Atardecía. De los suelos
había efluvios de fuego. Más de
seis meses consecutivos sin gota de agua, todo parecía como si se acercara
aceleradamente alguna catástrofe o se anunciara el acabo del mundo. Los
astrónomos y astrofísicos se admiraban de ver arrugas en el sol, las propias de
la sequia que inventa la amargura. Las
autoridades del gobierno descendían esperanzas
refugiadas en la información de que hacia más de cincuenta años no se conocía tan
inmisericorde sequedad.
Con asombro y
miedo los ancianos contemplaban la ausencia
de la luna porque, según su
sabiduría, se escondía del calor. Los perros se morían deglutiendo su lengua tostada por el sol. El ganado perdía
lentamente sus gemidos, desvanecidos quejidos imposibles de oír, donde se refugiaban antes de caer por última
vez. Y los zamuros para preservarse
habían huido buscando algún oasis donde abrevar la sed.
El espacio donde se congregaban había
sido un viejo cine en el cual años ha se reunían los moradores para ver las películas de vaqueros en las que siempre ganaban los
buenos sin recargar su revólver y sin que se
cayera su sombrero o pudieran
penetrarlos las balas o las
mexicanas, siempre llenas de historias
como las que consigo lleva cada quien.
Desengaños, despechos, traiciones, infidelidades, pero sobre todo, la lucha por
salir buscando algo mejor de cuanto no
se tiene y se desea poseer. Temas de
justicia y amor, de aciertos y
despechos, temas de muerte y vida, de virtud y pecado, de miedo y fe. Unos ventiladores grandes estaban dispuestos para aliviar con su corriente de
aire la pesadez del hacinamiento y el oscuro olor que despiden los cuerpos bajo
el calor y el miedo y el hedor que expelen los pecados capitales. A la entrada,
en lo alto donde ayer se anunciaba la
identidad del local o el nombre
de la función o la película,
había un letrero grande, BIENVENIDOS JESUS ESTÀ AQUÍ.
Donde
otrora estaba la pantalla para
las proyecciones, frente a ella, se dispuso un escenario de madera y algunos
días de fiesta o entre la semana o cuando no había electricidad se presentaban actos culturales, con niños de diversas escuelas de los alrededores
o mas allá venidos, o conciertos
populares de décimas, villancicos, y los bailes al estilo llanero como los
crearon la princesa del llano y un sabio de amores, conocedor de teatro y hacedor de poemas. Ahora, además del escenario medianamente
reformado, se instaló una especie de
púlpito hecho de cedro rojo con la posibilidad de servir del atril al director de una pequeña orquesta o de adecuado mueble sobre el cual se ponía la biblia o la
palabra de las santas escrituras. Casi invisibles al ojo de la sala, dos aparatos modernos de aire
acondicionado para garantizar sosiego a quien tuviera que dirigirse a los presentes que copaban la
sala.
Era lo hora décima cuando llegó el predicador. De modesta estatura, muy blanco, de tanto blanco era que se diría más bien de rubio intenso como
de intenso azul sus ojos que, según los
comentarios de entre sus conocidas, eran tan bellos, sublimes, como los
que ponen al hijo de dios y se ve en algunas estampas repartidas en las
iglesias católicas, bello, como el Jesús de la Misericordia. Decir que él rechazaba esos juicios por el parecido no seria justo con el
hijo de Dios. Creyentes, incrédulas y
escépticas hablaban de la belleza del
pastor, de su atractivo, que de no ser
él tan pío, tan casto, tan fiel a Jehovah y a su familia, como era su
reputación, bien se pudo creer que había sido hecho por la mano de Luzbel para inducir a la mujer a abominables pecados de lujuria. Mas no, su
prestigio de hombre recto, trabajador de
mundiales éxitos, marido incuestionable, padre sin mácula. obediente a la
palabra de dios, incapaz de adulterio,
se conoció, por testimonios de interesadas
que confesaron su voluptuosidad, que él mismo,
tantas veces con dureza ascética
rechazó insinuaciones seductoras, con la misma fuerza con la que
Cristo rechazó todas las tentaciones de
Satanás y fue tan convincente con tantas y diversas que las propias seductoras contaban con orgullo sus insinuaciones y así
aun más resaltaban la pureza del pastor, con lo cual borraban en confesión
pública sus abominables pecados de deseos, que suelen ser mas graves porque se ensucia el alma y,
como él predicaba, es mas difícil lavar el alma que librarse de los placeres
impúdicos del cuerpo. Así hablaba el
pastor cuando enaltecido contaba sus frecuentes y diversas tentaciones y las
abstinencias y renuncias a la vida mundana tal como una gran lección de la
misma naturaleza de cuanto hizo Jesús para ganar la pelea a Satanás.
