lunes, 28 de julio de 2014

LUIS MANUEL CUEVAS QUINTERO, VENEZUELA, SALIDA O DIÁLOGO. ¿DIALOGAR QUÉ? ¿SALIR DE DONDE?, ¡¿IR HACIA DONDE?, DESDE MEXICO

 “El postulado inicial de la colectividad, y es aquí precisamente, donde se evidencia su carácter ficticio- ha de ser llevado a la realidad mediante la plena igualación de todos los individuos. Su camino es el terror y su método la ideología”
Reinhart Koselleck, Crítica y Crisis.

1-      VENEZUELA UN POLÍTICA ATOMIZADA.

El conflicto expresa un malestar, un desequilibrio, cuya dinámica social e individual es difícil de aprehender dentro de un cuadro lógico dado el debilitamiento del sentido. Despojado de su negatividad, el conflicto es una fuerza dialéctica que mueve a una sociedad en la que se aspira a un cambio y a un orden. Para Niklas Luhmann, es un mecanismo regulador de las posibilidades y los límites de la cooperación.

El conflicto es una fuerza que muestra la existencia de un problema. En este sentido, si los actores que discrepan en torno a ciertas situaciones identifican y definen qué es lo que quieren discutir, las puertas a la dimensión dialógica están abiertas. Si lo que se quiere debatir es la situación de un país, hay que definir el tipo de crisis que lo sacude, ésta apertura y reconocimiento no se puede reducir a un solo factor. Más allá de los roles de poder y de los intereses que asumen los actores que expresan su malestar, está todo un sistema social que muestra un creciente aumento de su complejidad. Dadas estas condiciones, el cálculo para un consenso en la Venezuela actual es tal vez el obstáculo más difícil de vencer.

Distintas fuerzas políticas se despliegan dentro de  un campo en crisis como es el que muestra la historia reciente en Venezuela. Este pluralismo de grupos políticos se agrupa para hacer comprensible el problema en dos campos: por un lado, el de los afectos al gobierno y por otro, el de los afectos a la oposición. En tal sentido, dos grandes estructuras como lo son la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que funciona en cierto modo como grupo de presión, y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), grupo que monopoliza el control de las Instituciones deliberativas y burocráticas del Estado, dominan el espacio comunicativo.

Al margen o debajo de ellos, en resistencia o subalternizados, incluso indiferentes, coexisten otros grupos cuyo rol aún no toma la claridad debida, pero que muestran que el esquema bipolar no es absoluto y que podría dada la agudización de la crisis, ser irritados por las diversas formas de protesta que pueden emerger en los próximos meses, sobre todo, si las medidas de emergencia del gobierno causante de la crisis, son impopulares como ha sucedido en Grecia o en España producto de las medidas neoliberales cuyo peso y sacrificio recae en la población motivando las protestas.

Recordemos entonces las palabras del discípulo de Bobbio, José Fernández Santillán quién advierte que frente a los poderes oligárquicos (una categoría que para el caso venezolano incluye tanto al gobierno –pese a su vacía retórica antioligárquica- como a algunos sectores de la oposición que frenan toda acción ciudadana), “la sociedad civil es la base de sustentación de cualquier proyecto alternativo al juego de poder de los grupos”.

Aún cuando los distintos sectores de la sociedad sufren la acción de fuerzas que pueden escapar a su control y a su voluntad, la tensión y la dialéctica nos hablan de un esfuerzo y un trabajo que deberá definir su plan de acciones: o realiza sus potencialidades, o se detiene a contemplar como el entorno de su hábitat social y cultural se reduce y el poder extraño, invisible, se disemina acorralando a sus ciudadanos, a su habitantes; situación de creciente temor cuya atmósfera asfixiante relató con todo detalle julio Cortázar en  “Casa Tomada”.

2- LAS OPOSICIONES.

Dentro del campo heterogéneo de las oposiciones, un sector en Venezuela ha planteado la idea de la “salida” del  gobierno, ésta ha sido liderada por Voluntad popular, Alianza un Bravo Pueblo (ABP) y Vente Venezuela, su cabeza más visible es Leopoldo López, quién como sabemos, se encuentra preso junto a un grupo de estudiantes acusados de fomentar entre otros delitos un golpe de Estado. Otra de sus caras es María Corina Machado que lideró una acción de propaganda en el extranjero que le valió su expulsión como diputada dentro de un proceso de dudosa fidelidad a los reglamentos parlamentarios y totalmente controlado por el presidente de la Asamblea Nacional.

La acción de estos grupos políticos se explica por el momento, dentro del  espectro de acciones políticas posibles en  respuesta a la crisis nacional. También es en cierto modo, un cálculo político que intentó aprovechar las violentas manifestaciones estudiantiles y civiles que fueron el único mecanismo que encontró la ciudadanía en el mes de febrero para mostrar el descontento ante el desabastecimiento y el deterioro de la vida pública y privada de millones de venezolanos.

