jueves, 10 de julio de 2014

ELINOR MONTES, EXPANSIÓN TOTALITARIA

Es importante que las naciones y los gobiernos democráticos tomen conciencia del peligro que representa para ellos la expansión totalitaria que presenciamos por Latinoamérica y actúen para coadyuvar al restablecimiento de la democracia.  

En América Latina ha habido una expansión del totalitarismo comunista, evolucionado, sofisticado, que ha adoptado la apariencia de democracia. Basta ver la gran influencia que tiene la izquierda en Latinoamérica que respalda al régimen cubano, la inoperancia de organismos como la OEA o el MERCOSUR en la aplicación de los protocolos y medidas para la defensa de la democracia, a los países miembros que tienen múltiples denuncias de violaciones graves y sistemáticas de derechos humanos.

Cada vez vemos una mayor tendencia de los presidentes a controlar los otros poderes públicos, al manejo de los fondos públicos como si fueran propios, al uso de los programas sociales para controlar a los votantes mediante la compra de conciencia y la dependencia al gobierno, al control de los medios de comunicación bien con la censura o procurando la autocensura mediante la persecución, multas, enjuiciamiento de quienes critican sus políticas, otros; la infusión de odio y resentimiento contra aquellos que no comparten su pensamiento único a los cuales tildan de conspiradores, fascistas, terroristas, imperialistas, a quienes además culpan de ser los responsables de todos los males que aquejan a la población, cuando en realidad estos males son causados por las políticas implementadas por el propio régimen que crea un ambiente de incertidumbre e inseguridad, entre otros, por el irrespeto del Estado de Derecho nacional e internacional, la reforma y promulgación de leyes ambiguas cada vez mas restrictivas de la libertad, el uso del poder judicial para enjuiciar al contrario, la corrupción, la violencia, y en algunos casos la impunidad de los criminales y el narcotráfico.

El perjuicio para las naciones en términos de iniquidad, empobrecimiento, de pérdida de su libertad, de destrucción de la justicia, de discriminación y represión de la disidencia, entre otros, va a depender del grado de radicalización de las políticas para lograr el control de las instituciones del Estado y de la población y sus bienes.

Otro aspecto es la imposibilidad cada vez mayor de la alternancia en el poder. Estos totalitarismos con apariencia de democracia se jactan de su legitimidad por haber alcanzado el poder a través de elecciones, cuando en realidad no tienen legitimidad de origen porque las elecciones no son competitivas, libres, ni auténticas; tampoco tienen legitimidad de desempeño porque violentan el Estado de Derecho que garantiza la dignidad de la persona humana.

La democracia es una forma de vida, una cultura basada en los valores de libertad, justicia, igualdad y paz. Por eso me gusta la definición que la Dra. Constanza Espinel hace de la democracia: “La libertad regulada por la justicia que garantiza la igualdad y con ellas la paz”.

Cuando hay miedo, cuando se sanciona el disenso, cuando no hay libertad para elegir, cuando no hay justicia, cuando hay culto a la personalidad, división y pugna entre los connacionales, cuando la educación se usa para adoctrinar un pensamiento único, cuando la gente siente que no tiene futuro ni oportunidad para desarrollase como persona, no hay democracia.

Elinor Montes
elmon35@gmail.com
@elinormontes

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