Es importante que las
naciones y los gobiernos democráticos tomen conciencia del peligro que
representa para ellos la expansión totalitaria que presenciamos por
Latinoamérica y actúen para coadyuvar al restablecimiento de la
democracia.
En América Latina ha habido
una expansión del totalitarismo comunista, evolucionado, sofisticado, que ha
adoptado la apariencia de democracia. Basta ver la gran influencia que tiene la
izquierda en Latinoamérica que respalda al régimen cubano, la inoperancia de
organismos como la OEA o el MERCOSUR en la aplicación de los protocolos y
medidas para la defensa de la democracia, a los países miembros que tienen múltiples
denuncias de violaciones graves y sistemáticas de derechos humanos.
Cada vez vemos una mayor
tendencia de los presidentes a controlar los otros poderes públicos, al manejo
de los fondos públicos como si fueran propios, al uso de los programas sociales
para controlar a los votantes mediante la compra de conciencia y la dependencia
al gobierno, al control de los medios de comunicación bien con la censura o
procurando la autocensura mediante la persecución, multas, enjuiciamiento de
quienes critican sus políticas, otros; la infusión de odio y resentimiento
contra aquellos que no comparten su pensamiento único a los cuales tildan de
conspiradores, fascistas, terroristas, imperialistas, a quienes además culpan
de ser los responsables de todos los males que aquejan a la población, cuando
en realidad estos males son causados por las políticas implementadas por el
propio régimen que crea un ambiente de incertidumbre e inseguridad, entre
otros, por el irrespeto del Estado de Derecho nacional e internacional, la reforma
y promulgación de leyes ambiguas cada vez mas restrictivas de la libertad, el
uso del poder judicial para enjuiciar al contrario, la corrupción, la
violencia, y en algunos casos la impunidad de los criminales y el narcotráfico.
El perjuicio para las naciones
en términos de iniquidad, empobrecimiento, de pérdida de su libertad, de
destrucción de la justicia, de discriminación y represión de la disidencia,
entre otros, va a depender del grado de radicalización de las políticas para
lograr el control de las instituciones del Estado y de la población y sus
bienes.
Otro aspecto es la
imposibilidad cada vez mayor de la alternancia en el poder. Estos
totalitarismos con apariencia de democracia se jactan de su legitimidad por
haber alcanzado el poder a través de elecciones, cuando en realidad no tienen
legitimidad de origen porque las elecciones no son competitivas, libres, ni
auténticas; tampoco tienen legitimidad de desempeño porque violentan el Estado
de Derecho que garantiza la dignidad de la persona humana.
La democracia es una forma de
vida, una cultura basada en los valores de libertad, justicia, igualdad y paz.
Por eso me gusta la definición que la Dra. Constanza Espinel hace de la
democracia: “La libertad regulada por la justicia que garantiza la igualdad y
con ellas la paz”.
Cuando hay miedo, cuando se
sanciona el disenso, cuando no hay libertad para elegir, cuando no hay
justicia, cuando hay culto a la personalidad, división y pugna entre los
connacionales, cuando la educación se usa para adoctrinar un pensamiento único,
cuando la gente siente que no tiene futuro ni oportunidad para desarrollase
como persona, no hay democracia.
Elinor Montes
elmon35@gmail.com
@elinormontes
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