domingo, 8 de junio de 2014

SIMON GARCIA. LA ENCRUCIJADA OFICIALISTA.

El gobierno vacila ante el dilema de escoger entre opciones difíciles y hasta opuestas. Pero dejar de hacerlo sólo aumentará las limitaciones, los efectos negativos y las muy ásperas consecuencias en los desenlaces que puede tomar este peculiar conflicto nuestro entre pasado y futuro.

           
Maduro está obligado a pensar en un giro destinado a rehacer el aparato productivo, revertir el patrón autoritario de ejercicio del poder y suspender la aspiración a lograr un control total del Estado sobre la sociedad. Otros revolucionarios lo han hecho desde que Lenin inventó su famoso paso atrás. Un replanteo urgente porque ya comienza a resultar casi imposible acuñar la imposición del modelo manteniendo la vigencia de la Constiitución.
            En contra de cualquier moderación, incluso táctica, el ala radical vende la desmentida imagen de una revolución exitosa y la necesidad de profundizarla para sortear lo que consideran un mal momento. Pero la economía no va resistir esa chola a fondo y ya comienza a ponerse en evidencia que tampoco sería compatible con una vigencia de la Constitución.
          El radicalismo oficialista apuesta a que pueden rescatar la popularidad exacerbando la polarización y lanzando una nueva oferta de ilusiones, mejor orquestada que el Dakazo, para recomponer la mayoría que se le está esfumando. Esperan que una combinación de medidas fondomonetaristas con un fuerte auxilio a los sectores populares permitiría crear una burbuja de falsa prosperidad suficiente para ganar las elecciones parlamentarias y pasar a una fase de control total de la sociedad, del mismo modo híbrido, zigzagueando entre dictadura y “democracia” participativa, como lograron apoderarse de todo el Estado a partir de ganar el gobierno.
            Los rojos que defienden el “ni un paso atrás”, desde el PSUV, la AN y algunas instancias del gobierno, han boicoteado la línea de diálogo que encabezó Maduro. Su pública contestación logró engatillar a Maduro porque carece de la autoritas y del liderazgo para hacer pasar un gramo de viraje respecto al mito que los unifica. Tampoco se atreve a arriesgar la herencia que le dejó Chávez ante la proximidad de una convención nacional que va a redistribuir el poder dentro del PSUV y que puede alterar la representación civil en el alto mando militar de la revolución.    
            Hay, además, varios factores que contribuyen a debilitar las posibilidades de una reformulación no autoritaria del proyecto: 1. El propósito compartido por casi toda la elite de perpetuarse en el poder, aun por medios no democráticos, 2. El predominio de la visión militar frente a la opción política, 3. La influencia cubana, 4. La inhibición forzada de quienes dentro del PSUV conectan justicia con libertad.
            Pero retrasar una nueva política económica e institucional no sólo arrojará al foso a Maduro, sino que va a empujar el proceso a transitar de su fracaso a su implosión. Se van a cerrar a sí mismos las ventajas que les da la percepción de que expresan una modalidad inédita de democracia y explorar la ruta que siguieron los sandinistas. Es decir, estarán abriendo el final de su cita con la historia.
            ¿Ganará esta mano Maduro o se impondrá el juego de Cabello? Hay que esperar a la Convención, aunque este último quiere descarrilar antes las opciones competidoras.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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