domingo, 22 de junio de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, DE PRINCIPIOS Y RATONES,

Ayn Rand dijo que, cuando la visión del hombre se reduce a metas concretas del momento inmediato, desechando la posibilidad de pensar e imposibilitando la actuación con base en principios, esa sociedad está destinada al fracaso.  

Un principio es una verdad general, que abarca un gran número de cosas concretas; se trata de una abstracción que nos permite manejar metas a largo plazo, por lo que podemos planificar y alcanzar logros que requieren un trabajo constante y bien hecho.

Pero en una situación como la que nos obliga el socialismo en Venezuela, de estar pendientes sólo de pequeños objetivos muy concretos, como conseguir los bastimentos del día, como sobrevivir en la calle para llegar a salvo a nuestros hogares, o no enfermarnos, para no caer en la beneficencia pública, es decir, de todas esas pequeñas cosas que nos consumen el día para no caer en la inopia, los grandes temas, las cosas importantes, la visión a largo plazo, se hacen imposibles.
Y cuando en una cultura prevalece lo urgente, la emergencia, la escasez… los principios están negados y son sustituidos por consideraciones de orden “práctico”, por las exigencias del momento, donde lo trivial nos abruma; es así como el Comandante Supremo lo entendía, y trabajó por imponernos el socialismo, que no es otra cosa que, como decía, “Vivir viviendo”.
Los principios son las grandes guías en la vida del ser humano, al conformar nuestras vidas con ellas, nos permiten avanzar y prosperar, ajustándonos a un comportamiento que nos permite dirección, claridad de propósitos y pautas en nuestro accionar.  Los principios dependen de la razón, pues al comprenderlos podemos aceptarlos o no, son los grandes axiomas de la vida en la sociedad y su cultura, nos confieren vida espiritual, con ellos podemos tener la capacidad de cooperar, de resolver conflictos y de evitar los peligros.
Las personas sin principios son como animalitos en el bosque, como roedores, hacen lo que tienen que hacer por necesidad, por impulso, no pueden construir una cultura, no saben sostener una alianza, no tienen sentido del honor o del compromiso, viven del momento, sin nunca concebir el respeto en las relaciones y siempre están sujetos o al placer, la recompensa inmediata, o al miedo, porque le rehúyen a lo que desconocen.
Al carecer de principios, una sociedad es fácilmente dominada por el mal, abundan los vicios, sus miembros son fácilmente manipulados por la mentira y el engaño, los más violentos son los que dominan al resto, las relaciones humanas se reducen a lo más básico, donde priva el interés propio y el simulacro, todo eso para sobrevivir.
El socialismo, que es una ideología, carece de principios y cuando los encuentra trata de destruirlos, de anularlos, pues es de su interés que los seres humanos regresemos al estadio de la manada, de la tribu, de lo colectivo, donde los principios son desplazados por el “interés común”, o por lo que quieren los que mandan, generalmente los más violentos, diciendo que se trata del interés común, que nunca va mas allá de la preservación su autoridad sobre el grupo y, por ende, de sus privilegios.
Es por ello los regímenes socialistas promueven la idea de que los empresarios y comerciantes independientes, que no dependen del estado, sino del propio esfuerzo, son deshonestos y no tienen escrúpulos.
Los socialistas, apenas llegan al poder, lo primero que hacen es sembrar la cizaña contra la libre empresa, acusándola de ofrecer alimentos y medicinas en mal estado, de que los servicios que ofrecen son un engaño al público, de que sus prácticas tienen la finalidad de robar y explotar al pueblo; ese ataque a la integridad de quienes creen y practican libremente sus oficios y emprendimientos es, en realidad, un ataque a los principios de los que creen en el progreso y que confían en el futuro. En la realidad, lo que más les importa al empresario y al comerciante es la confianza de su público, el apoyo de sus clientes.
Ningún banco, clínica o restaurant podría funcionar si la gente creyera que sus propietarios están allí para hacerles daño y aprovecharse de ellos, no es esa la manera cómo funciona el mundo; porque existen los principios es que la gente puede hacer transacciones y consumir sin el temor de que la están envenenando.
El socialista, al querer destruir esos vínculos de confianza y honor entre la gente, busca desarticular principios para que la gente vaya poco a poco reduciéndose a lo que ve y toca, a lo inmediato, a desconfiar de su entorno.
A los comunistas les resulta muy difícil asimilar que el egoísmo, el interés personal del empresario, es el principal interesado en tener una buena reputación y ofrecer productos de calidad; muy por el contrario, en las empresas colectivistas, en las comunas, a muy poca gente le importa si hay excelencia en los servicios, limpieza en las labores, calidad en los resultados… por ello vemos lamentables casos de intoxicaciones, comida podrida, medicinas vencidas, mala praxis, contaminación, trabajos mal hechos, productos dañados y vendidos como nuevos en las empresas socialistas.
Cuando todo es de todos no hay doliente, ni responsables, ni incentivos para alcanzar la excelencia; no hay principios, apenas tareas y logros concretos para no recibir un castigo.
Esta es una de las razones por las que en Venezuela no hay justicia, porque la justicia es un principio, de los más elevados e importantes para toda la sociedad; pero, desde que llegaron los chavistas al poder, destruyeron ese principio y lo sustituyeron por simples tareas que simulaban justicia, órdenes que deben ser obedecidas, llamadas de teléfono con las sentencias hechas, castigos a los jueces que no cumplan con las ordenes de los jefes del partido.
Los jueces, abogados y fiscales chavistas convirtieron la justicia en rutinas para ser obedecidas, sin el concurso de la razón, pequeñas tareas a ser cumplidas sin ser pensadas, no importa si hay que mentir, o estirar la interpretación de la ley hasta lo imposible, o desvirtuar el significado del lenguaje… lo importante para el jurista chavista es que cumplir con los dictámenes del partido socialista les evita el castigo y los acerca a un premio; no importa si la justicia es ahora un instrumento del terror para defender la ideología socialista o la manera más cobarde de acabar con la oposición política y burlar los principios democráticos… de eso se trata, de acabar de una vez por todas con los principios. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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