Este movimiento civil y  espontáneo de estudiantes enmarcado dentro de una tradición de rebeldía contra los gobiernos y el Estado –una idea que sostengo frente a otros historiadores que sin mayor evidencia hablan de complot foráneo y de peregrinas teorías conspirativas del imperio-, sin una rectoría política tradicional, arrancó muy bien, ganándose el apoyo de la sociedad civil y  mostrando sobre todo, las debilidades del poder al obligarlo a ejercer la represión.

Luego, como en las jugadas del ajedrez político, este movimiento aupado en su segunda fase por la “salida”, no supo plantear una tregua condicionada a tiempo para ganar mayor fuerza ante la opinión pública. Sus barricadas (guarimbas), símbolo de valentía y percibidas como una lucha entre David y Goliat, entre los individuos y el Estado, fueron demonizadas por el gobierno que aprovechó el descontento que se formó por parte de otros ciudadanos que veían  alterado su ritmo de vida luego de meses de resistencia infructuosas.

Anuladas por la acción conjunta de la Guardia Nacional y los colectivos de paz, un eufemismo que acuñó el gobierno para referirse a los grupos de motorizados civiles armados que fueron dirigidos para enfrentar pueblo contra pueblo (hay suficiente material gráfico y de videos para reunir una evidencia fuerte que sustenta todo esto y que inexplicablemente los actores políticos de la oposición no han usado con fuerza Y persistencia para denunciar estas acciones violatorias de las garantías constitucionales) la espontaneidad y voluntarismo de estos grupos se disolvió por varios factores.

El movimiento de descontento civil iniciado en febrero cuya cabeza visible eran los estudiantes, terminó por disolverse por la acción de tres fuerzas: la ausencia de una rectoría intelectual con propósitos y discursos más claros;  la acción de cálculo llevada a cabo tanto por parte del gobierno y su represión, y finalmente, la ejercida por los patrocinantes de “la salida” y su decisión de impulsar una revuelta popular conducente a la renuncia del gobernante, cuando el movimiento originario lo que pedía era ser escuchado en condiciones de igualdad.

Pese a ello quedó flotando en la sociedad la idea de solicitar la salida del gobernante, una cuestión que no es rareza en Italia por ejemplo o en Francia. ¿Es subversivo pedir la renuncia de un gobernante? No si el camino que se sigue es el de la Constitución, pues allí está tipificada su figura legal. Pareciera entonces que su camino contrario es la rebelión o la revolución (argumentos fundantes de la retórica chavista contra un gobierno electo pero considerado unilateralmente despótico y corrupto que sólo es aplicable a conveniencia).

El corolario de esta “rebelión estudiantil y ciudadana”, fue la denuncia que interpuso en su contra el Gobierno ante la sede de la ONU en Ginebra, criminalizando la protesta al calificar el movimiento como terrorista. Las puertas para ejercer una represión mayor quedan abiertas, pues ésta sería legitimada al tratarse de un acto de defensa del Estado contra “terroristas”. El maquillaje legal oculta entonces la realidad y la naturaleza de la protesta, que es como se observó y se observa en las calles, un reclamo constante por el deterioro de las condiciones de vida, una cuestión que valientemente a denunciado el Foro Penal Venezolano.

El camino es claro por la vía Constitucional, pero exige un mayor trabajo político, el otro, es el que  hoy se llama ingobernabilidad, esta como sabemos pone en el límite la capacidad de tolerar y crea las condiciones para salidas contrarias a la Constitución.

Finalmente hay otra ruta que luce como un Calvario, el de esperar los mecanismos de elección de los gobernantes y de los diputados en 2015 y 2019. Mientras tanto, el proyecto pars destruens, pars construens, del Plan Patria (cuyo fundamento encontramos en La anomalía salvaje: ensayo sobre poder y potencia en Baruch Spinoza de Antonio Negri), sigue experimentando con el país en su aspiración metafísica y su pasaje práctico en un campo geopolítico internacional complejo.

Afortunadamente, frente al deseo de los políticos y la toma de decisiones acertadas o equivocadas, está el peso de la historia con toda la fuerza de su “contingencia e incertidumbre” que pone en suspenso toda “irreversibilidad y predeterminación” del porvenir.

Otro sector de la oposición ha planteado “el diálogo”, esta postura es asumida por la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, un conglomerado de partidos y de líderes. Ante la crisis y como una solución a él, la necesidad del diálogo ante la violencia desatada que cobró en su momento 42 víctimas, la mayor parte jóvenes, permitió poner por un momento de acuerdo al gobierno y a un sector de la oposición para frenar la escalada del conflicto.

