miércoles, 25 de junio de 2014

JAIME FLOREZ, QUIÉN GANA Y QUIÉN PIERDE EN COLOMBIA

Con el título “Ganadores y perdedores en Colombia,” publicó el pasado sábado el diario El Nuevo Herald una columna de opinión firmada por Mauricio De Vengoechea, que por venir cargada de inexactitudes, medias verdades e imprecisiones, no me queda más remedio que salir a plantearle una respuesta. 

Dice la columna que el ganador de las elecciones del pasado 15 de junio en Colombia fue Juan Manuel Santos y me parece que eso no es exacto. Salió elegido presidente, es cierto, pero como resultado de una serie de absurdas y oportunistas alianzas que van a hacer muy complicada la gobernabilidad del país en el próximo cuatrienio. Veamos bien: para elegir a Santos fue necesario sumar los votos del Partido de la U, de Cambio Radical y del Partido Liberal, que ya hacen parte de tiempo atrás de la coalición de gobierno. Pero luego de la derrota del candidato-presidente en la primera vuelta, a su campaña le tocó negociar, vaya uno a saber a cambio de qué, el apoyo de la izquierda, representada por el Polo Democrático y los Progresistas, además del Partido Verde y de los caciques conservadores, entre otros grupos.

Matemáticamente hablando, los casi nueve millones de votos que eligieron a Santos no son de él, si al hecho de que pertenecen a colectividades que accedieron a una alianza temporal con el fin específico de elegirlo, le sumamos además que un porcentaje importante de esos votos fue obtenido mediante el uso de mecanismos deplorables, como compra de votos, participación indebida de funcionarios públicos en política y otras mañas lamentables. No es la primera vez que eso sucede y tristemente tampoco será la última, pero es que esta vez todo es tan grosero y evidente, que la misma campaña ganadora no se ha tomado siquiera la molestia de desmentirlo.
Dice de Vengoechea que Santos “el pasado 15 de junio recibió de parte de los colombianos un mandato claro para que continuara su búsqueda por la paz.”
Tampoco esto es cierto, porque evidentemente lo que sí logró la campaña santista fue confundir las ideas en la mente de los colombianos. Lograron vender definiciones nuevas para los conceptos de guerra y paz, creando un escenario donde la defensa del país pasó a ser la guerra y la claudicación ante los narcoterroristas pasó a ser la paz. 
Es interesante esto, porque hace exactamente cuatro años, Santos resultó elegido por nueve millones de colombianos que creímos que al elegirlo le estábamos otorgando un mandato para que continuara con la política de seguridad democrática del Presidente Uribe, que él mismo aplicaba como ministro de defensa y pocas semanas después de posesionado, se alejó del mandato que le dimos y se enrumbó por los peligrosos vericuetos de los diálogos de paz con las FARC, que ya habían fracasado con el presidente Andrés Pastrana, impulsando de paso la primera candidatura de Uribe. La traición de Santos, en consecuencia, no fue solo contra Uribe, en realidad fue contra todos los que votamos por él.
Comparto la opinión del columnista cuando afirma que Oscar Iván Zuluaga fue también un ganador en el reciente proceso. Pero le noto un dejo de resentimiento personal contra el ex presidente Alvaro Uribe, que le hace emitir conceptos poco ajustados con la realidad. Zuluaga, más que haber demostrado ser un buen candidato, demostró ser un hombre de calidades excepcionales. Me parece que su afinidad con Uribe nada tiene que ver con el oportunismo de los tantos que se arrimaron a Santos. Evade el columnista el tema fundamental de esa congruencia de ideas entre los dos, que es la necesidad de que no se siga engañando a la opinión pública con un supuesto acuerdo de paz que va a dejar impunes los crímenes de lesa humanidad cometidos por los guerrilleros y les va a abrir caminos para que lleguen al congreso sin el respaldo de la voluntad popular. Y eso es lo que más o menos se sabe de lo que ha sido acordado en La Habana. Paz sí, ha dicho Zuluaga, pero con transparencia y sin impunidad.   
Afirma que Uribe es “un hueso duro de roer,” como si ese fuera un defecto del ex presidente. Esa es, para quienes lo apreciamos, la mejor cualidad de Alvaro Uribe. 
Decía el ex candidato conservador Alvaro Gómez Hurtado que en un país donde hay tanta gente sin carácter, la gente confunde frecuentemente tener carácter con tener mal carácter. Hay otra cosa que es imprescindible aclarar: la polarización en Colombia no la creó el presidente Uribe: la polarización en Colombia es una creación de los estrategas de la campaña de Santos, que convirtieron el tema de la paz en la piedra angular de la contienda electoral. Hábil pero peligrosa estrategia, porque cuando llegue el famoso referendo en el que supuestamente los colombianos podremos con nuestro voto aprobar o rechazar lo acordado en La Habana, nos guste o no nos guste lo que traiga, vamos a tener que votar sí, porque de lo contrario nos estaremos oponiendo a la paz. Las FARC saben eso perfectamente y con sus asesores en Cuba se encargarán de cargar el acuerdo a su conveniencia, y a la hora del referendo, la izquierda que se unió para abrazar al presidente, el brazo político de las FARC que le hizo varios favores a la campaña reeleccionista y el brazo armado, que a punta de fusil sacará a votar a la gente en sus zonas de influencia, se harán cargo de la campaña del sí. Sí a la claudicación ante el narcoterrorismo, sí a la derrota y la desmoralización de nuestras gloriosas fuerzas armadas, sí a la extinción del concepto de propiedad privada, sí a la constituyente que piden los guerrilleros para formalizar la castro-chavización del país, y finalmente sí a permitir que Colombia se convierta en un nuevo paraíso comunista.
Quiero creer en la buena fe del columnista y por eso digo que se equivoca cuando sostiene que “Álvaro Uribe resultó ser el gran perdedor de esta elección.” La afirmación, o es mal intencionada o ignora completamente la matemática electoral. Veamos: con el apoyo de Uribe, Santos obtuvo más de 9 millones de votos en el 2010. Con el apoyo de un mosaico indescriptible de grupos, Santos obtuvo hace diez días más de un millón de votos menos. Los siete millones de votos de Zuluaga, a excepción de cerca de dos millones de votos limpios de los conservadores de Marta Lucía Ramirez, son cinco millones de votos claros de Uribe. Además, su partido, el Centro Democrático, eligió hace tres meses 19 senadores y 16 representantes a la Cámara. Uribe, al contrario de lo que dice el columnista de marras, es la fuerza política independiente más importante en la Colombia de hoy, y es además, para los siete millones de colombianos que votamos por Zuluaga, nuestra única salvación ante la trampa en que nos está haciendo caer el gobierno de Santos con el tema de la paz. Es sorprendente que esta realidad la entiendan las voces más notables al servicio de la defensa de la democracia en todo el continente, que lo expresen a gritos, y no logren asimilarla nuestros compatriotas colombianos.
Jaime Flores
jflorez@premsainc.com
jaime@jaimeflorez.com

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