De
las funciones más importantes de los ejecutivos está la de saber anticipar. No
es necesaria una bola de cristal, ni mucho menos, es conociendo los detalles de
las situaciones y las operaciones que se realizan, que se puede tratar de
predecir el camino. Muchas veces no es fácil y a veces irá a contracorriente,
pero el éxito de la empresa va a depender de eso.
Por
muchos años fui presidente de un importante banco. En mis inicios me tocó
enfrentar una situación desconocida y caótica: el viernes 18 de febrero de
1983. El viernes negro. La primera gran devaluación en muchos años. Una
situación que dejó desconcertados a todos.
Las
devaluaciones no ocurren nunca de golpe y porrazo. Se vienen anunciando. No de
manera directa sino con esas "sutilezas" que tienen los gobiernos.
Bajan las reservas internacionales, cae la producción petrolera, se reduce la
liquidez del gasto público y por allí, siempre, un ministro o un alto
funcionario se ocupa de negar vehementemente que la habrá, cuando es lo
contrario.
En
esa época venían dándose las señales. El vehículo de compra de dólares para los
bancos era el Banco Central. Cuando una institución necesitaba divisas las
solicitaba del Central y éste de inmediato las vendía a Bs 4.2925 por $ para
que el banco comercial las revendiera a Bs 4.30 (la diferencia de .0075 hoy
parece risible pero era suficiente para la banca y los clientes).
En
los últimos meses del año 82 y primeros del 83 se comenzó a notar una gran baja
en la liquidez bancaria. Había poco dinero en circulación y el Central se
comenzó a dilatar en el envío de las remesas a los bancos corresponsales del
exterior. Esto fue una alarma. El Central estaba atrasándose. Y comencé a
desconfiar. Entonces di una instrucción a nuestro departamento de cambio: solo
se venderían las divisas disponibles en nuestro banco corresponsal de NY. Para
saberlo nos enviaban un telex durante la mañana, indicándonos el movimiento de
la cuenta.
Con
el pasar de los días la presión sobre el dólar siguió acentuándose y en muchos
momentos no teníamos divisas para vender. Los bancos, en general haciéndole
confianza al Gobierno, seguían vendiendo aunque no tenían la disponibilidad. Me
recuerdo de una llamada de un colega muy amigo que me dijo: "Oscar, estás
loco, estás haciendo un control de cambio particular, la gente del gobierno
está sorprendida, el Central nunca dejará de pagar". Le contesté que
habíamos tomado una decisión que nos parecía correcta y que la mantendríamos.
Fueron
muchas las presiones esos días y, puedo decirlo, tuve una sensación de gran
alivio, cuando el gobierno decretó el feriado bancario para imponer el control
de cambios.
La
Superintendencia de Bancos solicitó a las instituciones financieras una
auditoría externa que indicara cuál era la posición en $. Tengo guardada la
nuestra. Fuimos el único banco que cerró positivo, aunque en un monto muy
pequeño ese día. Y con ello le ahorré al banco, sus directivos y accionistas,
las enormes dificultades y pérdidas que tuvieron los bancos que enfrentar por
la devaluación.
He
hecho esta larga introducción para situarme hoy día. Sin duda la situación del
83 era inmensamente menos mala que la que enfrenta el sistema financiero bajo
la dictadura castrochavista. Es difícil imaginar porque no han nacionalizado la
banca, pero la han ido llevando a un camino que tiene una muy difícil vuelta
atrás.
Las
carteras obligatorias por sectores, como el agrícola, vivienda, pequeña
industria, con porcentajes elevadísimos que no
solamente tienen rendimientos muy poco satisfactorios, sino con claras
posibilidades de no ser pagados nunca. Además, utilizan la emisión de papeles
del Estado en volúmenes importantes y sin provisión de pago. Para cubrir esto
el gobierno ha mantenido (y también por otras razones) niveles enormes de
liquidez que les permiten a los bancos cobrar alto y pagar poco o nada, lo que
representa ciertas ganancias. Pero han creado un monstruo que será irresoluble.
Grandes
carteras de crédito irregulares y de imposible recuperación pesarán fuertemente
en una recuperación. Si se adoptase una medida de restricción de la liquidez, o
se dolarizase la economía -ambas medidas especialmente correctas- el sistema
financiero no tendría salida.
La
situación no es bancaria. Es política. Solo un cambio de régimen podría
proteger la propiedad privada de los depositantes y de los bancos.
Oscar
Garcia Mendoza
ogarciamendoza@gmail.com
@ogarciamendoza
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