Los primeros encuentros con el gobierno iniciados a partir del 10 de abril que fueron televisados, mostraron la  valentía de este conglomerado al expresar claramente un memorial de agravios y proponer ideas, muchas de ellas sueltas y fundamentadas en un deber ser que no han sido acatadas por el gobierno.

También en medio de la historia más recientes de la reuniones entre gobierno y oposición y para tener una idea más clara del conjunto en una línea temporal, hay que recordar, el movimiento estudiantil que alentó Jon Goicoechea llevándolos a exponer ante la Asamblea mayoritariamente controlada por el gobierno sus ideas contrarias a la reforma que el gobierno pretendía imponer.

Este hecho de movilización social marcó una de las derrotas más significativas para Chávez en su intento de reforma de la Constitución en diciembre de 2007, proyecto que centraba su eje en el poco conocido proyecto de la Geometría del Poder de la connotada geógrafa Doreen Massey.

Aplicado de manera distorsionada, este proyecto servía de base para el reordenamiento territorial y el “supuesto empoderamiento” de las comunas. La agenda centralista del gobierno y su línea vertical no podían ocultarse en una reforma plagada de contradicciones con la Constitución Bolivariana de Venezuela.

Con las elecciones presidenciales, de gobernadores y Acaldes, los juegos de manipulación de la geografía electoral fueron evidentes, un simple estudio del mapa electoral lo muestra. No obstante, y como un gesto del gobierno, alcaldes y gobernadores fueron a hablar a Miraflores el 18 de diciembre de 2013.

A todos se les olvida un detalle que fue fundamental y pasó desapercibido por los críticos de la situación política. Las exigencias de Maduro que era el convocante se reducían a tres “requerimientos”: El primero era el acatamiento absoluto de la Carta Magna (Constitución Bolivariana de la República de Venezuela), el segundo, el reconocimiento de Maduro como Presidente Constitucional. Y finalmente y tal vez el más delicado, el reconocimiento del Plan de la Patria, que Maduro calificó como una “Ley de la Nación” que debía “ser cumplido a cabalidad”, es decir, que no estaba sometido a ninguna deliberación.

 Las reglas las imponía el pitcher del juego, es decir el gobierno construía un mensaje claro, la irreversibilidad del proyecto por un lado, y el desdibujamiento de una oposición que aceptando las imposiciones, aceptaba inconsciente y tácitamente que habían desacatado la Constitución, y que reconocían la validez de la elección presidencial puesta bajo sospecha, sobre el Proyecto Patria ya no había nada que discutir. Todo se redujo en este caso a una jugada con la cual la politiquería venezolana mostró su escaso sentido del manejo de discurso, su pobreza intelectual y su pérdida del sentido de la realidad al no reconocer al contrincante o adversario que enfrentan. A estas reuniones siguieron otras tales como la de las organizaciones políticas con UNASUR y el Consejo de Estado para la “transformación del Estado”, cuyos resultados no han sido claros y por el contrario muestran la poca importancia que estas puestas en escena para los consumidores de imágenes deliberativas tienen dentro de un contexto en el cual lo que se observa es el avance del rodillo socialista y su proyecto bajo la lógica lineal del poder Ejecutivo Nacional.

Dado todo este contexto en el cual las cosas toman formas insospechadas, la percepción general de lo que piensa la sociedad en su conjunto sobre la MUD y su apuesta al diálogo, aún no ha sido estudiada, pero una simple incursión en redes sociales que no es el mejor indicador para llegar a conclusiones generales, muestran por el momento un creciente descontento y visceralidad, además de los señalamientos de ingenuidad, sobre todo cuando es el gobierno el quien toma las decisiones, y como se observa, no ha dado muestras de dar un giro a su proyecto político, por el contrario lleva un avance inexorable en sus política de Estado.

Recientemente Henry Ramos Allup,  Secretario General de Acción Democrática,  al tratar de explicar en una entrevista televisada por qué fueron suspendidas las reuniones entre la MUD y el Gobierno, plantea que este último no cumplió con algunos acuerdos y medidas que debía tomar. En medio de su optimista apuesta por el diálogo, su lapidaria opinión pone bajo sospecha toda esperanza: “No queremos heredar un país inexistente o que haya que construir desde el subsuelo hacia arriba porque todo está destruido”; esto como es de suponer en la mente de un político opositor realista, pasa en primera instancia  por las decisiones que debe tomar un gobierno por encima de los extremistas o “radicales”. Lo más significativo a la hora de identificar la naturaleza del dialogante lo ha expresado el propio Ramos Allup, al plantear el derecho a expresarse y a criticar. En tal sentido, según Ramos Allup, “El gobierno no puede considerar que Estado, patria y gobierno son una misma cosa”.

