jueves, 31 de julio de 2014

GOLFREDO DAVILA, SERVICIOS PÚBLICOS (PARTE II)

En el artículo anterior se planteó que la crisis de servicios públicos en nuestro país obedece  a la inercia en las instituciones públicas, a la corrupción y a la concepción reaccionaria y retrógrada de la cúpula gobernante, que además de violar la Constitución Nacional y las leyes de la República, hacen recaer los problemas, por ellos causados, en la población.

En Venezuela hay escasez de bienes y servicios y también de soluciones. A la anarquía y a la desidia se le agrega la privatización de los servicios públicos, los dueños del poder se ufanan sintiéndose dueños de lo público. Sólo han democratizado las colas y la impunidad. Escasea el agua, los productos básicos y los alimentos, mientras que abundan los apagones, los crímenes y las colas. La cúpula no hace colas. Solo pensar en la letanía y diversidad de colas que se consiguen por doquier, ya causa angustia. Las más comunes; las que genera el destartalado transporte público y la mala vialidad, las de los supermercados, los meses de espera para una intervención quirúrgica en cualquier hospital y pare de contar. Lograr servicios eficientes y acabar con las colas, no es una quimera, se requiere orden, buenos planes, voluntad política para cambiar la forma de gobernar y un esfuerzo por promover la organización y participación de la gente en el proceso de toma y ejecución de decisiones.

Un Estado ajustado a derecho puede restablecer la normalidad del país. El que tenemos no lo logrará por la excesiva y absurda concentración de poder en el gobierno central. Ellos convirtieron todo en cuerpo del Estado, al viejo estilo del dictador fascista Benito Mussolini. Un Estado que controla, asfixia y manipula a la gente, que se apropia de las organizaciones sociales y frena toda iniciativa autónoma de la sociedad, no podrá promover nada bueno y menos cuando se comporta complaciente con el delito y el crimen y es cruel contra quien disiente.

El cambio que se requiere pasa por reinstitucionalizar el País, democratizar el poder, descentralizar y adecentar la administración pública y promover la participación ciudadana. La sociedad no puede esperar y debe ir abonando el terreno para lograrlo. Atarse de manos frente al aberrante centralismo es un craso error. Experiencias indican que si se puede avanzar con la participación organizada de la gente; también, desde lo local y regional se pueden marcar caminos y pautas, ello implica, por supuesto, luchar por conquistar gobiernos locales abiertos que junto con los vecinos resuelvan asuntos de su competencia, ejemplo mitigar el caos del transporte y la crisis de la basura.

Bien vale la pena estudiar y emular la experiencia de Curitiba en Brasil, Santiago de Surco en Lima Perú y la de algunos municipios en nuestro país, que han logrado un desarrollo sustentable y sostenible junto con los ciudadanos. Desde lo local y comunitario no se podrá erradicar la crisis, pero si se puede mitigar e ir revirtiendo el grave deterioro acumulado.

Golfredo Davila
golfredodavila@yahoo.es
@golfredodavila

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