En
el artículo anterior se planteó que la crisis de servicios públicos en nuestro
país obedece a la inercia en las
instituciones públicas, a la corrupción y a la concepción reaccionaria y
retrógrada de la cúpula gobernante, que además de violar la Constitución
Nacional y las leyes de la República, hacen recaer los problemas, por ellos
causados, en la población.
En
Venezuela hay escasez de bienes y servicios y también de soluciones. A la
anarquía y a la desidia se le agrega la privatización de los servicios
públicos, los dueños del poder se ufanan sintiéndose dueños de lo público. Sólo
han democratizado las colas y la impunidad. Escasea el agua, los productos
básicos y los alimentos, mientras que abundan los apagones, los crímenes y las
colas. La cúpula no hace colas. Solo pensar en la letanía y diversidad de colas
que se consiguen por doquier, ya causa angustia. Las más comunes; las que
genera el destartalado transporte público y la mala vialidad, las de los
supermercados, los meses de espera para una intervención quirúrgica en
cualquier hospital y pare de contar. Lograr servicios eficientes y acabar con
las colas, no es una quimera, se requiere orden, buenos planes, voluntad
política para cambiar la forma de gobernar y un esfuerzo por promover la
organización y participación de la gente en el proceso de toma y ejecución de
decisiones.
Un
Estado ajustado a derecho puede restablecer la normalidad del país. El que
tenemos no lo logrará por la excesiva y absurda concentración de poder en el
gobierno central. Ellos convirtieron todo en cuerpo del Estado, al viejo estilo
del dictador fascista Benito Mussolini. Un Estado que controla, asfixia y
manipula a la gente, que se apropia de las organizaciones sociales y frena toda
iniciativa autónoma de la sociedad, no podrá promover nada bueno y menos cuando
se comporta complaciente con el delito y el crimen y es cruel contra quien
disiente.
El
cambio que se requiere pasa por reinstitucionalizar el País, democratizar el
poder, descentralizar y adecentar la administración pública y promover la
participación ciudadana. La sociedad no puede esperar y debe ir abonando el
terreno para lograrlo. Atarse de manos frente al aberrante centralismo es un
craso error. Experiencias indican que si se puede avanzar con la participación
organizada de la gente; también, desde lo local y regional se pueden marcar
caminos y pautas, ello implica, por supuesto, luchar por conquistar gobiernos
locales abiertos que junto con los vecinos resuelvan asuntos de su competencia,
ejemplo mitigar el caos del transporte y la crisis de la basura.
Bien
vale la pena estudiar y emular la experiencia de Curitiba en Brasil, Santiago
de Surco en Lima Perú y la de algunos municipios en nuestro país, que han
logrado un desarrollo sustentable y sostenible junto con los ciudadanos. Desde
lo local y comunitario no se podrá erradicar la crisis, pero si se puede
mitigar e ir revirtiendo el grave deterioro acumulado.
Golfredo
Davila
golfredodavila@yahoo.es
@golfredodavila
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