lunes, 30 de junio de 2014

JOSÉ LEOPOLDO DECAMILLI, VENEZUELA HOY, DESDE ALEMANIA

Es como si una maldición se  cerniese sobre  el destino de los hombres y de las sociedades contemporáneas, porque  aunque la experiencia que se   ha tenido con las ideas marxistas y con el comunismo ha desembocado siempre en terribles catástrofes, sus dogmas siguen siendo preconizados en determinados círculos como fórmulas ideales para dar solución a los profundos problemas sociales que escarnecen a la humanidad. 

El sacrificio de la vida de millones de seres humanos, su sometimiento a regímenes esclavizadores y la miseria de las sociedades parecen no haber tenido   ningún efecto escarmentador en ellos. 

La obnubilación del entendimiento sigue siendo total; la ceguera absoluta.

En Hispanoamérica -en Cuba- sigue gobernando el mismo hato corrupto, desde hace más de medio siglo. Por razones políticas y estratégicas la Unión Soviética mantuvo  al régimen criminal y expoliador con millones de dólares. Y cuando la Unión Soviética misma se desmoronó, Venezuela ocupó su lugar. Venezuela era  un país de enormes recursos, y, potencialmente, todavía sigue siendo rica hoy porque dispone de una   de las reservas de petróleo más ricas del mundo.

Después de un golpe de Estado militar en el que participó activamente   un teñiente coronel prácticamente desconocido en el país, llamado Hugo Chávez, éste triunfó en las elecciones de 1998.Y desde entonces se mantuvo en el poder mediante fullerías de distinta naturaleza, hasta que la muerte le cortó las alas.

Para  preservar la fachada de una democracia,  Chávez organizaba regularmente elecciones, en las que triunfaba  indefectiblemente  merced al apoyo de millones  de ciudadanos  rebajados a la condición  de mendigos alimentados por el Estado (Misiones), pero también y sobre todo gracias al control completo de todo el aparato electoral ( registro electoral, consejo electoral y máquinas electrónicas para el recuento de los votos). Tanto es  así que podían individualizar a quienes habían votado en contra y confeccionar listas de todos ellos para someterlos  posteriormente a numerosas medidas represivas (pérdida de sus puestos de trabajo, dificul- tad para conseguir viviendas, becas de estudio, etc.)

El poder político fue consolidado mediante el control de todos los órganos del Estado ( Poder Legislativo, Poder Judicial) .Se  ganó la adhesión  del mando militar  mediante la  concesión de jugosos beneficios en el negocio de las drogas, ascensos prematuros y otros privilegios. La libertad de opinión y de información fue paulatinamente suprimida. La voz del gobierno era  (y es)   omnipresente a través de cientos de estaciones de radio y  de los canales de televisión. Al „Führer“ de la Revolución Socialista del Siglo XXI se le podía escuchar casi diariamente en sus interminables peroratas, una especie de miscelánea  de adoctrinamiento y jocosos paréntesis. En el sector  de la vida económica, la política estaba enderezada a la  eliminación de  la propiedad privada y de toda iniciativa empresarial. El Estado asumía progresivamente todo el peso y engranaje de la actividad económica. Paralelamente la corrupción adquiría escandalosas dimensiones . Junto al ejército, Chávez fortaleció la Guardia Nacional y la Policía, creó los círculos bolivarianos ( una reproducción de los Comités de Defensa de la Revolució de Cuba) y organizó una tupida red de  bandas enmascaradas (colectivos) cuya misión fundamental consiste en aplastar violentamente toda manifestación de  protesta. Estas organizaciones terroristas amparadas por el gobierno son las responsables del asesinato de estudiantes (43 hasta la fecha).
Todas estas medidas represivas  fueron llevadas a cabo bajo la dirección de los  cubanos que ocupan los puestos claves en la administración del gobierno  venezolano. Venezuela -gracias a la Revolución del Siglo XXI- es prácticamente un país avasallado y sin  soberanía real.. Para Cuba esta  ocupación es  vital, porque gracias a eso pueden subsistir económicamente.

La cuestión  fundamental, sin embargo, tanto para los cubanos como para los venezolanos, es si por cuánto tiempo podrá mantenerse esta situación, porque debido a la pésima administración y a la corrupción galopante, la estabilidad económica del país se halla gravemente afectada.

Entretranto Hugo Chávez ha pasado a mejor vida y las grietas que ya se  percibían  en la estructura social y ecnómica cuando él vivía se han convertido en auténticos  despeñaderos. Todo está empantanado. Las finanzas están por el suelo y  registran horrendas deudas públicas y privadas. Las empresas estatales son ineficaces y son empleadas más bien como cajas personales. Las empresas privadas casi han desaparecido y las que quedan  tienen que afrontar prescripciones casi insalvables. Resultado: producción insuficiente, escasez y aumento constante del precio de productos de primera necesidad. La inflación crece sin control. Según datos suministrados por el Banco Central de Venezuela, la inflación alcanzó en el año pasado la horrenda  cifra del 57,3 por ciento. Una de los más altas del mundo (otras fuentes hablan incluso de un 60 o un 80 %). La pobreza afecta a todas las capas de la población y el descontento se extiende incluso entre los miembros de la clientela alimentada por el gobierno. En los últimos quince años 2,4 millones de venezolanos (casi el 10% de la población activa) abandonaron el país. Para compenzar este derrame vinieron al país un número  no determinado de consejeros cubanos y miembros de la organización terrorista colombiana (FARC) y de la ETA española.

La respuesta del sucesor de facto de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, a todos estos problemas,  es la agudización de las medidas represivas. Los políticos de la oposición son apresados. Las protestas de los estudiantes son sofocadas violentamente, sus dirigentes encerrados en prisión y  torturados. Toda rebelión es  brutalmente reprimida. Es la misma inhumana receta empleada por los hermanos Castro en Cuba y que les aseguró el dominio político por tiempo indefinido.

Antes de Chávez, Venezuela era un país  regularmente  desarrollado. Hoy sucumbe envuelto en una espesa polvareda de violencia y miseria. Gracias,
otra vez, a las fórmulas mágicas del marxismo.

Jose Leopoldo Decamilli
joledecamilli@gmail.com

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