miércoles, 25 de junio de 2014

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, EL OBJETIVO ROJO

Se propusieron instalar la pobreza en la mente de los venezolanos ¿lo lograron? Sobre todo cuando hablamos de la pobreza que va más allá de lo económico.

Esa que a algunos vuelve impotentes y resignados, como si los habitantes de un país no pudieran escapar a su mala suerte. O de aquella que ha convertido a otros, en seres sedientos de revancha, inescrupulosos y deshonestos.
La pobreza de valores ha llevado a que los delincuentes pierdan todo respeto por el ser humano. La vida en Venezuela vale tan poco, que puedes terminar asesinado por un par de zapatos. Decenas de personas mueren a diario en el país, tan solo por rechazar ser víctimas, por no obedecer rápidamente a su agresor o simplemente para no dejar testigos.
Los que gobiernan carecen de principios democráticos, han repetido mil y un veces que no entregaran el gobierno, lo dijo el que pensaba gobernar de por vida, lo que por cierto logró. Ahora lo repite el discípulo y su banda.
En esto lo acompañan los pobres de principios, colocados en funciones de responsabilidad, que exigen un apego a la Constitución y las leyes, las que nos definen como una república democrática. Entre ellos encontramos a fiscales, jueces, defensores del pueblo, presidentes de instituciones, del poder legislativo y judicial.
Todos traicionando la Nación, incumpliendo el mandato recibido y al servicio de un partido que obedece a un gobierno extranjero.
Esta actitud refleja la pobreza espiritual de la cofradía que asalto el poder. El pueblo de Venezuela se encuentra en manos de traidores, pobres en sentimientos patrios.
En nuestro país existe una pobreza que espanta, que nos permite vislumbrar un futuro bien negro. La pobreza se siente en el bolsillo, la viven las amas de casa en los mercados, los que esperan una decisión de justicia y los jóvenes que aspiraban un futuro.
La escases de condiciones logró el record de destruir económicamente un país petrolero y social y políticamente a un pueblo que se caracterizaba por ser solidario, amistoso, orgulloso de su democracia y de su participación en la libertad y democratización del continente.
Los hombres vestidos de rojo pasan de atropello en atropello, de la ironía a la burla, de actitudes vulgares al desprecio del prójimo, de la opresión a la tortura. Y tienen el descaro de afirmar que “gobiernan”.
La vida del venezolano se ha convertido en un infierno, no consigue alimentos ni medicinas. Lo amenazan constantemente con delitos políticos, intentan asustarlo diciéndole que se encuentran vigilados.
Cuando no lo secuestran, lo asesinan, Cuando no lo expropian, lo despojan de sus derechos elementales. Cuando no atentan a su dignidad, lo condenan al silencio y a la censura.
Esa es la obra de socialismo del siglo XXI, el inspirado por Castro, ejecutado por Chávez y dispuesto a eternizarse con Maduro.
El régimen que permite el endeudamiento irresponsable, la escases de productos y la desaparición de las reservas. El que logró arruinar PDVSA y a todas nuestras industrias básicas.
Ese que cuenta con multimillonarios instantáneos, surgidos de la mano de las comisiones, de las empresas de maletín, del negocio de las importaciones y de los contratos otorgados a países extranjeros.
El mismo que cuenta con la lista de funcionarios menos preparados de la historia democrática del país, tan pobres pero tan pobres que lo único que tienen es dinero.
La tragedia en la que nos encontramos es proporcional a la ruina a la que nos han conducido, una banda de mediocres que se han vendido a la manipulación habanera.
En ella pululan enchufados, militares boli-burgueses y delincuentes de cuello blanco, amancebados con colaboracionistas complacientes.
El futuro está comprometido con China, el presente lo conduce Fidel, la “pobre” democracia venezolana en la vergüenza en América Latina. El mundo lo sabe, pero todos miran para el otro lado, tiene vergüenza ajena pero sobre todo intereses políticos o económicos.
La realidad tiene nombres que conviene no olvidar, porque el territorio venezolano se ha tenido con sangre de jóvenes venezolanos. Estos crímenes conllevan una responsabilidad que no prescribe.
El objetivo bolivariano ha sido moldearnos al estilo castrista, destruir nuestra capacidad de lucha, renunciar a nuestra libertad a cambio de las dadivas gubernamentales. Siempre y cuando aceptemos que ellos continúen enriqueciéndose y manteniendo el proyecto de los forajidos del Foro de Sao Paolo.
La indiferencia de las autoridades, la ruina material y espiritual, ha afectado nuestra sociedad, de ello no ha escapado hasta la oposición venezolana. Pero el sacrificio de los jóvenes ha sido el antídoto para recuperar la esperanza, a un costosísimo precio.
El gobierno ha utilizado un sistema perverso, en primer lugar jugó la carta de adormecer nuestro espíritu democrático, con regalos materiales que no puede continuar manteniendo.
Segundo comprando voluntades e intereses que permitan manipular o neutralizar otros sectores. Tercero reprimiendo a cualquier precio el espíritu de libertad que yace en nuestros corazones.
Olvidan que no solo de pan vive el hombre, los sorprende que la gente no se rinda, ni que todo el mundo se venda. En realidad nunca concibieron que muchos venezolanos no sean como ellos.
El patriota de verdad jamás renunciará a sus valores, la misma sangre que corría en la venas de nuestros próceres, corre dentro de muchos hijos de esta tierra. Las páginas que se escribieron una vez, volverán a ser editadas y rescritas, con un lenguaje moderno pero con la misma valentía.
Existen valores que siguen importando a nuestro pueblo, tales como la educación de nuestros hijos, el respeto al fruto de nuestro trabajo y el rechazo al dominio cubano. Ni el odio, ni el miedo, ni la violencia harán que renunciemos a ello.
Quicas las cosas lleguen a plantearse en otros escenarios, será responsabilidad de cada uno de los actores de este drama, probablemente llegó la hora de que cada uno se lo plantee, aquellos que son culpables deberán comenzar a temer las consecuencias de sus acciones.
En su lugar pondría las barbas en remojo.
Nelson Castellano-Hernandez
nelsoncastellano@hotmail.com

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