoral fueron evidentes, un simple estudio del
mapa electoral lo muestra. No obstante, y como un gesto del gobierno, alcaldes
y gobernadores fueron a hablar a Miraflores el 18 de diciembre de 2013.
A
todos se les olvida un detalle que fue fundamental y pasó desapercibido por los
críticos de la situación política. Las exigencias de Maduro que era el
convocante se reducían a tres “requerimientos”: El primero era el acatamiento
absoluto de la Carta Magna (Constitución Bolivariana de la República de
Venezuela), el segundo, el reconocimiento de Maduro como Presidente
Constitucional. Y finalmente y tal vez el más delicado, el reconocimiento del
Plan de la Patria, que Maduro calificó como una “Ley de la Nación” que debía
“ser cumplido a cabalidad”, es decir, que no estaba sometido a ninguna
deliberación.
Las reglas las imponía el pitcher del juego,
es decir el gobierno construía un mensaje claro, la irreversibilidad del
proyecto por un lado, y el desdibujamiento de una oposición que aceptando las
imposiciones, aceptaba inconsciente y tácitamente que habían desacatado la
Constitución, y que reconocían la validez de la elección presidencial puesta
bajo sospecha, sobre el Proyecto Patria ya no había nada que discutir. Todo se
redujo en este caso a una jugada con la cual la politiquería venezolana mostró
su escaso sentido del manejo de discurso, su pobreza intelectual y su pérdida
del sentido de la realidad al no reconocer al contrincante o adversario que
enfrentan. A estas reuniones siguieron otras tales como la de las
organizaciones políticas con UNASUR y el Consejo de Estado para la
“transformación del Estado”, cuyos resultados no han sido claros y por el
contrario muestran la poca importancia que estas puestas en escena para los
consumidores de imágenes deliberativas tienen dentro de un contexto en el cual
lo que se observa es el avance del rodillo socialista y su proyecto bajo la
lógica lineal del poder Ejecutivo Nacional.
Dado
todo este contexto en el cual las cosas toman formas insospechadas, la
percepción general de lo que piensa la sociedad en su conjunto sobre la MUD y
su apuesta al diálogo, aún no ha sido estudiada, pero una simple incursión en
redes sociales que no es el mejor indicador para llegar a conclusiones
generales, muestran por el momento un creciente descontento y visceralidad,
además de los señalamientos de ingenuidad, sobre todo cuando es el gobierno el
quien toma las decisiones, y como se observa, no ha dado muestras de dar un
giro a su proyecto político, por el contrario lleva un avance inexorable en sus
política de Estado.
Recientemente
Henry Ramos Allup, Secretario General de
Acción Democrática, al tratar de
explicar en una entrevista televisada por qué fueron suspendidas las reuniones
entre la MUD y el Gobierno, plantea que este último no cumplió con algunos acuerdos
y medidas que debía tomar. En medio de su optimista apuesta por el diálogo, su
lapidaria opinión pone bajo sospecha toda esperanza: “No queremos heredar un
país inexistente o que haya que construir desde el subsuelo hacia arriba porque
todo está destruido”; esto como es de suponer en la mente de un político
opositor realista, pasa en primera instancia
por las decisiones que debe tomar un gobierno por encima de los
extremistas o “radicales”. Lo más significativo a la hora de identificar la
naturaleza del dialogante lo ha expresado el propio Ramos Allup, al plantear el
derecho a expresarse y a criticar. En tal sentido, según Ramos Allup, “El
gobierno no puede considerar que Estado, patria y gobierno son una misma cosa”.
En
medio de este contexto crítico en contra de la aparente falta de carácter de la
MUD, Antonio Ledezma ha pedido “una agenda de país”, una idea que también ahora
impulsa María Corina Machado a través de su propuesta de un Congreso de
ciudadanos, tal vez una replica tardía al Congreso del PSUV que el gobierno ha
convocado. El olor a una nueva constituyente ya se percibe en el ambiente,
pero, ¿están dadas las condiciones políticas para arriesgarse en una empresa
como ésta?