En medio de este contexto crítico en contra de la aparente falta de carácter de la MUD, Antonio Ledezma ha pedido “una agenda de país”, una idea que también ahora impulsa María Corina Machado a través de su propuesta de un Congreso de ciudadanos, tal vez una replica tardía al Congreso del PSUV que el gobierno ha convocado. El olor a una nueva constituyente ya se percibe en el ambiente, pero, ¿están dadas las condiciones políticas para arriesgarse en una empresa como ésta?

Gerardo Blyde partidario del diálogo, ha visto en la salida una respuesta desesperada que quiso vender una falsa esperanza. Para Blyde, "La Salida" no terminó de sacar a Maduro pero está terminando por dividir completamente a la unidad”. Tocando el problema de fondo, ha señalado que: “Hay que reflexionar, ¿el problema es la Constitución del 99 o son quienes no la cumplen?, empezando por el chavismo que no deja ser independientes a los poderes, o ha desarrollado aguas abajo, cuando no la pudieron modificar en 2007, un ordenamiento legal inconstitucional.”.

El dilema toma un giro poco aconsejable hacia un proceso instituyente que sin mediar mayor reflexión, ve la salida en el papel constitucional y no en la estructura del Estado, el desequilibrio producido por la sumisión de todos los poderes al ejecutivo, y los extravíos de las funciones burocráticas favorecidas por el reclutamiento sin méritos de muchos de sus funcionarios cuyas prácticas condenan a los ciudadanos a un recreación del Castillo que imaginó Kafka.

En su conjunto cada líder político de las oposiciones funge como vocero ante los medios de comunicación de sus respectivas organizaciones; así tenemos que Capriles Radonski es Primero Justicia, Luis Guillermo Aveledo, Secretario Ejecutivo de la MUD vinculado al partido Social Cristiano Copei, Antonio Ledezma es Alianza un Bravo Pueblo, Gerardo Blyde es UNT, Leopoldo López es Voluntad Popular, Ramos Allup es Acción Democrática, María Corina Machado es Súmate y ahora Vente Venezuela y está el grupo de Henry Falcón e Ismael García alineados en el progresismo. Uno se detiene y piensa, muchos de estos nombres de partidos parecen salidos de un marketing político desterritorializado y sin cargas semánticas claras, parecen a-conceptuales y en este aspecto radica su falta de definición ante la crisis y lo que pueden y deben reclamar como contrario al ejercicio de las libertades.

Como se observa, no se puede generalizar entonces cuando hablamos de oposición, el plural es entonces una palabra clave para mostrar un campo complejo que se muestra pese al esfuerzo de la MUD como un campo atomizado.

Además de ellos, existe una zona oscura, la de los llamados “nini” o indiferentes que forman el cuerpo de apolíticos que pese a sufrir las acciones de los otros grupos políticos y de las políticas gubernamentales responsables de esta crisis, no poseen una conciencia clara de lo que es actuar políticamente, viven en una zona de confort, o sencillamente muestran el desencanto político. Este es un reducto de electores plurales que deben ser convencidos.

En el fondo de esta imagen teatral de el espacio político venezolano que recuerda las comedias de Shakespeare y las dubitativas tormentas internas de sus personajes, nuevamente un político sagaz como Ramos Allup vuelve a alertar sobre las actitudes de los  políticos: “Personalmente no me hago ilusiones: si no hay rectificaciones, si la vanidad, el engreimiento, la soberbia y las ínfulas de superioridad siguen orientando conductas se perderá todo.  He sugerido que todos debemos proceder como manda la religión católica, confesando nuestros pecados, haciendo contrición de corazón y sobre todo propósito de enmienda” (El Republicano Liberal del 22 de julio de 2014).

Fausto Masó paralelamente ha alertado sobre la necesidad de construir un mensaje, una política y una estrategia coherente que logre unificar el país (El Republicano Liberal, 22 de julio de 2014).

Para Luis Ugalde, s.j. el problema está en el despliegue de un modelo político dictatorial y en la necesidad de reformar la conducta de la oposición, así pues, “Urge una oposición actualizada sincerada con la realidad a julio 2014, unida con el sufrimiento del país con la única obsesión de recuperar la democracia, con justicia social y productividad.

No merecen gobernar quienes no son capaces de tomar en serio las necesidades de la inmensa mayoría” (El Nacional, 26 de junio de 2014) finalmente Enrique Capriles Radonski, ha señalado otro punto de partida, tal vez uno de lo más obvios, la naturaleza del fracaso no está solamente en el gobierno, sino en el modelo económico.

Todos estos aspectos son válidos, pero para completar el rompecabezas nacional, se tendría que agregar el problema cultural. Este refiere como sabemos, a la crisis de valores y a la crisis de identidad que afecta seriamente a todos los sectores.

