jueves, 10 de julio de 2014

GIOCONDA SAN BLAS, MORIR ANTES DE TIEMPO, AL COMPÁS DE LA CIENCIA

Un liceísta de 15 años es asesinado en el plantel por otro adolescente de 13; por celos, un joven de 17 mata a una de 16 en el liceo; una niña de 8 años y uno de 11 mueren por balas perdidas; un niño de 12 mata a un compañero al perder un juego; casos reales de homicidios entre niños y adolescentes por armas de fuego, de las cuales entre 9 y 15 millones circulan ilegal y libremente en el territorio nacional.

Solo en Caracas, en el primer semestre de 2014 fallecieron 2.464 personas por causas violentas, una cada dos horas. Sabemos que la tasa de homicidios en Venezuela es una de las más altas del mundo (79 por 100 mil habitantes; promedio de América del Sur: 20), siendo el único país de Sudamérica cuya tasa de homicidios ha aumentado a paso firme desde 1995.

Lo más doloroso es que en esa estadística, la tasa de niños y adolescentes entre 0 y 17 años se ha casi triplicado de 1998 a la fecha. De ellos, son los varones entre 15 y 17 años los más afectados, con una tasa de mortalidad por homicidio de 106 jóvenes por 100 mil habitantes, un bochornoso segundo lugar en asesinatos de adolescentes en América Latina, solo superado por Honduras.

Balas perdidas, sicariato, asesinatos a mansalva, homicidios contra niños y adolescentes o ejecutados por ellos, dan cuenta de una terrible epidemia invisible que se está llevando una porción representativa de la población joven. En vez de formarse para labrar un futuro, la juventud es asesinada en la calle, su casa o la escuela, o es inducida a matar, tocada por el virus de una sociedad cada vez más enferma por la corrupción y la impunidad. No en balde, según índice ONU elaborado con 35 variables sociales, Venezuela está entre los 10 peores países del planeta. Todo vale, parece ser la consigna.

En una encuesta local de la UNICEF, se reportó que el 73% de los adolescentes armados declara no ser reprobado por sus padres por ese hecho. Según la UNICEF, el nivel de belicosidad propagado entre la población es tan alto, que cualquier conflicto degenera en agresiones físicas, con armas blancas o de fuego. En algunos planteles, la obligación de llevar bolsos transparentes surge de la necesidad de revisar sus contenidos para impedir el ingreso de armas.

Una maestra en Catia declara que los alumnos suelen traer cuchillos, hojillas, cortaúñas, navajas. ¿Por qué? "Para mi defensa, profe, en caso de que me pase algo en la calle o el colegio".

Nelson Mandela habla para nosotros cuando apunta:

"La violencia medra cuando no existe democracia, respeto por los derechos humanos ni una buena gobernanza. Los comportamientos violentos están más generalizados en las sociedades cuyas autoridades respaldan el uso de la violencia con sus propias actuaciones. Y cuando la violencia prevalece, desbarata las esperanzas de desarrollo económico y social.

La violencia es posible prevenirla, los gobiernos, las comunidades y los individuos pueden cambiar la situación".

*Fuentes: UNICEF, ONU, OVV, CECODAP y
Violencia en las escuelas , G. Perdomo, Centro Gumilla.

Gioconda San Blas
gioconda.sanblas@gmail.com
@daVinci1412

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