Aunque
es temprano para pronosticar el alcance y profundidad del cisma que día a día
sacude la estructura del PSUV y del gobierno madurista, sin duda que nos
hayamos ante un hecho inédito por lo menos en los últimos 12 años de
“revolución”.
“Inédito”
no quiere decir que no hubiesen pugnas, refriegas, choques, encontronazos, pero
sin duda que solapados por la voz y presencia del cacique, o macho alfa llamado
Chávez, quien solo por existir creaba un magnetismo lo suficientemente fuerte
como para inmovilizar liviandades.
Estaban,
también, los petrodólares, la lluvia copiosa e incontenible de cifras verdes
que desde el 2004 empezó a inundar el “Tesoro Nacional” (léase PDVSA, el BCV, y
los fondos del estado), que, tanto como el teniente coronel, eran un disolvente
que diluía cualquier disidencia o rebelión.
Años
de “Vacas Gordas”, como las que pastaron durante los cinco años del primer
período de Carlos Andrés Pérez, que dieron origen a un gobierno populista que
no tenía precedentes en Venezuela ni en América Latina, solo superado cuando
otro caudillo, carismático e incontrolablemente locuaz, trajo una nueva receta
que aún produce indigestiones de puertas adentro y de puertas afuera.
Llegó,
entonces, la revolución y el socialismo con petrodólares -el petrosocialismo, o
el socialismo petrolero-, de verdad una cosecha no apta para espíritus
quiquillosos como Felipe Pérez Martí, Efrén Andrade o Luisa Romero, los cuales,
tan pronto olieron el olor a festín de buitres que se despeñaba sobre el
territorio, se retiraron en silencio, muy callados y con la esperanza de -como
acuñó Louis Adolphe Thiers, aquel historiador que fue ministro Luis Felipe y
Napoléon II- “pasar sin más dilaciones al olvido”.
No
fue el caso de quienes después resultarían los “boliburgueses”, atraídos por la
idea de amasar fortunas rápidas y colosales (ya en las finanzas, ya en la
construcción, ya en la importación de alimentos) pero sin percibir que cuando
llegaran las “Vacas Flacas”, serían las primeras cabezas en rodar, perseguidos,
acosados, expropiados, encarcelados, y extorsionados para que entregaran lo
que, -decían ahora sus viejos socios-, “se habían robado”.
Pero
aires y nubes de otros tiempos, y muy poco relacionados con la Venezuela del
cisma que acaba de arrancar con una carta del exministro de Planificación,
Jorge Giordani, quien, aparte de llamar a Maduro “incapaz, improvisado,
derrochador, despilfarrador” y de falta de liderazgo, lanzó un viejo grito que,
creo, ha recorrido toda la historia republicana de Venezuela: “¿DÓNDE ESTÁN LOS
REALES?”.
Sí,
los reales, o los 200.000 millones de dólares que, según “El Monje” que ahora
no me parece tan loco, fueron sustraídos en los últimos 10 años de CADIVI, y el
repele de 20.000 que en los últimos tres fueron saqueados del llamado SITME.
Cuentas
que empezaron a conocerse hace un año, cuando la economista, Edmée Betancourt,
estuvo de paso por la presidencia del Banco Central, y a las que,
consecutivamente, se han referido los diputados Farías y Sanguino.
De
modo que, el meollo, el centro, la nuez, el fuerte del enfrentamiento de
Giordani (y las fichas de la “vieja guardia” que después se le han unido:
Navarro, Osorio) con Maduro, tiene poco que ver con el modelo económico o las
tendencias ideológicas hacia donde debería inclinarse el proceso y mucho con la
abrumadora cantidad de ilícitos cuyos autores son los responsables de que el
país se encuentre hoy sin alimentos, medicinas, equipos para los hospitales,
repuestos para la flota automotriz y aérea y materias primas para atender las
urgencias de la industria pesada, las PYMI y los sectores agroganaderos.
