jueves, 10 de julio de 2014

FELIPE GUERRERO, QUIERO SER TICO

Costa Rica nos está demostrando que su histórica y brillante actuación en el Mundial de Futbol  no responde a una mera casualidad o suerte: es parte de un proceso de años en donde, la fe, la constancia y el trabajo han hecho el milagro. Si renunciamos a los mesianismos, también para Venezuela es posible  construir un nuevo porvenir para la Patria.  En homenaje a la gesta de Costa Rica va nuestra reflexión:


Por estos días La Grita está llena de vida. Mi aldea es un paraíso para la esperanza.  La vida aparece generosa en la piel femenina de las manzanas, de los duraznos, de las fresas…  La vida se muestra en la acequia que canta en la ladera, en el inigualable olor que traspiran las almojábanas. En medio de ese derroche de vida, me acerqué a la vieja capilla donde siempre encuentro al Cristo del Rostro Sereno.

En el eterno santuario que le ha servido de residencia nos reencontramos los peregrinos con ese cielo que es azul cielo y con la inocencia de la mirada transparente de los coterráneos de mi aldea, esa mirada  que irradia el brillo de honestidad que muchos necesitan. Al ver tanta autenticidad dan ganas de cantar como la acequia y, sin hacer preguntas, seguir con la inocencia pero sin renunciar a las demandas de autenticidad

Los paisanos de La Grita muestran una generosa candidez junto a una exigente fidelidad. En un rincón del santuario me encuentro con el amigo Sandoval, un inseparable aliado de nuestra niñez. Desde hace muchas montañas y hartos senderos soy amigo de este hombre. Sandoval no se llama como se llama, casi todos lo identifican como «El Cimarrón» por su carácter retraído, tímido y huraño. Ahí estaba, de rodillas haciéndole una petición al eterno Cristo de La Grita.

Los conceptos de fe y fidelidad están relacionados con el de adhesión. El hombre que cree en Cristo se adhiere a él firmemente y a las verdades que él encarna y, por tanto, le será fiel en todo. La fidelidad implica permanencia, solidez y lazo indestructible. 

«El Cimarrón» apenas me vio, suspendió su diálogo con el altísimo, que era el único ser con el que conversaba. Desde pequeño, vivió en el silencio, decía mi abuela que casi no hablaba y desesperaba con aquella mirada triste y fría. Ahora se me acercó para decirme: «Le estoy pidiendo al Santo Cristo que me permita ser Tico» y ratificó con énfasis «Yo quiero ser Tico».

«Tico» es un gentilicio coloquial sinónimo de costarricense, con esta palabra se identifican a las personas naturales de Costa Rica, ese pequeño país centroamericano que hoy aparece dictándonos cátedra a todos los habitantes del tercer mundo, de todo lo que se puede alcanzar con trabajo honesto, con planificación y con visión de futuro.
La patria de los Ticos tiene una población que no supera los cinco millones de habitantes en un territorio de apenas cincuenta mil kilómetros cuadrados, pero está escribiendo las páginas más gloriosas de este continente latinoamericano. Así como en el relato bíblico el joven David con pasión y constancia venció al gigante Goliat, Costa Rica está derrotando a los poderosos del mundo. Esta es la lección que en esta hora nos regala la sociedad Costarricense. Es el tiempo de enfrentar a los gigantes en todos los escenarios con valentía, capacidad, compromiso, seguridad y confianza.

Sumado a las brillantes hazañas deportivas,  Costa Rica muestra uno de los modelos políticos más plurales y consolidados del continente e integra la lista de las democracias más antiguas del mundo.

Otro hecho relevante que nos obliga a mirar con respeto y admiración a Costa Rica es la histórica decisión de ese pueblo de no contar con ejércitos desde hace más de sesenta años, evitando el despilfarro que significa la compra de chatarra militar.
Una triada de estabilidad política y democrática, un  alto nivel de desarrollo social y una renta media, junto con una rica biodiversidad, aparecen como singularidades de este país latinoamericano.

Recientemente el Presidente de Costa Rica acaba de dictar otra original lección al  adoptar  una medida que termina con una larga tradición populista de los presidentes latinoamericanos. Prohibió que su nombre y su fotografía aparezcan en placas de inauguraciones de edificaciones públicas.

Esta decisión representa un claro mensaje para hacer desaparecer en América Latina la  figura del presidente como el hombre todopoderoso, mesiánico, que resuelve los problemas de manera mágica, tal como acostumbran hacer algunos de nuestros mandatarios.

Extraordinaria lección para superar la dañina y larga tradición populista que se vive en el continente en donde una  férrea estructura presidencialista permite esos homenajes egocéntricos que se repiten en cada uno de las ciudades, pueblos y aldeas en donde cada vez que se inaugura alguna de las escasas obras inmediatamente colocan una placa en agradecimiento al «generoso gesto patriótico del presidente»

Con razón «El Cimarrón» apenas me vio,  se me acercó para decirme: «Le estoy pidiendo al Santo Cristo que me permita ser Tico». Hay muchos que prefieren «Ser Ticos».

Profesor Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com

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