Gerardo
Blyde partidario del diálogo, ha visto en la salida una respuesta desesperada
que quiso vender una falsa esperanza. Para Blyde, "La Salida" no
terminó de sacar a Maduro pero está terminando por dividir completamente a la
unidad”. Tocando el problema de fondo, ha señalado que: “Hay que reflexionar, ¿el
problema es la Constitución del 99 o son quienes no la cumplen?, empezando por
el chavismo que no deja ser independientes a los poderes, o ha desarrollado
aguas abajo, cuando no la pudieron modificar en 2007, un ordenamiento legal
inconstitucional.”.
El
dilema toma un giro poco aconsejable hacia un proceso instituyente que sin
mediar mayor reflexión, ve la salida en el papel constitucional y no en la
estructura del Estado, el desequilibrio producido por la sumisión de todos los
poderes al ejecutivo, y los extravíos de las funciones burocráticas favorecidas
por el reclutamiento sin méritos de muchos de sus funcionarios cuyas prácticas
condenan a los ciudadanos a un recreación del Castillo que imaginó Kafka.
En
su conjunto cada líder político de las oposiciones funge como vocero ante los
medios de comunicación de sus respectivas organizaciones; así tenemos que
Capriles Radonski es Primero Justicia, Luis Guillermo Aveledo, Secretario
Ejecutivo de la MUD vinculado al partido Social Cristiano Copei, Antonio
Ledezma es Alianza un Bravo Pueblo, Gerardo Blyde es UNT, Leopoldo López es
Voluntad Popular, Ramos Allup es Acción Democrática, María Corina Machado es
Súmate y ahora Vente Venezuela y está el grupo de Henry Falcón e Ismael García
alineados en el progresismo. Uno se detiene y piensa, muchos de estos nombres
de partidos parecen salidos de un marketing político desterritorializado y sin
cargas semánticas claras, parecen a-conceptuales y en este aspecto radica su
falta de definición ante la crisis y lo que pueden y deben reclamar como
contrario al ejercicio de las libertades.
Como
se observa, no se puede generalizar entonces cuando hablamos de oposición, el
plural es entonces una palabra clave para mostrar un campo complejo que se
muestra pese al esfuerzo de la MUD como un campo atomizado.
Además
de ellos, existe una zona oscura, la de los llamados “nini” o indiferentes que
forman el cuerpo de apolíticos que pese a sufrir las acciones de los otros
grupos políticos y de las políticas gubernamentales responsables de esta
crisis, no poseen una conciencia clara de lo que es actuar políticamente, viven
en una zona de confort, o sencillamente muestran el desencanto político. Este
es un reducto de electores plurales que deben ser convencidos.
En
el fondo de esta imagen teatral de el espacio político venezolano que recuerda
las comedias de Shakespeare y las dubitativas tormentas internas de sus
personajes, nuevamente un político sagaz como Ramos Allup vuelve a alertar
sobre las actitudes de los políticos:
“Personalmente no me hago ilusiones: si no hay rectificaciones, si la vanidad,
el engreimiento, la soberbia y las ínfulas de superioridad siguen orientando
conductas se perderá todo. He sugerido
que todos debemos proceder como manda la religión católica, confesando nuestros
pecados, haciendo contrición de corazón y sobre todo propósito de enmienda” (El
Republicano Liberal del 22 de julio de 2014).
Fausto
Masó paralelamente ha alertado sobre la necesidad de construir un mensaje, una
política y una estrategia coherente que logre unificar el país (El Republicano
Liberal, 22 de julio de 2014).
Para
Luis Ugalde, s.j. el problema está en el despliegue de un modelo político
dictatorial y en la necesidad de reformar la conducta de la oposición, así
pues, “Urge una oposición actualizada sincerada con la realidad a julio 2014,
unida con el sufrimiento del país con la única obsesión de recuperar la
democracia, con justicia social y productividad.