En la clase media y los sectores profesionales no alienados con alguna ideología la evasión es la solución, emigrar de un país que cada vez ven más extraño y que sin embargo, desean, lo que genera una crisis existencial de proporciones no calculadas.

Para los sectores populares, la realidad de pobreza y la ficción de bienestar es indisociable; si bien las misiones han cumplido en algunos aspectos dando oportunidades, lo cierto es que tras quince años de modelado social y de retórica de una “participación protagónica” doblegada por la línea vertical de mando, la vida de los barrios sigue siendo dura y violenta. La despersonalización por impacto del poder los convierte en sujetos dirigidos, controlados por el Estado a través de su política clientelar del carnet rojo, los subsidios y la “dictadura sobre las necesidades”, lo que los fuerza a hacer sin ningún pudor colas interminables para comprar una despensa de no más de doce productos mientras la nueva clase chavista o boliburgesía se exhibe en su opulencia y derroche.

Vistos en conjunto los diversos sectores de la sociedad venezolana comparten una crisis de temporalidad. Esta experiencia temporal como señalaba Thomas Hora, el eminente psicoterapeuta, se convierte en obstáculo, pues los grupos tienden a aferrarse al pasado o a preocuparse por un futuro incierto mientras olvidan su presente.

Más allá de la fe que este sombrío paisaje suscita, están las acciones. De fondo y dentro de un anarquismo y liberalismo renovados, y dentro de una identidad nacional que articula pluralidades dentro de un sentido de la diferencia y la de la idea de comunidad imaginada, no se trata de eliminar al Estado, pero si de limitarlo hasta el punto que no se convierta en obstáculo para el desarrollo de la autonomía que va de la mano con la responsabilidad social e individual. Dentro de un espacio del deseo que ofrece posibilidades para el desarrollo material y espiritual del venezolano coexiste una cruda realidad del hombre nuevo una etiqueta fallida de un experimento social sin resultados. Una observación atenta de las noches en las calles Caracas y La Habana son una evidencia contundente de la violencia y el socialconformismo.

2- ¿Un gobierno Unido?, lo que puede señalar el Congreso del PSUV. El juego de palitos chinos.

Por su parte está el gobierno y sus seguidores. En medio de un clima constante de tensiones desde la elección de Chávez, -con pocos meses de calma y estabilidad a lo largo de quince años y hasta el día de hoy-,  el proyecto socialista del Siglo XXI se ha movido entre tres fuerzas que muestran los retos que enfrentan: Los leales al proyecto del segundo Chávez (convencido del poder electoral y vinculado al proyecto geopolítico cubano), los reformistas y las logias militares (vinculadas al primer Chávez).

La actitud de lealtad y fidelidad a Chávez y su legado (cuya “heroicidad socialista” se muestra en un primer plano en el Libro Azul, revela los fundamentos del planteamiento ideológico del “árbol de las tres raíces” o Sistema EBR, Ezequiel Zamora, Robinson y Bolívar, concebido como un destino inexorable de despliegue en “tiempo espacio” de una ideología). Este grupo de fieles hacen frente a una de las peores crisis nacionales cuyos actores se debaten en enfrentar con innovaciones o continuar apegados a la inmutabilidad de las ideas. Sus acciones dibujan no muy claramente, la idea de infalibilidad del gran arquitecto que es Chávez y propone profundizar una política económica cuyo resultado más visible, es el no reconocimiento del desastre mayúsculo de la baja productividad, el desabastecimiento, la inflación, la falla de los servicios públicos, el crecimiento de la deuda externa  y la disolución de la idea de mercado interno.

La otra fuerza de leales lo constituye un grupo de “reformistas” que viendo el desastre y la crisis, busca reanudar el diálogo, que supone dejar a un lado los extremismos y producir un consenso. Este grupo además, intenta combatir la nueva clase que se gestó al calor del erario público y cree agruparse bajo el lema de una revolución dentro de la revolución, una frase que por cierto ya muestra su escasa consistencia y posibilidad realista de éxito ante la red de intereses que se disponen como el “juego de palitos chinos”.

La tercera fuerza en juego la constituye la logia militar que es el núcleo originario del proyecto nacional de Chávez devenido luego en “transnacional” al aceptar la tutela cubana. Este segmento se exhibe con aspectos no muy claros, sobre ello volveremos más adelante cuando toquemos el punto del Congreso del PSUV.

