El régimen totalitario de Castro, ante la
pérdida inminente del mercado de bienes venezolanos, se prepara para su mejor
jugada diplomática internacional, la conquista del mercado empresarial
americano.
No es la primera vez que la dictadura cubana
logra hacer una hábil jugada diplomática y obtener beneficios para su
supervivencia en el poder. En los inicios de la década del sesenta lo obtuvo
con el apoyo incondicional de la Unión Soviética y prolongó su existencia hasta
la caída de este imperio socialista en 1991.
El Castro-comunismo cayó en la crisis
económica más grave vista en la historia del país con la pérdida del mercado
socialista y la fuga hacia el exterior de más de 37 mil cubanos que fueron
abrigados en sus inicios en la base estadounidense de Guantánamo.
Castro aplicó el terror de estado y estimuló
el éxodo de Guantánamo como válvula de escape a sus graves problemas internos.
Las potencias occidentales no supieron provechar la ocasión para ayudar al
pueblo cubano en la conquista de sus derechos humanos básicos.
La administración estadounidense de Bill
Clinton tampoco sacó partido de las grandes debilidades económicas e
ideológicas de la dictadura castrista en esos primeros cinco años de los
noventa. Con tan solo una orden ejecutiva sin vacilación hubiera forzado el
cambio hacia la democracia y la libertad en Cuba.
Cuando la dictadura de Castro abrió sus
fronteras en desprecio del pueblo cubano y estimuló a muchas personas a que se
lanzaran al mar en condiciones precarias, cometió un grave delito tipificado en
las leyes internacionales como genocidio. Ese era el momento para ir en auxilio
de esa muchedumbre, rescatarla y llevar alrededor de un millón de personas
refugiadas a Guantánamo.
El costo político para Castro iba ser
elevadísimo, también el costo financiero para los estadounidenses. Treinta
siete millones de dólares diarios para mantener esa cantidad de refugiados,
harían que ninguna de las potencias mundiales se hubiese responsabilizado de
tal situación que obligaría la discusión del caso en el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas para hallar una solución final desfavorable a la tiranía
comunista.
El ejecutivo estadounidense se conformó con
un acuerdo migratorio que dejaba intacta a la dictadura cubana y la aprobación
de la Ley para la Libertad y Solidaridad Democrática cubana (Helms-Burton) que
beneficia al pueblo cubano y debilita a la dictadura, pero por falta de firmeza
en la aplicación total de dicha ley por las administraciones norteamericanas,
no le han puesto fin al régimen totalitario.
Por segunda vez en la historia del país el
comunismo es salvado, ahora por las potencias europeas capitalistas que, en
busca de más ganancias económicas, solventaron financiera y económicamente a la
dictadura de Castro y oxigenaron su régimen despótico.
Esta es la triste historia del pueblo cubano,
abandonado por el mundo civilizado que debería estar comprometido con la
libertad y los derechos humanos.
Casi veinte años después se repite esta
historia bochornosa. Los países europeos, democráticos y libres, en diálogo con
la tiranía castrista porque creen en la bondad de reforma de los dictadores
cubanos y, por supuesto, sin apartar a un lado sus fuertes intereses económicos.
Del mismo modo, en la nación americana un
grupo de célebres personalidades políticas, diplomáticas y de negocios están
exigiendo a su presidente, Barack Obama, una actitud más flexible hacia el
régimen castrista. En su carta piden aperturas de medidas económicas y de
negocios con el régimen, en vez de la promoción objetiva y efectiva de las
libertades fundamentales para el pueblo cubano.
Realmente esas personalidades norteamericanas
se han olvidado de que el régimen de Castro es una dictadura totalitaria que
tiene control de todos los aspectos de la sociedad, desde lo más sencillo como
el jabón de baño hasta lo más complejo y abstracto en la vida del cubano como
su libertad.
Sin embargo, hay algo que nos indica el fin
del sistema: su pérdida de la firmeza ideológica y la desastrosa economía
dependiente del gobierno venezolano de Nicolás Maduro.
Si en algo podrían ayudar estas
personalidades, sería estimulando a sus gobiernos a promulgar leyes, adoptadas
por las dos Cámaras del Congreso de su nación, donde se denuncie y persiga a
los asesinos de estudiantes venezolanos. La caída del régimen de Maduro
aceleraría la de los Castro. Esto lo saben ellos, por eso sus intensas
injerencias en los asuntos venezolanos. Cuba comunista caería irremediablemente
sin el sostén económico y financiero de los chavistas.
El presidente Obama tiene la oportunidad de
solidarizarse con el pueblo cubano, a través de ayudas directas, firmes y
decisivas al ciudadano cubano, sin tener que oxigenar con recursos a la
dictadura comunista y ser cómplice de ella. Este es el momento de exigir
libertades para el pueblo cubano y no de cohabitación pacífica para prolongar
la vida de una dictadura que es una vergüenza de América.
Los cubanos estamos en desiguales condiciones
en nuestra lucha contra las injusticias y faltas de libertades impuestas por el
Gobierno Comunista. Pero no estamos dispuestos a rendirnos. Por esto, hemos
ideado un plan estratégico general para empoderar con esperanza a nuestro
pueblo. Un plan que será la chispa divina de la libertad que los estimule e
ilumine a todos ellos. Se llama Proyecto Emilia y es la brújula que nos
conducirá a la libertad de Cuba.
¡Cuba será libre!. De esto tenemos la más
absoluta certeza. Ahora bien, con la solidaridad de los pueblos democráticos y
libres este proceso se acelerará en nuestra patria. El altruismo de otros
pueblos es la esencia de la solidaridad con el pueblo cubano. La herramienta
perfecta que consolidará nuestras esperanzas de llegar a la Tierra Prometida de
la libertad.
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