No
merecen gobernar quienes no son capaces de tomar en serio las necesidades de la
inmensa mayoría” (El Nacional, 26 de junio de 2014) finalmente Enrique Capriles
Radonski, ha señalado otro punto de partida, tal vez uno de lo más obvios, la
naturaleza del fracaso no está solamente en el gobierno, sino en el modelo
económico.
Todos
estos aspectos son válidos, pero para completar el rompecabezas nacional, se
tendría que agregar el problema cultural. Este refiere como sabemos, a la
crisis de valores y a la crisis de identidad que afecta seriamente a todos los
sectores.
En
la clase media y los sectores profesionales no alienados con alguna ideología
la evasión es la solución, emigrar de un país que cada vez ven más extraño y
que sin embargo, desean, lo que genera una crisis existencial de proporciones
no calculadas.
Para
los sectores populares, la realidad de pobreza y la ficción de bienestar es
indisociable; si bien las misiones han cumplido en algunos aspectos dando
oportunidades, lo cierto es que tras quince años de modelado social y de
retórica de una “participación protagónica” doblegada por la línea vertical de
mando, la vida de los barrios sigue siendo dura y violenta. La
despersonalización por impacto del poder los convierte en sujetos dirigidos,
controlados por el Estado a través de su política clientelar del carnet rojo,
los subsidios y la “dictadura sobre las necesidades”, lo que los fuerza a hacer
sin ningún pudor colas interminables para comprar una despensa de no más de
doce productos mientras la nueva clase chavista o boliburgesía se exhibe en su
opulencia y derroche.
Vistos
en conjunto los diversos sectores de la sociedad venezolana comparten una
crisis de temporalidad. Esta experiencia temporal como señalaba Thomas Hora, el
eminente psicoterapeuta, se convierte en obstáculo, pues los grupos tienden a
aferrarse al pasado o a preocuparse por un futuro incierto mientras olvidan su
presente.
Más
allá de la fe que este sombrío paisaje suscita, están las acciones. De fondo y
dentro de un anarquismo y liberalismo renovados, y dentro de una identidad
nacional que articula pluralidades dentro de un sentido de la diferencia y la
de la idea de comunidad imaginada, no se trata de eliminar al Estado, pero si
de limitarlo hasta el punto que no se convierta en obstáculo para el desarrollo
de la autonomía que va de la mano con la responsabilidad social e individual.
Dentro de un espacio del deseo que ofrece posibilidades para el desarrollo
material y espiritual del venezolano coexiste una cruda realidad del hombre
nuevo una etiqueta fallida de un experimento social sin resultados. Una
observación atenta de las noches en las calles Caracas y La Habana son una
evidencia contundente de la violencia y el socialconformismo.
2-
¿Un gobierno Unido?, lo que puede señalar el Congreso del PSUV. El juego de
palitos chinos.
Por
su parte está el gobierno y sus seguidores. En medio de un clima constante de
tensiones desde la elección de Chávez, -con pocos meses de calma y estabilidad
a lo largo de quince años y hasta el día de hoy-, el proyecto socialista del Siglo XXI se ha
movido entre tres fuerzas que muestran los retos que enfrentan: Los leales al
proyecto del segundo Chávez (convencido del poder electoral y vinculado al
proyecto geopolítico cubano), los reformistas y las logias militares
(vinculadas al primer Chávez).
La
actitud de lealtad y fidelidad a Chávez y su legado (cuya “heroicidad
socialista” se muestra en un primer plano en el Libro Azul, revela los
fundamentos del planteamiento ideológico del “árbol de las tres raíces” o
Sistema EBR, Ezequiel Zamora, Robinson y Bolívar, concebido como un destino
inexorable de despliegue en “tiempo espacio” de una ideología). Este grupo de
fieles hacen frente a una de las peores crisis nacionales cuyos actores se
debaten en enfrentar con innovaciones o continuar apegados a la inmutabilidad
de las ideas. Sus acciones dibujan no muy claramente, la idea de infalibilidad
del gran arquitecto que es Chávez y propone profundizar una política económica
cuyo resultado más visible, es el no reconocimiento del desastre mayúsculo de
la baja productividad, el desabastecimiento, la inflación, la falla de los
servicios públicos, el crecimiento de la deuda externa y la disolución de la idea de mercado
interno.