Pese a mostrarse al menos durante el último tiempo de Chávez y post encarcelamiento del General Baduel, salida de Miquilena, Falcón e Ismael García y pérdida de afectos de intelectuales de valía entre otros, como un grupo sólido, coherente y unido que ha ganado un buen número de elecciones, el PSUV es percibido por la opinión pública con fisuras. Al ser cuestionado por sus últimas decisiones y sus medidas por líderes con peso histórico dentro del proceso como los son Jorge Giordani y recientemente Navarro, su situación interna alerta de que algo no cuadra dentro del retrato del líder con familia y su hogar apacible. Pese a la existencia de tensiones entre los tres grupos las acciones del poder ejecutivo no se han visto menoscabadas ni limitadas por cuanto el Presidente Maduro fue investido de poderes casi absolutos por una Ley Habilitante que le permite legislar e imponer leyes no necesariamente justas por encima de toda deliberación. Un ambiente como este no es ni puede ser propicio a ningún diálogo, una condición que por cierto ha sido pasada por alto por el liderazgo de las oposiciones.

Independientemente del valor moral de muchos de los denunciantes y de sus consistencias conceptuales, y pese a la arrogancia universitaria que exhiben, estos afectos al proyecto de Chávez hoy disidentes del “madurismo”, expresan un malestar interior. Sin embargo, sus denuncias, no son garantías del cambio posible, pues lejos de crearse una ilusión de quiebra del sentido de unidad, se deben enfrentar al menos tres obstáculos para pensar en un quiebre del partido:

Primero, se ha creado una cultura con prácticas políticas clientelares, segundo, se ha construido un imaginario “bolivariano y chavista” que disocia la realidad y funciona de manera inconsciente en muchos de sus afectos; tercero, se ha diseñado un control vigilante y coactivo de conciencias, lo que produce límites a la acción crítica ante el temor de perder cargos y otras prebendas políticas. En cuarto lugar y tal vez, el obstáculo más visible en el espacio social es la “dictadura sobre las necesidades”, un punto clave sobre el que he venido insistiendo y que tiene como únicos responsables a la acción maquiavélica del Estado despótico en contra de los ciudadanos al someterlos a indignantes colas (que los líderes investidos de moralismo nunca hacen), junto a ésta acción está la especulación de unos empresarios que lejos de fundamentar su riqueza en la producción, terminan por hacerle el juego a la estrategia del gobierno anti-mercado, generando más especulación sobre el costo real de los productos; el resultado es claro, la muerte de la noción de mercado interno. Finalmente como quinto obstáculo, encontramos la gestación de un espacio del temor caracterizado por el  monopolio de la violencia que ha transitado del Estado a las manos de militares, de colectivos armados y de la deliberada impunidad que reina en las calles ante una justicia que perdió el sentido del orden.

En un contexto como este, las fidelidades se inclinaran como en toda práctica clientelar hacia donde está el monopolio del erario público, hoy alimentado por el endeudamiento del país en los tratados firmados con China cuya real dimensión se aleja cada vez más de un proyecto socialista y se inscribe en una pugna por ganar zonas de influencia y control entre el capitalismo de Estado encarnado por China y el Capitalismo de la Tercera Ola representado por los EEUU con Rusia y la Comunidad Europea como factores no desdeñables.

En todo caso los acuerdos firmados con China sin consultar a la población, ya que esto si es materia de interés nacional, suponen una hipoteca de los recursos de la Nación, sobre todo los referidos a los hidrocarburos. La asignación del “chorro de dinero Chino” de seguridad se dirigirá a levantar clientelarmente los apoyos y a lanzar “migajas” a la población sometida a esa “dictadura sobre las necesidades”. El poder ejecutivo se convierte sin ninguna barrera y contrapeso, en el lugar desde donde se distribuyen los beneficios y las cuotas de poder que siguen un orden concéntrico que fortalece y reproduce el sistema de dominación.

La situación del contexto interno del PSUV puede tomar caminos imprevistos por la asesoría cubana. Puede agravarse la situación de disentimiento por cuanto el equilibrio entre el factor civil interno del PSUV integrado también por varios partidos - unificados en la organización macro- y las fuerzas armadas se ha roto. Es difícil imaginar un diálogo político con sus tensiones entre militares y civiles. En todo caso el Congreso que ha convocado el PSUV entre el 26 y  31 de julio, sigue una costumbre clara, es decir se articula e inscribe dentro de la conmemoración de una fecha patriótica, el 24 de julio, es decir luego de una exhibición militar en Illo tempore. El lema de la convocatoria es claro si es que debemos darle alguna seriedad al afiche que le hace propaganda, ¡Unidad, Lucha, Batalla, Victoria! Términos que aluden a la situación de stress bélico que alimenta la promesa de lo porvenir dentro de la teleología chavista.

