Desde el año 2007, ha sido una política
explícita de la camarilla que nos gobierna, acosar a aquellas grandes
universidades públicas aferradas al credo de la autonomía.
Desde esa época las
universidades reciben el mismo presupuesto sin ni siquiera corrección
monetaria por inflación y son el blanco favorito de las críticas
gubernamentales que se regodea exponiéndolas como entes elitescos, ineficientes
y desconectados de las realidades de su entorno.
El corifeo de mujiquitas burocráticos niega sistemáticamente cualquier cosa que las universidades soliciten, empezando por el tribunal que anula o impide elecciones universitarias en las que luce perdedor el partido de gobierno, seguido por cualquier oficina del gobierno confiscadora de cosas de su propiedad, hasta llegar al acueducto o empresa eléctrica que les niega atención a sus requerimientos para mejorar el servicio que les presta y por el que ellas pagan.
Cada día menos estudiantes, de postgrado y
pregrado, entran a las aulas de las facultades de ciencia o a las escuelas de
medicina o ingeniería o regresan a esas aulas como docente. Los profesores que
quedan andan buscando jubilarse para irse a un nuevo empleo y los que todavía
no reúnen los requisitos necesarios para ello, también están buscando empleo
pero más allá de nuestras fronteras. El ejemplo es Ecuador, un país que no era
uno de los destinos turísticos preferidos de los venezolanos y que a pasado a
ser una opción para muchos de nuestros investigadores a través de su programa
de captación de talento para la nueva ciudad del conocimiento de Correa.
Ahora experimentamos no una fuga de
cerebros sino una ¡hemorragia de talento! El resultado de la política
gubernamental de tratar de doblegar a nuestras grandes universidades autónomas
está a la vista. Salones de clases derruidos, edificios destrozados;
bibliotecas desactualizadas y sin conectividad a la red de redes para nutrir a
estudiantes y profesores de nuevos conocimientos; laboratorios envejecidos con
instrumentos vetustos y reactivos vencidos; campos deportivos desmantelados;
comedores que dan hambre; profesores y estudiantes con remuneraciones o becas
de miseria; Cátedras que no pueden comprar ni tiza; Facultades sin generación
de relevo ni recursos para enviar un joven a capacitarse o realizar estudios
doctorales y .... pare usted de contar.
Estos son algunos de los motivos para que
una vez más el Núcleo de los Coordinadores de los Consejos de Desarrollo
Científico, Humanístico y Tecnológico (CDCHT) y Equivalentes de las universidades
nacionales en su reunión semestral, en Caracas el 22 de mayo pasado y desde la
sede de la Universidad Pedagógica Libertador (UPEL), vuelva a emitir otra
alerta más a la nación. Con esta nueva declaración ya se ha perdido la cuenta
de las veces que las autoridades universitarias venezolanas han denunciado la
crítica situación por la que atraviesan las universidades que dirigen y a las
que el gobierno autista no le ha parado ni un ápice.
Jaime Requena
conciencia.talcual@gmail.com
@jaimerequena
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