La
otra fuerza de leales lo constituye un grupo de “reformistas” que viendo el
desastre y la crisis, busca reanudar el diálogo, que supone dejar a un lado los
extremismos y producir un consenso. Este grupo además, intenta combatir la
nueva clase que se gestó al calor del erario público y cree agruparse bajo el
lema de una revolución dentro de la revolución, una frase que por cierto ya
muestra su escasa consistencia y posibilidad realista de éxito ante la red de
intereses que se disponen como el “juego de palitos chinos”.
La
tercera fuerza en juego la constituye la logia militar que es el núcleo
originario del proyecto nacional de Chávez devenido luego en “transnacional” al
aceptar la tutela cubana. Este segmento se exhibe con aspectos no muy claros,
sobre ello volveremos más adelante cuando toquemos el punto del Congreso del
PSUV.
Pese
a mostrarse al menos durante el último tiempo de Chávez y post encarcelamiento
del General Baduel, salida de Miquilena, Falcón e Ismael García y pérdida de
afectos de intelectuales de valía entre otros, como un grupo sólido, coherente
y unido que ha ganado un buen número de elecciones, el PSUV es percibido por la
opinión pública con fisuras. Al ser cuestionado por sus últimas decisiones y
sus medidas por líderes con peso histórico dentro del proceso como los son
Jorge Giordani y recientemente Navarro, su situación interna alerta de que algo
no cuadra dentro del retrato del líder con familia y su hogar apacible. Pese a
la existencia de tensiones entre los tres grupos las acciones del poder
ejecutivo no se han visto menoscabadas ni limitadas por cuanto el Presidente
Maduro fue investido de poderes casi absolutos por una Ley Habilitante que le
permite legislar e imponer leyes no necesariamente justas por encima de toda
deliberación. Un ambiente como este no es ni puede ser propicio a ningún
diálogo, una condición que por cierto ha sido pasada por alto por el liderazgo
de las oposiciones.
Independientemente
del valor moral de muchos de los denunciantes y de sus consistencias
conceptuales, y pese a la arrogancia universitaria que exhiben, estos afectos
al proyecto de Chávez hoy disidentes del “madurismo”, expresan un malestar
interior. Sin embargo, sus denuncias, no son garantías del cambio posible, pues
lejos de crearse una ilusión de quiebra del sentido de unidad, se deben
enfrentar al menos tres obstáculos para pensar en un quiebre del partido:
Primero,
se ha creado una cultura con prácticas políticas clientelares, segundo, se ha
construido un imaginario “bolivariano y chavista” que disocia la realidad y
funciona de manera inconsciente en muchos de sus afectos; tercero, se ha
diseñado un control vigilante y coactivo de conciencias, lo que produce límites
a la acción crítica ante el temor de perder cargos y otras prebendas políticas.
En cuarto lugar y tal vez, el obstáculo más visible en el espacio social es la
“dictadura sobre las necesidades”, un punto clave sobre el que he venido
insistiendo y que tiene como únicos responsables a la acción maquiavélica del
Estado despótico en contra de los ciudadanos al someterlos a indignantes colas
(que los líderes investidos de moralismo nunca hacen), junto a ésta acción está
la especulación de unos empresarios que lejos de fundamentar su riqueza en la
producción, terminan por hacerle el juego a la estrategia del gobierno
anti-mercado, generando más especulación sobre el costo real de los productos;
el resultado es claro, la muerte de la noción de mercado interno. Finalmente
como quinto obstáculo, encontramos la gestación de un espacio del temor
caracterizado por el monopolio de la
violencia que ha transitado del Estado a las manos de militares, de colectivos
armados y de la deliberada impunidad que reina en las calles ante una justicia
que perdió el sentido del orden.