No
puso su atención en el público que ansioso lo esperaba. Tomó el micrófono
inalámbrico que le entregara una doncella virgen, condición que había de
jurarse sobre las Santas Escrituras para poder ser digna de servirle en el
rito. Ya en sus manos y aun sin ver de frente, caminaba una y otra vez en
postura mística, miraba hacia el techo,
como esperando la voz del propio dios
o le iluminara para la perfección de su
predicación. De pronto se detuvo y,
casi como un rayo, en voz un tanto
atiplada, al estilo de Jaramillo, pero con la pose de Alejandro Fernández, empezó a
hablar de la verdad bíblica como la única verdad porque fue rebelada por el propio Dios. Alzaba
la voz, en tono de alarido, la
recortaba luego hasta alcanzar silencios, se escondía en ellos y
proseguía. El escenario se convirtió en
altar y él, en supremo sacerdote.
Este
libro, lo dijo a grito abierto que
llegaba al cielo y apagaba luego,
respiraba hondo, parecía a esos
desesperados que gritan fuego, fuego y pasada la tormenta regresan a la
infancia para contar felices lo
riesgosas de sus travesuras. Aquí
está la palabra, la única verdad, la
única verdad verdadera, y levantaba con
su mano izquierda un libro robusto, casi gordo, y con la derecha convertida en
batuta con su índice conducía las miradas al libro empastado de negro. A
estremecedora voz repetía, aquí están
todas, en esta obra que antes de nosotros, antes de nuestros padres, antes del
tiempo histórico, conformó la palabra que se fundiría en libro, la biblia,
para jamás borrarse, nunca jamás, hasta
hacerse verdad como un todo, que
nosotros hemos traducido del hebreo, arameo y del griego al ingles, porque de
Dios iluminados nos obligamos a superar los graves, por interesados, errores de
esas que venden los hijos de Satán en
las iglesias católicas. Esa es una adaptación, una deformación y por ese pecado
que nunca, nunca, nunca jamás perdonará dios, son una trampa, una trampa, para esconder la verdad de dios a los hombres
y para esconder con astucia sus pecados
de Soberbia, avaricia, falsedad,
mentiras.
Vean cómo está el mundo, desastre
naturales nunca conocidos, terremotos, tsunamis, inundaciones en distantes
lugares, desértico verano en otras partes, como ocurre aquí; guerras en el Medio Oriente, en África, justicia
escasa y hambre en abundancia en todas
partes, pornografía, pérdida de
valores en la familia, pedofilia y
pederastia en las iglesias, estafas, violencia, todo eso y mucha más no es otra
cosa que los anuncios irrefutables de que el fin del mundo está cerca,
que está próximo a venir Armagedón para que con Cristo y por Cristo
salve a los escogidos para que habiten en esta tierra, que es la
tierra escogida de Dios y por Dios
prometida.
En estas cosas de la materia, de la
naturaleza, es sencillo ver y comprobar
la ira de dios. Ver allí sus lecciones y
sus prevenciones no solo son evidentes a
quienes llevamos la palabra de Dios, sino a crédulos e incrédulos, de
distintas religiones o sectas, creencias
o razas, solo que el pecador no quiere
oír ni ver porque sus ojos están vendados, sus oídos tapados por las
maquinaciones constantes de Satanás.
Pero Satán no cesa, no descansa.
Cada día inventa nuevas tramas. Cada día más finas más sutiles, en las
que todos podemos caer porque se
construyen en nombre del bien, de
la solidaridad, la convivencia, de la
paz. Y la última de sus granes trampas,
la más fina de todas, pero la mas macabra,
es el ecumenismo. Esta ha sido la
más fina de todos los tiempos.