Este Congreso mostrará hasta donde ha llegado la ruptura del equilibrio entre dos grupos. Por un lado,  las organizaciones políticas civiles y sus representantes que dicen “llevar la voz del pueblo” (537 delegados elegidos por un poco más de millón y medio de electores. Es significativo que el registro del PSUV señala un poco más de siete millones de afiliados. Esa cifra da para pensar sobre la confianza de los ciudadanos comunes en dicho proyecto) y por otro, el ingreso de componentes de la fuerza armadas autorizados por una decisión del Tribunal Supremo de Justicia para participar políticamente sin restricción alguna. Se ha producido sin duda alguna, una nueva situación política que sin embargo ya se esperaba dada la naturaleza pretoriana del proyecto originario del primer Chávez.

El punto de vista de Gerardo Blyde no deja de causar perturbación en su llamado de atención y muestra un escenario poco favorable a la democracia y sus actores, “Maduro se debatía entre sus orígenes de la Liga Socialista y del otro lado estaba esta logia militar que ha venido tomando más poder y en ese debate perdió el mundo civil de izquierda”.

Tal vez en este pulso cívico y militar es que se pueda ver la dimensión de las dos cartas que escribieron Giordani y Navarro, aunque en ellas silencien entre otros aspectos, la acción de la o las logias militares. Los silencios también muestran los temores.
Imaginar entonces un debate serio y crítico dentro de un Congreso de Partido en el cual, civil que disienta será escuchado y no sentirá la presión de los militares y de los grupos de paramilitares uniformados es improbable, salvo que existan actores impregnados de furor heroico y conscientes del sacrificio que vale la palabra “democracia participativa”.

No cabe imaginarse la palabra disidencia y objeción, o más sencillamente, cuesta oír en un ambiente partidista vertical, un no estoy de acuerdo, máxime cuando tienes a tu lado gentes uniformadas dentro de una atmósfera que ya huele salvando algunas diferencias, a partido bolchevique o a Nacional Socialismo Alemán. El aroma a la acción de las feroces ovejas en los Consejos convocados en La Granja, la célebre novela de George Orwell se percibe.

La jugada en el fondo es clara, con la medida del TSJ se incorpora ya sin ningún límite a la libre expresión de su filiación política a los militares, uno de los grupos que ha obtenido gruesos privilegios en el curso de los quince años de gobierno, un enriquecimiento que les ha velado la realidad de que son un estamento cercado y acosado por las redes de espionaje y los grupos de fuerzas nuevas que se han creado con mando directo en Miraflores. El triunfo relativo ha sido entonces de la logia militar cuyo hilo conductor se remonta al grupo conspirativo formado en la Academia Militar de Venezuela que ha ido incorporando nuevos actores y nuevas ideas dentro de una línea de mando y obediencia clara cuyas coordenadas, pueden verse de forma clara y a veces en entre líneas en EL Libro Azul de Chávez su testamento político.

4. El diálogo se hace banal ante el control hegemónico de la comunicación

Otro signo de la banalidad que puede tomar la palabra diálogo en la boca de una mentalidad autoritaria que niega toda crítica proveniente de la sociedad civil, lo muestra el reciente anuncio para modificar la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión. Introducir un nuevo modelo comunicacional en el país no es algo novedoso y forma parte de toda acción que no admite crítica, una largo movimiento de ajedrez que el presidente Chávez ya venía realizando y que hoy le permite controlar casi el ochenta por ciento de los medios.
Amparado en un discurso moralista exhibido dentro de la puesta en escena de los consejos comunales, la “lucha por la comunicación” se  fundamenta en una cruzada de los antivalores y los valores, obviamente, unos son impulsados por el capitalismo “demonizado” y otro por el “socialismo angelical”. Esta imagen de lucha de valores con el control estratégico del espacio comunicacional que el gobierno durante quince años ha proyectado, contrasta la materialidad del deseo con los logros obtenidos. La violencia del discurso político se corresponde cada vez más con una Venezuela violenta que los datos estadísticos del Estado ya no pueden ocultar pese ala censura sobre los periodistas y que ya causan un escándalo internacional.

El control absoluto de las esferas de decisión y de la burocracia estatal centralizadas con la anulación de las fuerzas policiales locales de las alcaldías y municipios, y la creación de grupos parapoliciales y militares alternos a los tradicionales y férreamente encadenados al mando central, no ha servido para respaldar con un cambio observable en la atmósfera social lo que el discurso dice haber logrado. Esto es un ejemplo del fracaso de las misiones, de lo errático de las políticas comunicacionales y del simulacro del cambio que dichos proyectos socialistas dicen encarnar. Sería bueno revisar el resultado cuantitativo con el cualitativo de los logros pregonados, también sería bueno preguntar al pueblo venezolano si se siente más seguro, si su noches son más tranquilas si su voz de reclamo puede expresarse libremente.