En
un contexto como este, las fidelidades se inclinaran como en toda práctica
clientelar hacia donde está el monopolio del erario público, hoy alimentado por
el endeudamiento del país en los tratados firmados con China cuya real
dimensión se aleja cada vez más de un proyecto socialista y se inscribe en una
pugna por ganar zonas de influencia y control entre el capitalismo de Estado
encarnado por China y el Capitalismo de la Tercera Ola representado por los
EEUU con Rusia y la Comunidad Europea como factores no desdeñables.
En
todo caso los acuerdos firmados con China sin consultar a la población, ya que
esto si es materia de interés nacional, suponen una hipoteca de los recursos de
la Nación, sobre todo los referidos a los hidrocarburos. La asignación del
“chorro de dinero Chino” de seguridad se dirigirá a levantar clientelarmente
los apoyos y a lanzar “migajas” a la población sometida a esa “dictadura sobre
las necesidades”. El poder ejecutivo se convierte sin ninguna barrera y
contrapeso, en el lugar desde donde se distribuyen los beneficios y las cuotas
de poder que siguen un orden concéntrico que fortalece y reproduce el sistema
de dominación.
La
situación del contexto interno del PSUV puede tomar caminos imprevistos por la
asesoría cubana. Puede agravarse la situación de disentimiento por cuanto el
equilibrio entre el factor civil interno del PSUV integrado también por varios
partidos - unificados en la organización macro- y las fuerzas armadas se ha
roto. Es difícil imaginar un diálogo político con sus tensiones entre militares
y civiles. En todo caso el Congreso que ha convocado el PSUV entre el 26 y 31 de julio, sigue una costumbre clara, es
decir se articula e inscribe dentro de la conmemoración de una fecha
patriótica, el 24 de julio, es decir luego de una exhibición militar en Illo
tempore. El lema de la convocatoria es claro si es que debemos darle alguna
seriedad al afiche que le hace propaganda, ¡Unidad, Lucha, Batalla, Victoria!
Términos que aluden a la situación de stress bélico que alimenta la promesa de
lo porvenir dentro de la teleología chavista.
Este
Congreso mostrará hasta donde ha llegado la ruptura del equilibrio entre dos
grupos. Por un lado, las organizaciones
políticas civiles y sus representantes que dicen “llevar la voz del pueblo”
(537 delegados elegidos por un poco más de millón y medio de electores. Es
significativo que el registro del PSUV señala un poco más de siete millones de
afiliados. Esa cifra da para pensar sobre la confianza de los ciudadanos
comunes en dicho proyecto) y por otro, el ingreso de componentes de la fuerza
armadas autorizados por una decisión del Tribunal Supremo de Justicia para
participar políticamente sin restricción alguna. Se ha producido sin duda
alguna, una nueva situación política que sin embargo ya se esperaba dada la
naturaleza pretoriana del proyecto originario del primer Chávez.
El
punto de vista de Gerardo Blyde no deja de causar perturbación en su llamado de
atención y muestra un escenario poco favorable a la democracia y sus actores,
“Maduro se debatía entre sus orígenes de la Liga Socialista y del otro lado
estaba esta logia militar que ha venido tomando más poder y en ese debate
perdió el mundo civil de izquierda”.
Tal
vez en este pulso cívico y militar es que se pueda ver la dimensión de las dos
cartas que escribieron Giordani y Navarro, aunque en ellas silencien entre
otros aspectos, la acción de la o las logias militares. Los silencios también
muestran los temores.
Imaginar
entonces un debate serio y crítico dentro de un Congreso de Partido en el cual,
civil que disienta será escuchado y no sentirá la presión de los militares y de
los grupos de paramilitares uniformados es improbable, salvo que existan
actores impregnados de furor heroico y conscientes del sacrificio que vale la
palabra “democracia participativa”.
No
cabe imaginarse la palabra disidencia y objeción, o más sencillamente, cuesta
oír en un ambiente partidista vertical, un no estoy de acuerdo, máxime cuando
tienes a tu lado gentes uniformadas dentro de una atmósfera que ya huele
salvando algunas diferencias, a partido bolchevique o a Nacional Socialismo
Alemán. El aroma a la acción de las feroces ovejas en los Consejos convocados
en La Granja, la célebre novela de George Orwell se percibe.