El obispo de Roma, y papa de la iglesia
romana, Juan XXIII, un hombre recio, bueno, extraordinario,
pero de esos se vale muy bien Satanás,
fue uno de los grandes impulsores del ecumenismo político y el mas grave de
todos, el religioso. Y en el campo de la
sociedad no cristiana, uno de los grades impulsores ha sido Eboo Patel. Uno de
los mas importantes consejeros del presidente Obama. Yo, agregó, con tímida
arrogancia, no los descalifico, quiero eso sí
evidenciar la necesidad que tenemos los testigos de dios, de cuidar su
doctrina, su pureza, siguiendo el
ejemplo de nuestros fundadores y guías
Russell, Rutherford y siguiendo las
orientaciones infalibles que nos da el
Cuerpo Gobernante de nuestra
hermandad y que se precisan en Despertad y Atalaya. En los círculos bíblicos debemos ir a todos
estos documentos y, por encima de todo, a los textos de las santas escrituras,
pero yo quiero tocar con ustedes, algo aún no dicho, pero que es imprescindible
sea oído y pensado.
Nosotros, ninguno de nosotros, tiene
que inmiscuirse en política, mientras más lejos de ella, más cerca estamos de
la purificación. Nos está vedado pronunciarnos sobe las crisis
económicas, políticas, las guerras, y otros asuntos del poder humano. Nada se mueve sin la decisión de dios, pero
ya dios ha advertido que deja las cosas
del poder a Satanás, que es quien
gobierna realmente al mundo y sus
pecados solo se acabarán con el castigo
tal como está establecido en el
Apocalipsis, pero, yo quiero que se vayan pensando más allá de esto.
Aceptar
el ecumenismo en nombre de la paz, y todo lo que se ha dicho, es negar el valor
único de Jehová. El es el único dios y taxativamente nos
impuso que no podemos adorar a los
ídolos, negó toda posibilidad de creer en ningún otro dios fuera de él, porque
él es único dios verdadero, los demás son
creaciones de Satán. No podemos
desconocer que con buena voluntad los
budistas, los católicos, los protestantes, islamistas y todos los demás que
hacen coro, se reúnan para buscar la paz, para acordar sobre asuntos políticos
pero, en ¿donde queda dios? ¿Donde Jehová, el dios verdadero? Nuestro trabajo es logar que todos
reconozcan a Jehová como el único Dios y a Jesucristo como su único hijo
enviado a la tierra para librarnos del pecado…
Hubo
un largo silencio y luego se regodeó en citas
y más citas. Con timidez la doncella virgen que al inicio entregara el
inalámbrico, le pasó un papel. El lo
observó y exclamó, debo irme, imprescindible es que me vaya a
Cabimbú con urgencia, mi presencia se reclama
para salvar a nuestra hermana de las garras de Satán. Sacar de su cuerpo los siete demonios es tarea que me impone Jehová.
Margarita
lo esperaba. Al fin llegas, largos meses
de espera son mil meses y quiero pedirte me digas en nombre de dios la verdad.
Lo que soy para ti, lo se. Una mas, una más. Creo, que tu predicación y tu
vida son una inmensa farsa. Cuanto dices
si dices la verdad la contradices con lo que hacemos. Si mientes engañas a la
gente por ingenua por ignorante y
buena. Tu mandato de que solo en
las revistas que a manos llenas
reparten, está la verdad, es una afrenta a la razón y a la verdad y a la
vida y un intento de engañar a
Dios. Hoy lo se, soy una entre varias de tu colección. La más
oculta, dada mi situación, pero la que
más te ama. Lo se. Abrí los ojos. Eres
parte de una gran compañía que con su indiferencia al compromiso social,
político, las guerras, los aprovechan
como medios para el trabajo de los mercaderes que negocian con sus dioses o con
el diablo y se llenan de dólares utilizando el nombre del señor. De Nuestro
Señor Jesucristo, Dios e hijo del Padre, Dios y el Espíritu Santo, espero su
perdón. Dios es amor, verdad, justicia, Paz.
El Predicador miró a su amiga.
A ti jamás te he mentido, creo que a nadie, mis negocios, inversiones, se hacen limpias según
las leyes del mercado y de acuerdo a mis habilidades en mis
relaciones con el poder. Mis prédicas
son ajustadas a la verdad de las santas escrituras, tú y yo sabemos lo que somos cada uno, y juntos hemos trazado a otros su destino.
Juntos. Pero cuanto mas sabes de mí y lo supiste desde el comienzo, verdad que
ocultamos y juntos cultivamos, es que
soy ateo.
De los cielos se desgarró
un inmenso aguacero como hacia más de 50 años no se veía por estos
suelos.
Americo
Dario Gollo Chávez
americod@gmail.com
@americogollo
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