En fin, una ley  comunicacional de esta naturaleza, busca como sabemos implantar de una vez por todas la lógica unívoca del socialismo, una muestra más del contrasentido que reina en un modelo “democrático socialista” que habla de libertades y de participación protagónica. En un contexto como este, enervado por multitud de tensiones, ¿de qué diálogo está hablando el gobierno?, y más allá,  ¿es confiable el dialogante que ya exhibe su ambición de hegemonía comunicativa?

5. La toma de la palabra…

El panorama político luce pues complejo, ¿pero cómo lo leen en el contexto plural de la sociedad los ciudadanos comunes esta situación?, ¿cual es su percepción?
Contra la arrogancia y “sabelotodismo” de los políticos, es muy poco lo que conocemos de las exigencias de los ciudadanos. Las opiniones más cercanas a la realidad cuando más, las sustraen de lo que ven y escuchan episódicamente en las calles, pero contar con un estudio verdadero y argumentado no. Esta si es una tarea de los movimientos que apuestan por la democracia. Y es para decirlo con mayor claridad la base fundamental de la participación social. Razón tenía Michel de Certeau al señalar que “la toma de la palabra” era el factor clave, la piedra angular que permitía movilizar y recomponer el panorama social descompuesto y confiscado por la mentalidad esclerosada de los políticos y sus prácticas encaminadas a disputar o a controlar sus pequeños espacios de poder. En una visión de conjunto, el espacio en el que este conflicto se desenvuelve, nos muestra un campo lleno de obstáculos de alteridad y de pérdida de confianza.

En este sentido y siguiendo a Luhmann la fuerza constitutiva de la confianza “…está implicada cuando la expectativa confiable hace una diferencia para una decisión; de otro modo, lo que tenemos es una simple esperanza”. Este es uno de los dilemas que enfrenta el campo político de una Venezuela atomizada. Se necesita entonces, de un trabajo intelectual que logre construir un mensaje confiable, que sume y no reste, que esté consciente en que los mesianismo no son viables dentro de una cultura de cara a la modernidad globalizada que articula los espacios locales y no se encierra en pequeños discursos paradójicamente megalomaníacos y tendenciosamente chovinistas.
La toma de decisiones fundada en el concepto de confianza implica como también señala Luhmann “una empresa arriesgada”. En este riesgo radica la diferencia que se establece, sobre todo cuando se quiere generar un mensaje alternativo que satisfaga por el momento la necesidad del cambio y su condición de posibilidad, y no una vuelta hacia atrás. La diferencia en un contexto como el venezolano que enfrenta el proyecto de colectivización o comunal regido por un jefe de una “democracia rousseoniana” y pseudo marxista, y una oposición que aún no logrado construir más allá del temor por el avance del proyecto totalitario, un discurso coherente, radica en despertar una conciencia clara sobre el sentido que está tomando la desconfianza política en un país en crisis económica, política, social y cultural.
En términos generales, y con la ciudadanía como espectadores rabiosos o conformistas, el grupo de opositores se muestra aún atomizado, un grupo apuesta por el diálogo y otro grupo no, un grupo lo concibe como posibilidad de intercambio de ideas y de ser escuchados y otro como una mesa con convidados de piedra.

La pregunta también debe dirigirse al lado contrario de la oposición, ¿apuesta por el diálogo el gobierno? ¿Es el diálogo solo una posición retórica desprovista de un referente claro de lo que se tiene que discutir sin atropellar los derechos del individuo? Y a todas estas, ¿Qué és dialogar?

Una breve explicación realista y concreta sobre este punto ayudaría pedagógicamente a dejar las reglas en claro, permitiría armar una mesa servida para que los participantes de ella puedan llegar a un consenso antes de que la marea termine por ahogar toda posibilidad de cambio, y la pérdida de confianza en términos absolutos suma en la anomia a todo el país ante el desbordamiento del Estado, o termine por aplastar a los individuos en nombre de un colectivo ficticio que pretende regir la vida privada según los deseos de una dirigencia moralista que por cierto, se ha constituido paradójicamente en una nueva clase, ostentosa y arrogante.

         El eclipse de la vida en común con sus ritmos de cotidianidad alterados por el temor que reina hoy en las relaciones interpersonales en Venezuela, es un factor de explosividad que no se debe descartar y que puede tomar la forma real y concreta de una sociedad indignada que decida tomar la palabra confiscada hoy por los políticos.

         Como señalé recientemente, “En medio de tanto ruido, acoso y distorsión comunicativa, sólo nos queda actuar muy en serio y en tiempo presente para ganar espacio”. Un diálogo es deseable pero sólo si se fijan condiciones que permitan el despliegue de su naturaleza, que no es otro que la razón y acción comunicativa.

Luis Manuel Cuevas Quintero
luimanc@yahoo.com

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