Con el título “Ganadores y perdedores en Colombia,”
publicó el pasado sábado el diario El Nuevo Herald una columna de opinión
firmada por Mauricio De Vengoechea, que por venir cargada de inexactitudes,
medias verdades e imprecisiones, no me queda más remedio que salir a plantearle
una respuesta.
Dice la columna que el ganador de las elecciones del pasado 15
de junio en Colombia fue Juan Manuel Santos y me parece que eso no es exacto.
Salió elegido presidente, es cierto, pero como resultado de una serie de
absurdas y oportunistas alianzas que van a hacer muy complicada la gobernabilidad
del país en el próximo cuatrienio. Veamos bien: para elegir a Santos fue
necesario sumar los votos del Partido de la U, de Cambio Radical y del Partido
Liberal, que ya hacen parte de tiempo atrás de la coalición de gobierno. Pero
luego de la derrota del candidato-presidente en la primera vuelta, a su campaña
le tocó negociar, vaya uno a saber a cambio de qué, el apoyo de la izquierda,
representada por el Polo Democrático y los Progresistas, además del Partido
Verde y de los caciques conservadores, entre otros grupos.
Matemáticamente hablando, los casi nueve millones
de votos que eligieron a Santos no son de él, si al hecho de que pertenecen a
colectividades que accedieron a una alianza temporal con el fin específico de
elegirlo, le sumamos además que un porcentaje importante de esos votos fue
obtenido mediante el uso de mecanismos deplorables, como compra de votos,
participación indebida de funcionarios públicos en política y otras mañas
lamentables. No es la primera vez que eso sucede y tristemente tampoco será la
última, pero es que esta vez todo es tan grosero y evidente, que la misma
campaña ganadora no se ha tomado siquiera la molestia de desmentirlo.
Dice de Vengoechea que Santos “el pasado 15 de
junio recibió de parte de los colombianos un mandato claro para que continuara
su búsqueda por la paz.”
Tampoco esto es cierto, porque evidentemente lo que
sí logró la campaña santista fue confundir las ideas en la mente de los
colombianos. Lograron vender definiciones nuevas para los conceptos de guerra y
paz, creando un escenario donde la defensa del país pasó a ser la guerra y la
claudicación ante los narcoterroristas pasó a ser la paz.
Es interesante esto, porque
hace exactamente cuatro años, Santos resultó elegido por nueve millones de
colombianos que creímos que al elegirlo le estábamos otorgando un mandato para
que continuara con la política de seguridad democrática del Presidente Uribe,
que él mismo aplicaba como ministro de defensa y pocas semanas después de
posesionado, se alejó del mandato que le dimos y se enrumbó por los peligrosos
vericuetos de los diálogos de paz con las FARC, que ya habían fracasado con el
presidente Andrés Pastrana, impulsando de paso la primera candidatura de Uribe.
La traición de Santos, en consecuencia, no fue solo contra Uribe, en realidad
fue contra todos los que votamos por él.
Comparto la opinión del columnista cuando afirma
que Oscar Iván Zuluaga fue también un ganador en el reciente proceso. Pero le
noto un dejo de resentimiento personal contra el ex presidente Alvaro Uribe,
que le hace emitir conceptos poco ajustados con la realidad. Zuluaga, más que
haber demostrado ser un buen candidato, demostró ser un hombre de calidades
excepcionales. Me parece que su afinidad con Uribe nada tiene que ver con el
oportunismo de los tantos que se arrimaron a Santos. Evade el columnista el
tema fundamental de esa congruencia de ideas entre los dos, que es la necesidad
de que no se siga engañando a la opinión pública con un supuesto acuerdo de paz
que va a dejar impunes los crímenes de lesa humanidad cometidos por los
guerrilleros y les va a abrir caminos para que lleguen al congreso sin el
respaldo de la voluntad popular. Y eso es lo que más o menos se sabe de lo que
ha sido acordado en La Habana. Paz sí, ha dicho Zuluaga, pero con transparencia
y sin impunidad.
Afirma que Uribe es “un hueso duro de roer,” como
si ese fuera un defecto del ex presidente. Esa es, para quienes lo apreciamos,
la mejor cualidad de Alvaro Uribe.
Decía el ex candidato conservador Alvaro
Gómez Hurtado que en un país donde hay tanta gente sin carácter, la gente
confunde frecuentemente tener carácter con tener mal carácter. Hay otra cosa
que es imprescindible aclarar: la polarización en Colombia no la creó el
presidente Uribe: la polarización en Colombia es una creación de los estrategas
de la campaña de Santos, que convirtieron el tema de la paz en la piedra
angular de la contienda electoral. Hábil pero peligrosa estrategia, porque
cuando llegue el famoso referendo en el que supuestamente los colombianos
podremos con nuestro voto aprobar o rechazar lo acordado en La Habana, nos
guste o no nos guste lo que traiga, vamos a tener que votar sí, porque de lo
contrario nos estaremos oponiendo a la paz. Las FARC saben eso perfectamente y
con sus asesores en Cuba se encargarán de cargar el acuerdo a su conveniencia,
y a la hora del referendo, la izquierda que se unió para abrazar al presidente,
el brazo político de las FARC que le hizo varios favores a la campaña
reeleccionista y el brazo armado, que a punta de fusil sacará a votar a la
gente en sus zonas de influencia, se harán cargo de la campaña del sí. Sí a la
claudicación ante el narcoterrorismo, sí a la derrota y la desmoralización de
nuestras gloriosas fuerzas armadas, sí a la extinción del concepto de propiedad
privada, sí a la constituyente que piden los guerrilleros para formalizar la
castro-chavización del país, y finalmente sí a permitir que Colombia se convierta
en un nuevo paraíso comunista.
Quiero creer en la buena fe del columnista y por
eso digo que se equivoca cuando sostiene que “Álvaro Uribe resultó ser el gran
perdedor de esta elección.” La afirmación, o es mal intencionada o ignora
completamente la matemática electoral. Veamos: con el apoyo de Uribe, Santos
obtuvo más de 9 millones de votos en el 2010. Con el apoyo de un mosaico
indescriptible de grupos, Santos obtuvo hace diez días más de un millón de
votos menos. Los siete millones de votos de Zuluaga, a excepción de cerca de
dos millones de votos limpios de los conservadores de Marta Lucía Ramirez, son
cinco millones de votos claros de Uribe. Además, su partido, el Centro
Democrático, eligió hace tres meses 19 senadores y 16 representantes a la
Cámara. Uribe, al contrario de lo que dice el columnista de marras, es la
fuerza política independiente más importante en la Colombia de hoy, y es
además, para los siete millones de colombianos que votamos por Zuluaga, nuestra
única salvación ante la trampa en que nos está haciendo caer el gobierno de
Santos con el tema de la paz. Es sorprendente que esta realidad la entiendan
las voces más notables al servicio de la defensa de la democracia en todo el
continente, que lo expresen a gritos, y no logren asimilarla nuestros
compatriotas colombianos.
Jaime Flores
jflorez@premsainc.com
jaime@jaimeflorez.com
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