El mal gobierno es de Maduro, pero el mal modelo
político es de Chávez. Hace falta un nuevo gobierno decidido a salir de este
desastroso modelo político, antes de que se hunda el país. Operación urgente y
riesgosa. Maduro se quemó con la fórmula cubana-dictatorial y perdió la
oportunidad. Nada ayudan la creciente represión y la invasión militar de la Asamblea Nacional,
del Banco Central, de una docena de gobernaciones y de decenas de institutos y
ministerios, ni la multiplicación de intrascendentes enroques ministeriales. La
causa del fracaso no está en ninguna conspiración, ni magnicidio, sino en el modelo político dictatorial.
Sacaron a Giordani y pueden cambiar a Maduro con la
fórmula Emparan: no me quieren, pues “yo tampoco quiero mando”. Este primer
cambio no vendrá de la oposición, sino del instinto de conservación, viveza y
de cierta sensatez, de aquellos del gobierno decididos a cambiar el
reaccionario modelo cubano por el “revolucionario” brasileño o uruguayo, para
decirlo de alguna manera. Un nuevo gobierno para evitar el estallido, desmontar
ilusiones y emprender la difícil recuperación económica y social, que arranque
con inequívocas señales de cambio y garantías constitucionales nacionales e
internacionales. Luego vendrán otros gobiernos con cambios más amplios pactados
para llegar a encauzar democráticamente el país. El nuevo gobierno chavista
arrancará aplausos de muchos, resistencia de algunos “revolucionarios” y
callado beneplácito de otros, por las medidas de libertad para todos los
estudiantes, alcaldes y demás presos políticos y despenalización de la
oposición.
Más difícil será enfrentar la carestía,
improductividad, inflación y empobrecimiento, con decidida apertura de
negociaciones que conduzcan a la superación de la terrible crisis socioeconómica
(todavía creciente) y al rescate pleno de la democracia, con fortalecimiento de
las banderas sociales y programas efectivos que sustituyan a mentiras
oficiales sobre la superación de la
pobreza. Combate frontal de la ineficiencia, corrupción e incompetencia
gubernamentales, que son monumentales y transformación del pobrísimo nivel de
gestión pública, entendiendo que lo
público no es sinónimo de estatal y estimulando y exigiendo más la dimensión
pública de toda la sociedad.
Rescate de la democracia con la separación de
poderes públicos y selección democrático-constitucional para los cargos,
eliminando la criminalización de la oposición y el uso del poder judicial para
perseguir a los opositores y absolver a los amigos. Combate integral contra la
violencia y la inseguridad y cultivo del
reencuentro nacional.
La oposición tiene que bajarse de la nube que
remite el cambio para 2019 y también de los voluntarismos inmediatistas. Con su
presión vendrán elecciones adelantadas, pero antes hay que conquistar un CNE
nuevo, constitucional y creíble. Urge una oposición actualizada sincerada con
la realidad a julio 2014, unida con el sufrimiento del país con la única
obsesión de recuperar la democracia, con justicia social y productividad. No
merecen gobernar quienes no son capaces
de tomar en serio las necesidades de la inmensa mayoría. Alternativa
democrática unida, sin equívocos, dejando de lado las aspiraciones enanas de
sus parcialidades; que ahora no se mete en gobiernos de transición, pero los
exige y valora los pasos del gobierno para desmontar el disparate suicida del
modelo.
Es la hora del pragmatismo en los pasos para salvar
al país. La transición española requirió que un falangista de toda la vida
(Adolfo Suárez) se diera la mano con el comunista que hizo la guerra (Santiago
Carrillo) y que ambos tuvieron el valor de aceptar ser tachados de traidores
por los suyos. La democracia venció pacíficamente a Pinochet con apoyo de
militares aliados del dictador que apostaron a la transición. En Venezuela no habrá
cambio democrático sin apoyo militar,
pero la nación no va a aceptar pasar de un militarismo con envoltorio
democrático a otro más descarado.
Conclusión: Estos son sueños y, como dice el poeta,
los sueños sueños son. Pero hay
diversas clases de sueños: unos son
fugas ilusas, otros, premoniciones y
otros - como el de Martin Luther King (I Have a Dream)- se convierten en una
formidable fuerza interior que moviliza a
millones para superar exclusiones
y lograr esperanzas. Escoja usted.
Luis
M. Ugalde O. s.j.
lugalde@ucab.edu.ve
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