martes, 24 de junio de 2014

ROSALÍA MOROS DE BORREGALES, DIEZ SENTENCIAS PARA HONRAR TU VIDA

Para morir la única condición necesaria es estar vivo, pues la muerte puede llegar de las más diversas y variadas maneras. Muchos viven como si su estancia en esta tierra fuera indefinida, como si de alguna manera tuvieran el poder para decidir los asuntos de la muerte y, como consecuencia, de la eternidad. El poder y el dinero pueden comprar casi todo, pero un seguro de indemnización por cada desacierto, por cada mentira, por cada acto de falsedad, por la maldad premeditada ocasionada a otros, sencillamente no existe.

Honrar la vida es respetarla, es darle el honor que se merece mediante un comportamiento que exalte las virtudes propias, así como las de nuestro prójimo. Honrar la vida es entender que todo lo que sembramos mientras vivimos lo cosecharemos y, a menos que nos pongamos a cuentas con el Altísimo, será un acumulado para nuestro destino final.  Honrar la vida es resarcir, pedir perdón por la ofensa causada; es compensar los daños que hemos ocasionado, es restituir al agraviado.

He aquí diez sentencias para honrar tu vida, para honrar la vida de quienes te rodean:

Primera: La vida es el don más preciado del hombre, sin ella nada de lo que conoce le pertenece, fuera de ella todo es un misterio al que sólo caminan confiados aquellos que han tenido la revelación del Amado.

Segunda: ¡Nada más insensato que la soberbia! La soberbia es el camino a la destrucción propia. La altivez de tu corazón puede transportarte al subsuelo de la vida.

Tercera: El arrepentimiento debería ser una palabra activa en tu lenguaje cotidiano. Un corazón capaz de reconocer sus propios errores jamás es menospreciado por Dios. No vivas bajo la hueca filosofía de "no arrepentirte de nada".

Cuarta: El perdón debería encontrarnos a todos en algún momento del camino. Todos necesitamos ser perdonados; todos tenemos a alguien, a algunos o a muchos a quien perdonar.

Quinta: No trates de calmar la angustia del vivir diario con placeres egoístas que exaltan el yo y destruyen el nosotros. El egoísmo resta y divide, el amor suma y multiplica.

Sexta: El arma más poderosa del hombre es la bondad. Las tinieblas no se expanden por naturaleza propia, ellas recorren el camino donde la luz se ha apagado. En otras palabras, la maldad persiste donde la bondad ha dejado de actuar.

Séptima: La integridad es la esencia de Dios. El ser íntegro no te hará ganar la simpatía de muchos, pero sí te dará la gracia de Dios.

Octava: ¡Ponte los lentes de Dios! A través de Su amor, Dios ve en nosotros nuestras posibilidades de bien; y así, cuando podemos ver a través de sus ojos, descubrimos todo el bien posible en nosotros y en los otros.

Novena: La paz se construye, no se decreta. Sé un pacificador que levante la bandera de la paz y no de la guerra. Nuestra sociedad está necesitada de personas que pasen por alto la ofensa. Cuya única venganza sea señalar el mal para combatirlo.

Décima: ¡La familia es el nido de la esperanza! Ámala con todo tu corazón. Si no amas a tu familia que es tu prójimo más cercano, cómo podrías amar a los extraños. Si honras a tu familia, honras tu vida.

Finalmente:

"Si tú dispones tu corazón, y tiendes hacia Dios las manos... la vida te será más clara que el mediodía; aunque oscurezca, será como la mañana. Tendrás confianza, porque hay esperanza"... Job 11: 13-20.

Rosalía Moros De Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB

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