Estamos pues en vísperas de la revolución gatopardiana
de Maduro, que pretende reestructurar al Gobierno para que nada cambie, pues
sería ofender la memoria de Chávez.
Todavía Nicolás Maduro no sabe que el
Presidente de Venezuela es él y no Hugo Chávez. Es tan fiel
creyente de la vida eterna, que a través de los pajaritos con los que dialoga,
cual si fuesen mensajeros con el otro mundo, recibe permanentemente los
lineamientos a seguir en el gobierno desde el más allá. Por ello en Venezuela
no ha cambiado nada, desde hace casi dos años, mientras todos los problemas se
agravan. Hemos llegado hasta el extremo, de tener a la familia del desaparecido
presidente, residiendo en la “Casona”.
Y como las comunicaciones con el más allá a
veces son tan difíciles como las de CANTV, se mantiene en la Vicepresidencia de
la República a un personaje al que H. Dieterich califica de “mediocre”,
simplemente por ser el hijo político del mandatario fallecido. Por otro lado, a
Hugo Chávez se le ha colocado al lado del Bolívar mestizo producto del régimen,
en todos los recintos públicos, violando disposiciones legales, con el
propósito de convertirlo en el profeta de la nueva religión cívico-militar
bolivariana, que ya tiene hasta su propio santuario, su meca revolucionaria,
para competir con el Panteón Nacional. Maduro en definitiva, todavía no tiene
claro, que los difuntos no pueden gobernar.
Que él tiene la inmensa responsabilidad
histórica de enfrentar la grave crisis que el país atraviesa, en todos los
órdenes, cambiando el rumbo del país en lo político, económico, social y moral.
No ha entendido, que el sistema heredado después de 14 años de gestión del
Teniente Coronel golpista fracasó estrepitosamente, y que es necesario un
consensuado golpe, pero de timón, en la nave de un país a la deriva. Muchos se
ilusionaron con la propuesta de diálogo, en presencia de facilitadores
internacionales. Pero todo se convirtió en un simple show de televisión. El
Gobierno de Chávez con Maduro como su interlocutor no admite
diálogo alguno, por sus complejos ideológicos.
Ahora se nos amenaza con la risible
idea de una “revolución dentro de la revolución” para “cambiarlo todo” en 15
días, a través de una comisión presidida por Arreaza, con el asesoramiento de
un cubano de 77 años, al que llaman Vinagreta, cuya más importante credencial
es haber sido colaborador del Ché Guevara, uno de los responsables de la
debacle económica cubana. Estamos pues en vísperas de la revolución
gatopardiana de Maduro, que pretende reestructurar al Gobierno para que nada cambie,
pues sería ofender la memoria de Chávez, el verdadero Presidente.
Mientras tanto, verdaderos estadistas como Tony Blair, Bill Clinton, F.
Henrique Cardozo, Felipe González y Ricardo Lagos, convocados por el presidente
Santos en Cartagena, sin perjuicios ideológicos, reflexionan sobre una tercera
vía al desarrollo, en busca de lo mejor del liberalismo y del estatismo, con
sensatez y sin extremismos .Ojalá Maduro, se leyera con
inteligencia alguna biografía de Eleazar López Contreras. Continuaremos.
sanchezmelean@hotmail.com
@jorgesanm
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