La
jugada en el fondo es clara, con la medida del TSJ se incorpora ya sin ningún
límite a la libre expresión de su filiación política a los militares, uno de
los grupos que ha obtenido gruesos privilegios en el curso de los quince años
de gobierno, un enriquecimiento que les ha velado la realidad de que son un
estamento cercado y acosado por las redes de espionaje y los grupos de fuerzas
nuevas que se han creado con mando directo en Miraflores. El triunfo relativo
ha sido entonces de la logia militar cuyo hilo conductor se remonta al grupo
conspirativo formado en la Academia Militar de Venezuela que ha ido
incorporando nuevos actores y nuevas ideas dentro de una línea de mando y
obediencia clara cuyas coordenadas, pueden verse de forma clara y a veces en
entre líneas en EL Libro Azul de Chávez su testamento político.
4.
El diálogo se hace banal ante el control hegemónico de la comunicación
Otro
signo de la banalidad que puede tomar la palabra diálogo en la boca de una
mentalidad autoritaria que niega toda crítica proveniente de la sociedad civil,
lo muestra el reciente anuncio para modificar la Ley de Responsabilidad Social
en Radio y Televisión. Introducir un nuevo modelo comunicacional en el país no
es algo novedoso y forma parte de toda acción que no admite crítica, una largo
movimiento de ajedrez que el presidente Chávez ya venía realizando y que hoy le
permite controlar casi el ochenta por ciento de los medios.
Amparado
en un discurso moralista exhibido dentro de la puesta en escena de los consejos
comunales, la “lucha por la comunicación” se
fundamenta en una cruzada de los antivalores y los valores, obviamente,
unos son impulsados por el capitalismo “demonizado” y otro por el “socialismo
angelical”. Esta imagen de lucha de valores con el control estratégico del
espacio comunicacional que el gobierno durante quince años ha proyectado,
contrasta la materialidad del deseo con los logros obtenidos. La violencia del
discurso político se corresponde cada vez más con una Venezuela violenta que
los datos estadísticos del Estado ya no pueden ocultar pese ala censura sobre
los periodistas y que ya causan un escándalo internacional.
El
control absoluto de las esferas de decisión y de la burocracia estatal
centralizadas con la anulación de las fuerzas policiales locales de las
alcaldías y municipios, y la creación de grupos parapoliciales y militares
alternos a los tradicionales y férreamente encadenados al mando central, no ha
servido para respaldar con un cambio observable en la atmósfera social lo que
el discurso dice haber logrado. Esto es un ejemplo del fracaso de las misiones,
de lo errático de las políticas comunicacionales y del simulacro del cambio que
dichos proyectos socialistas dicen encarnar. Sería bueno revisar el resultado
cuantitativo con el cualitativo de los logros pregonados, también sería bueno
preguntar al pueblo venezolano si se siente más seguro, si su noches son más
tranquilas si su voz de reclamo puede expresarse libremente.
En
fin, una ley comunicacional de esta
naturaleza, busca como sabemos implantar de una vez por todas la lógica unívoca
del socialismo, una muestra más del contrasentido que reina en un modelo
“democrático socialista” que habla de libertades y de participación
protagónica. En un contexto como este, enervado por multitud de tensiones, ¿de
qué diálogo está hablando el gobierno?, y más allá, ¿es confiable el dialogante que ya exhibe su
ambición de hegemonía comunicativa?
5.
La toma de la palabra…
El
panorama político luce pues complejo, ¿pero cómo lo leen en el contexto plural
de la sociedad los ciudadanos comunes esta situación?, ¿cual es su percepción?