Claro,
no hay dudas de que el modelo también ha hecho su parte, o mejor dicho, la
mayor parte, pero es una peste que viene desde Chávez y sus ministros de punta,
Giordani, Ramírez, Cabello, Merente y han continuado los que se han unido a
Maduro en el llamado gobierno continuista o de transición.
Pero
los atracos, los robos y los saqueos son otra cosa, y si fueron descubiertos, y
puestos en evidencia, si sus cantidades han sido establecidas, y las empresas
que se los incautaron precisadas, entonces -tal como ha denunciado Giordani, y
Navarro-, lo que queda es acusarlos y ponerlos a la orden del Ministerio
Público.
No
es, desde luego, lo que están haciendo Maduro, Ramírez, Cabello, Merente, Jorge
Rodríguez y CIA, los cuales, atribuyéndoles a los disidentes una capacidad
conspirativa y de traición a la causa que nunca han demostrado, se han lanzado
a acusarlos de “desleales”, “traidores” y “renegados”, pero bypaseando el tema
220.000 millones de dólares como si no existiera ni hubiera sido mencionado en
las cartas de Giordani y Navarro.
Pero
he aquí los hechos y este artículo también se inició prometiendo un pronóstico
de sus posibles consecuencias, que no pueden visualizarse sino como un reguero
de pólvora, o la chispa que incendia una pradera hasta que no quede una sola
brizna calcinada.
Y
la razón es muy sencilla: Ya no está Chávez, no hay petrodólares y quien está a
la cabeza del gobierno es, como dice Giordani, “un incapaz, improvisado,
derrochador, despilfarrador” y que padece de una irremediable “falta de
liderazgo”.
Pero
es más, mucho más, o menos mucho menos: el señor Maduro con un año y tres meses
en la presidencia, aun no le presenta a los venezolanos la prueba que se le
exige a todos los nacionales para demostrar que nacieron en Venezuela, como es
la “Partida de Nacimiento” y si es hijo de padre y madre venezolanos por
nacimiento, o de uno de los dos, que es requisito indispensable para que pueda
ejercer constitucionalmente el cargo que usurpa.
En
otras palabras: que las sospechas de que es un extranjero (tal como lo han
denunciado expertos como Walter Márquez, y Nelson Ramírez Torres) son ya una
certeza que colocan al señor Maduro a las puertas de una destitución por violar
normas precisas e inapelables de la constitución.
Pero
Maduro, por si fuera poco, también ostenta una ilegitimidad de origen en el
ejercicio de su Magistratura, pues ni la nomenclatura cubana, ni el moribundo
teniente coronel Chávez, tenían facultades para nombrarlo “sucesor” en un país
que es por historia, vocación , tradición y constitución “republicano”.
Para
colmo, su elección como presidente el 14 de abril del 2013 fue cuestionada por
el candidato opositor, Henrique Capriles Radonski, quien alegó ser el
triunfador por cerca de 500 mil votos.
Un
presidente emanado de un fraude, en consecuencia, de los que durante 15 años se
han articulado desde un CNE controlado por el gobierno, y que en el caso de
Maduro, se negó a realizar una auditoría real y completa que revelará quien
había sido el candidato que se había alzado con el voto de las mayorías de
venezolanos.
Maduro
también ha firmado de su puño y letra la más grande catástrofe económica de que
tenga memoria la nación, una bancarrota que dejó 28 millones de ciudadanos sin
alimentos, medicinas, servicios públicos, infraestructura y la seguridad que
todo ser humano necesita para estudiar, trabajar y circular por las calles.
El
jefe de un protectorado y de una ocupación, la que desde los primeros años del
chavezato empezaron a imponer los cubanos, pero que ahora penden con toda su
faz siniestra y criminal por todos los rincones de Venezuela.
De
ahí el cisma que cada día cunde entre su propia gente, los llamados a que de cuenta
de los cuantiosos recursos que se roban en su propias narices y su complicidad
y a que se ponga a fin a lo que no es un gobierno…es un horror.
Manuel
Malaver
@MMalaverM
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