En
los países donde se han instalado dictaduras, independiente que sean “blandas”
o “duras” pululan herramientas de martirio y dominación que afectan
directamente la salud mental. Es el caso
de Venezuela y los periodistas. En los últimos quinquenios el ataque contra
estos trabajadores ha sido inclemente. Han perfeccionado las técnicas para
llegar al martirio, agresión y humillación como estrategia de control
profesional.
Hay
un protocolo de tortura… Se empieza por la compra o control de televisoras,
periódicos, radios, por empresas, grupos o individuos la mayoría de las veces
ajenos al medio con capitales de procedencia oscura e inclusive nuevos jefes
con antecedentes penales. Esta situación es mortal para la psiquis, además del
duelo por el cambio se agrega el efecto “túnel emocional” no saber dónde está
parado y sentirse azotado por promesas imposible de cumplir en tiempos de
salvajismo.
La respuesta psicológica es normal, para sobrevivir se generan
ilusiones, por ejemplo: ¿Ahora será diferente? Pero la inteligencia, que si
bien está aturdida por las circunstancias, hace pensar: ¿Si estas nuevas
empresas no fueran parte de los tentáculos del régimen no tuvieran papel,
tampoco concesión y seguirían los ataques fiscales?, en conclusión soy empleado
del régimen. Y qué decir de los actos de transición cuando directivos -nunca
propietarios pues ya tienen en sus bolsillos la paga- con cara y corporalidad
de “corderos degollados” avalan promesas
y planes de los nuevos dueños.
Algunos
empleados se sumergen en el síndrome de Estocolmo y empiezan a ver cualidades y
vincularse afectivamente con los opresores de la libertad de expresión. Otros
se excitan, desesperados por no perder posicionamiento mediático y
condicionados por la obesidad de sus egos, se transforma en cicerones de la
nueva administración, se presentan como ciudadanos de negociación y armonía
hasta que también los sacan a patadas.
Algunos
migran al terreno donde siempre quisieron estar, bien porque ya trabajaban en
la empresa o como nuevos trabajadores, se enchufan en posiciones donde nunca en
buena lid profesional hubieran llegado, está de moda las frases “no perder
espacios” y “por respeto a los lectores”.
Una vez que arranca la nueva administración sigue la tortura. Tanto los que se quedaron por necesidad para
mantener su familia, una madre enferma o subsistir, los que les parecen injusto
perder su trabajo por el capricho de un régimen que quiere controlar todo, los oportunistas e inclusive los afines al
gobierno son azotados por la censura.
Empiezan por autocensurarse, viven aterrorizados por sus propias mentes; los
encantos del talento, imaginación y creatividad se convierten en sus mayores
enemigos, un desliz los puede llevar a la picota. Por todos lados perciben
miradas de vigilancia, control y persecución. Los efectos no son solamente a
nivel personal hay que conocer el drama que viven parejas, hijos, familia y
allegados para entender la dimensión del abuso a que son sometidos. En el fondo
saben que están colgando… En lo más íntimo saben que son abusados… El miedo se
convierte en su peor enemigo aunado a los efectos deletéreos en su salud.
Los
días siguen… Sin duda que la mente busca compensar la tragedia y emergen
argumentos, análisis, ideas y sonrisas compensatorias. Invitados, columnista,
colaboradores, etc., también se quedan o entran con la nueva administración; la
atracción mediática es casi adictiva y a quien no le agrada verse en imágenes,
artículos o entrevistas.
Los
tiempos corren y también las soluciones para que más nunca se someta a ningún
trabajador o profesional a la tortura de sufrir y ser torturado por ejercer su
derecho a trabajar.
Luis
Jose Uzcategui
ljuv2000@gmail.com
@LuisJUzcategui
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