Contra
la arrogancia y “sabelotodismo” de los políticos, es muy poco lo que conocemos de
las exigencias de los ciudadanos. Las opiniones más cercanas a la realidad
cuando más, las sustraen de lo que ven y escuchan episódicamente en las calles,
pero contar con un estudio verdadero y argumentado no. Esta si es una tarea de
los movimientos que apuestan por la democracia. Y es para decirlo con mayor
claridad la base fundamental de la participación social. Razón tenía Michel de
Certeau al señalar que “la toma de la palabra” era el factor clave, la piedra
angular que permitía movilizar y recomponer el panorama social descompuesto y
confiscado por la mentalidad esclerosada de los políticos y sus prácticas
encaminadas a disputar o a controlar sus pequeños espacios de poder. En una
visión de conjunto, el espacio en el que este conflicto se desenvuelve, nos
muestra un campo lleno de obstáculos de alteridad y de pérdida de confianza.
En
este sentido y siguiendo a Luhmann la fuerza constitutiva de la confianza
“…está implicada cuando la expectativa confiable hace una diferencia para una
decisión; de otro modo, lo que tenemos es una simple esperanza”. Este es uno de
los dilemas que enfrenta el campo político de una Venezuela atomizada. Se
necesita entonces, de un trabajo intelectual que logre construir un mensaje
confiable, que sume y no reste, que esté consciente en que los mesianismo no
son viables dentro de una cultura de cara a la modernidad globalizada que
articula los espacios locales y no se encierra en pequeños discursos
paradójicamente megalomaníacos y tendenciosamente chovinistas.
La
toma de decisiones fundada en el concepto de confianza implica como también
señala Luhmann “una empresa arriesgada”. En este riesgo radica la diferencia
que se establece, sobre todo cuando se quiere generar un mensaje alternativo
que satisfaga por el momento la necesidad del cambio y su condición de
posibilidad, y no una vuelta hacia atrás. La diferencia en un contexto como el
venezolano que enfrenta el proyecto de colectivización o comunal regido por un
jefe de una “democracia rousseoniana” y pseudo marxista, y una oposición que
aún no logrado construir más allá del temor por el avance del proyecto
totalitario, un discurso coherente, radica en despertar una conciencia clara
sobre el sentido que está tomando la desconfianza política en un país en crisis
económica, política, social y cultural.
En
términos generales, y con la ciudadanía como espectadores rabiosos o
conformistas, el grupo de opositores se muestra aún atomizado, un grupo apuesta
por el diálogo y otro grupo no, un grupo lo concibe como posibilidad de intercambio
de ideas y de ser escuchados y otro como una mesa con convidados de piedra.
La
pregunta también debe dirigirse al lado contrario de la oposición, ¿apuesta por
el diálogo el gobierno? ¿Es el diálogo solo una posición retórica desprovista
de un referente claro de lo que se tiene que discutir sin atropellar los
derechos del individuo? Y a todas estas, ¿Qué és dialogar?
Una
breve explicación realista y concreta sobre este punto ayudaría pedagógicamente
a dejar las reglas en claro, permitiría armar una mesa servida para que los
participantes de ella puedan llegar a un consenso antes de que la marea termine
por ahogar toda posibilidad de cambio, y la pérdida de confianza en términos
absolutos suma en la anomia a todo el país ante el desbordamiento del Estado, o
termine por aplastar a los individuos en nombre de un colectivo ficticio que
pretende regir la vida privada según los deseos de una dirigencia moralista que
por cierto, se ha constituido paradójicamente en una nueva clase, ostentosa y
arrogante.
El
eclipse de la vida en común con sus ritmos de cotidianidad alterados por el
temor que reina hoy en las relaciones interpersonales en Venezuela, es un
factor de explosividad que no se debe descartar y que puede tomar la forma real
y concreta de una sociedad indignada que decida tomar la palabra confiscada hoy
por los políticos.
Como señalé recientemente, “En medio de
tanto ruido, acoso y distorsión comunicativa, sólo nos queda actuar muy en
serio y en tiempo presente para ganar espacio”. Un diálogo es deseable pero
sólo si se fijan condiciones que permitan el despliegue de su naturaleza, que
no es otro que la razón y acción comunicativa.
Luis
Manuel Cuevas Quintero
luimanc@yahoo.com
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